Me ha llamado mucho la atención las declaraciones de una tertuliana de 13TV, en las que afirmaba poco más o menos, que las publicaciones satíricas como las de Charlie Hebdo, deberían ser, dentro del marco de la libertad de expresión, más respetuosas con las religiones. Estas declaraciones hubiesen tenido su peso específico, si a María Antonia Trujillo la hubiésemos oído alguna vez, arremeter contra publicaciones y medios de comunicación españoles que durante más de tres décadas se han dedicado y se dedican a denigrar y caricaturizar a nuestra religión católica; si hubiese salido al paso ante todo tipo de parodias de humoristas y cómicos que con mofa y befa ridiculizan sistemáticamente a monjas y sacerdotes; y si hubiese alzado su voz contra las feministas que irrumpen en una iglesia católica semidesnudas evitando hacerlo en una mezquita. Solo entonces, posiblemente sus declaraciones tras el atentado islamista contra el semanario “Charlie Hebdo” gozarían de una imparcialidad y objetividad fuera de toda duda, pero, opinar en ese sentido precisamente cuando los terroristas son de tendencia islámica, mientras se queda muda ante las agresiones a nuestra religión católica, es cuando menos sorprendente, por no decir sospechoso.

Por otra parte, el presidente Rajoy desde Andorra, declaraba tras el brutal atentado que su gobierno no cejará en la lucha antiterrorista. Me parece patético, miserable y bochornoso, que el presidente de un país europeo, bajo cuyo mandato se han “amnistiado” a más de cien terroristas etarras convictos y confesos, de la mano de narcotraficantes y asesinos en serie con terribles violaciones en su haber, tenga la desvergüenza de afirmar sin sonrojarse que su gobierno plantará cara al “enemigo sin rostro”.

Me sumo, como es natural, a esta oración tan sencilla y tan breve de ¡Dios salve a Europa!, Y comparto el dolor y la angustia, la sangre derramada y la inquietud frente al futuro inmediato, de un Continente, agrade o no agrade, que, por muchas razones, desempeña hoy, con la misma responsabilidad, un papel histórico decisivo. La brutal agresión que ha sufrido Francia del terrorismo islamista, obliga a muchas reflexiones, algunas de las cuales, si no todas son éstas:

En primer lugar, que la solidaridad mostrada por prácticamente todos los países del mundo en este caso, entre los que no podía faltar España, no se llevase a efecto también para con nosotros cuando el terrorismo vasco de la ETA volaba casas cuartel o centros comerciales sin ningún tipo de escrúpulo. No hay que olvidar que esta banda criminal ha sido la más sanguinaria y cruel que ha padecido un país de Europa en los últimos cuarenta años. Y, aunque hoy nuestro país vecino ha colaborado y está colaborando en la lucha contra ETA, no puedo olvidar cuando fue también santuario de terroristas, que tras sus crímenes se refugiaban allí sin temor a ser detenidos. Sólo cuando los gobiernos de la democracia española dieron carta blanca a los ejecutivos galos para sembrar nuestro territorio de hipermercados con capital francés, y nuestras exportaciones agrícolas dejaron de molestarles, comenzaron a colaborar con la Guardia Civil en la detención de los asesinos de ETA. Por tal motivo, esa petición que dirigimos los españoles a Dios, debe identificar a Francia y a todas las naciones del viejo continente que desde hace años vienen padeciendo el ataque terrorista, conectado, sin la menor duda, con la religión islámica.

En segundo lugar, y en una época en la que se pretende en todos los campos la discutible y discutida –hasta violentamente- globalización, no deberíamos circunscribir la súplica a Dios –como he apuntado anteriormente-, para un solo país por grande e importante que éste sea. Hay latitudes en las que el mismo terrorismo lleva mucho tiempo matando, expoliando y destrozando, sin que muchos que hoy se lamentan por lo sucedido en Francia, hayan expresado o demostrado, al menos, su condolencia. España podría ser un ejemplo, pues recuerdo aquel ¡Gracias España!, escrito en un cartel y exhibido por un chaval norteamericano en la Base conjunta de Rota, como muestra de gratitud por el dolor que con su Patria compartimos tras el atentado de las Torres Gemelas, y que a mí me emocionó profundamente, pero en aquel momento me hubiera gustado solapar otro, de un niño español, que teniendo en la memoria a tantos compatriotas nuestros asesinados por el terrorismo, hubiera podido proclamar  –lo que tantos hubiéramos deseado- ¡Gracias Norteamérica!

Hoy decimos: “¡Dios salve a Europa!” Yo digo: ¡Dios salve a todos aquellos pueblos que sufren el latigazo del terrorismo islamista!