Charlie Hebdo
La matanza de los radicales islamistas a los periodistas del semanario satírico francés Charlie Hebdo nos debe hacer reflexionar hasta donde llega el fanatismo religioso en pleno siglo XXI. Lo que no se debe obviar es que estamos ante un ejército armado, entrenado para asesinar a civiles en nombre de Alá. Son muchos miles los cretinos dispuestos a inmolarse en nombre de su dios, y con la promesa de que les esperan no sé cuantas mujeres vírgenes en el paraíso. Y como desde muy pequeños les inculcan esas creencias, pues de mayores están dispuestos a morir por ellas.
Los asesinos de París, los que han acabado con la vida de doce personas utilizando armas de guerra, no era radicales islamistas dispuestos a inmolarse por Alá. Eran soldados muy bien entrenados y que no han dudado de matar a inocentes, desarmados y totalmente inofensivos, con la excusa de que ese semanario había insultado a su dios. El estado islámico, los fanáticos religiosos, no aceptan la sátira. No aceptan la crítica y la muerte al infiel está en su adn.
Pero a quien hay que cazar de verdad es a los que llevan decenas de años financiando a los radicales. Sí, muchos de esos países exportadores de petróleo ponen una vea a dios y otra al diablo. Vamos que piden ser amigos de occidente, a la vez que destinan miles de millones de dólares al radicalismo islamista. Y como en Europa somos tontos del culo, pues permitimos que ese discurso extremista se consienta y no se persiga adecuadamente, con cientos de excusas que los políticos bobos permiten.
Desde hace años sabemos que Francia tiene un problema de radicales islamistas. Y también lo tenemos en Barcelona pero de eso se habla poco porque no es lo políticamente correcto. Lo políticamente correcto es permitir que esos radicales siembren de mezquitas nuestras ciudades donde dan consignas y envían a los jóvenes a luchar a Siria, de donde regresan convertidos en verdaderos soldados durmientes para activarse cuando se les de la orden.
Hay que acabar con el Estado Islámico. Pero solo se les vencerá desde la economía. Eliminando su financiación. Descubriendo a los jeques árabes que entregan miles de millones para la causa. Descubriéndolos y encerrándolos. O enviándolos al paraíso donde seguro que les esperan decenas de vírgenes. Es lo que se merecen. Lo demás es perder el tiempo. La guerra santa del siglo XXI no la ganarán los cristianos. Que no.
Mire todo eso está muy bien, pero el problema raíz sigue siendo el mismo: las élites occidentales han implantado una ideología espuria, autodestructiva, suicida, en su delirio de gobernar el mundo.