Por Román Rodríguez.- “Disfrutamos de un régimen político que no imita las leyes de los vecinos; más que imitadores de otros, en efecto, nosotros mismos servimos de modelo para algunos. En cuanto al nombre, puesto que la administración se ejerce en favor / está en manos [según se lea oikeîn o hékein] de la mayoría, y no de unos pocos, a este régimen se lo ha llamado democracia; respecto a las leyes, todos gozan de iguales derechos en la defensa de sus intereses particulares; en lo relativo a los honores, cualquiera que se distinga en algún aspecto puede acceder a los cargos públicos, pues se lo elige más por sus méritos que por su categoría social; y tampoco al que es pobre, por su parte, su oscura posición le impide prestar sus servicios a la patria, si es que tiene la posibilidad de hacerlo.

Tenemos por norma respetar la libertad, tanto en los asuntos públicos como en las rivalidades diarias de unos con otros, sin enojarnos con nuestro vecino cuando él actúa espontáneamente, ni exteriorizar nuestra molestia, pues ésta, aunque innocua, es ingrata de presenciar. Si bien en los asuntos privados somos indulgentes, en los públicos, en cambio, ante todo por un respetuoso temor, jamás obramos ilegalmente, sino que obedecemos a quienes les toca el turno de mandar, y acatamos las leyes, en particular las dictadas en favor de los que son víctimas de una injusticia, y las que, aunque no estén escritas, todos consideran vergonzoso infringir”. (Tucídide, “Historia de la Guerra del Peloponeso”, II, 35-46).

España hoy se debate en una tormenta de ideas no bien analizadas ni entendidas. La mal llamada “democracia parlamentaria” instaurada a la muerte de Franco ha resultado ser un absoluto fracaso en tres puntos fundamentales: social, económico y político.

Poco importa como se quiera vestir el muñeco. La realidad canta por sí misma. Tal vez lo más preocupante, hablando coloquialmente, sea la inopia de los ciudadanos menores de 45 años. La apabullante mayoría de estos desconocen los hechos históricos, los derechos sociales que gozaban sus padres en aquel régimen de “a peseta”.

Obligar a releer la historia española, no es de recibo. Ya ha sido bastante manipulada por la casta autodenominada democrática. Su única opción personal es bucear y rebuscar en las redes y en el BOE para llegar a intuir que todo aquello, la dictadura, no era tan mala como quieren pintarla los que hoy gobiernan y vacían sus bolsillos a la vez que lo idiotizan y manipulan desde la EGB hasta la Universidad.

Es pues labor de cada uno el espabilar, si así se le antoja, y si no siga usted siendo un lebrel o bien una oveja. Esa es su decisión.

Pretender volver al pasado en ningún caso es una opción. El pasado está muerto, tal vez solo sirva de comparativa. Lo importante es el presente y el futuro que se desea.

No obstante le facilito algunas ideas, opiniones y realidades que tal vez “le suenen” de algo.

FRACASO DE LA ESPAÑA ACTUAL EN LO SOCIAL, ECONÓMICO Y POLÍTICO

En lo Social porque el régimen democrático instaurado en 1978 ha desmantelado cuidadosa y persistentemente los derechos de los trabajadores “adquiridos o ganados por  los ciudadanos durante la dictadura Franquista”. Para cualquiera que dude y tenga ánimo suficiente le recomiendo bucear en los BOE – Boletines Oficiales del Estado-  desde 1938 hasta la actualidad. Seguro que este será un ejercicio “insano” de la realidad y que abrirá muchos ojos. ¡Apresúrense antes de que algún demócrata los cambie o los borre!

De una sanidad única y competente hemos pasado a 17 desastres particulares y pueblerinos donde los pacientes no tienen los mismos derechos ni atenciones en una o en otra. Los diversos gobiernos nacionales y autonómicos tratan más bien y con esmero de destruir un servicio público que era uno de los pilares de la cohesión social y de la protección cívica en algo tan básico como la salud.

La injerencia y el saqueo continuo de los politicos y sus oscuros intereses monetarios han convertido este sector en una pulpa inconsistente en las que se potencian la denominadas “sanidad privada” y farmacéutica, que velan más por intereses espúrios propios que por la salud de los españoles.

La educación y la formación común han sido aniquiladas desde el estamento más básico hasta el universitario. Los políticos de la mal llamada democracia han estado más interesados en destruir un acervo común labrado durante siglos que en preservarlo.

Educación en cuatro lenguas diferentes: catalán, gallego, vasco y castellano, donde las tres primeras pretenden borrar el idioma común de los españoles. Donde se castiga y se menosprecia el castellano y donde la calidad de la enseñanza brilla por su ausencia. En vez de potenciar idiomas como el inglés, francés, alemán o chino incluso, idiomas estos necesarios en una sociedad global, se derrocha el dinero en lenguas vernáculas de corta trayectoria y recorrido con el fin de separar, crear identidades ficticias y dañar lo común. Muy útil esta política cuando lo que se pretende es tener controlada a la población en base a “diferencialismos” programados, control de las ideas y odio gratuito.

La dispersión de la enseñanza y su mala calidad es patente y manifiesta. Donde antes existían los títulos universitarios de Diplomado, Licenciado y Doctor, ahora de desparraman en un sinfín de pequeños bochornos académicos, cuyo máximo exponente son los denominados “Masters” o maestrías en castellano, con un único objetivo claro: saquear los bolsillos de las familias con la peculiaridad que dichas nuevas titulaciones no sirven ni para limpiarse el culo con el papel en que se sustentan.

Ya es harto conocido que no hay una sola universidad española ubicada entre las 20 mejores del mundo. Pero esto es muy bueno para la casta: mientras más imbéciles, más fáciles de controlar.

Los servicios sociales destrozados. El nivel de la pobreza infantil en alza. La miseria generalizada por las nubes. ¡Nunca ha habido tantos muertos a causa de los incendios en domicilios particulares como ahora!

Pobreza energética lo llaman. Nueva definición para un viejo problema: el de una nación que defeca sobre sus propios ciudadanos.

La casta casi ha logrado que las clases medias de España estén en vías de extinción. Cualquier familia sabrá de lo que hablo. De lo difícil que se ha convertido el día a día, lo complicado de cuadrar las cuentas domésticas, las angustias íntimas…

A los que mandan, a los que tienen mesa y mantel: políticos, banqueros, jueces, sindicalistas y demás ralea que viven de los impuestos y de los recursos ajenos, esto les importa una mierda. Eso sí, te dirán que todo va bien, que el país se recupera y que la “marca España” funciona. Y yo le lanzo este mensaje: mi Nación no es una marca, hijos de puta.

Ya nos han metido en “pre campaña 2015”. El gran circo político mediático está otra vez en marcha. Los partidos de la casta preocupados por la amenaza de la nueva casta estalinista. Todos lo mismo, la misma porquería. Debates interminables, egos abyectos y profundos. La nueva tarta está cociéndose en el horno.

Aún se definen ellos mismos como de derechas, de centro, de izquierdas. Viejos adjetivos. A ninguno le importa un carajo lo más importante: España y sus ciudadanos. Sólo pretenden definirse en cuanto van a mamar, en cuanto se van a aupar sobre nuestras espaldas.

Me atrevo con una nueva definición para los que detesten este estado actual de acontecimientos tanto como yo. Me defino como Nacionalista Español.

Concluyo con una pregunta y tres premisas claras y contundentes:

-¿España es recuperable? La respuesta es SI. Para ello hemos de abogar por el fin de las autonomías.

-Por la recuperación de todo lo robado o malversado haciendo pagar con la cárcel a quienes nos han destruido. Una catarsis es precisa.

-Por un nuevo Estado donde lo único importante sean los ciudadanos españoles. Y para aquellos que les guste pensar, lo siguiente:

“En la democracia el ciudadano no está obligado a obedecer a cualquiera; o si obedece, es a condición de mandar él a su vez; y he aquí cómo en este sistema se concilia la libertad con la igualdad”. (Aristóteles, “Política”, VII, 1.4).