Eduardo Zaplana, a la izquierda

Por Enrique de Diego.- Eduardo Zaplana, en su vacua frivolidad, no ha hecho otra cosa que sumar un cúmulo de desastres sin paliativos. A su megalómana y cortoplacista gestión en la Comunidad Valenciana, se suman las destructoras medidas tomadas en su paso por el Ministerio de Trabajo, que le sitúan como uno de los personajes más nefastos para la sociedad española.

Entre mis numerosos pecados pasados, el de haber sacado a Eduardo Zaplana de la sima en la que se encontraba y darle la apariencia de un líder a tamaña nulidad es uno de los más graves y de los  que más me arrepiento. Cuando llegué como delegado de Abc a Alicante, Zaplana era un político muerto al que habían pillado en conversaciones telefónicas con su amigo Salvador Palop mostrándose como un frívolo avaricioso. Zaplana era presidente provincial del PP, pero era, tras sus meteduras de pata telefónicas, un hombre muerto, al que el PSOE le había perdonado la vida para tener a alguien chantajeable. Debí haber sido prudente y haberle dejado caer, pero desde Abc le fui dando aire con respiración asistida y se fue recuperando. Varias veces le tuve en mi despacho, acabado y pidiendo ayuda y como un ingenuo bienintencionado se la presté. Tuve que vencer muchos obstáculos para ponerle en la lanzadera para ser presidente de la Generalitat, cosa que se consideraba imposible para un alicantino y tuve que lanzar el mensaje de que era preciso vertebrar la Comunidad. Luego se portó como un cochero, como un hombre ambicioso de poder sin escrúpulos morales.

Una gestión megalómana y desastrosa

En la presidencia de la Generalitat, Zaplana desarrolló una gestión hiperactiva y megalómana, de la que ni el PP ni la Comunidad Valenciana han podido levantar cabeza. En un absoluto cortoplacismo, Zaplana se lanzó a los grandes proyectos que han resultado un conjunto de fracasos que han abierto un tremendo agujero negro: Terra Mítica, la Ciudad de las Artes y las Letras, la quebrada Ciudad de la Luz, el absurdo aeropuerto de Castellón… Fue la época del arquitecto Calatrava que llegó a cobrar millones de euros por obras que nunca se realizaron. Toda esa parafernalia del ladrillo vistoso le sirvió para alcanzar la mayoría absoluta y durante un tiempo brilló como una bengala.

Destruyendo a la sociedad española en sus cimientos

Todos los desastres de Zaplana los va a pagar muy caro el PP en las inminentes elecciones municipales y autonómicas donde el hundimiento va a ser irreversible. Y muy merecido porque han dejado todo convertido en pavesas e incluso han destruido las instituciones financieras que tanto costó poner en marcha y hacer grandes a la sociedad civil, como la Caja de Ahorros del Mediterráneo, Bancaja o el Banco de Valencia.

Pero siendo tremendos los errores de Zaplana al frente de la presidencia de la Generalitat, y patética su línea como portavoz del PP en el Congreso con su sometimiento a la conspiranoia del 11 M de ese gafe compulsivo de Losantos, todo ello palidece ante el proceso de demolición de la sociedad española en sus cimientos desde el Ministerio de Trabajo, en donde recaló cuando incluso se consideraba posible ser el heredero de Aznar.

El PP había sufrido una huelga general y lo primero que hizo Zaplana fue reunir a los sindicatos y preguntarles con donaire mafioso que qué querían y cumplimentar todos los pedidos. No se quedó ahí el frívolo Zaplana sino que se dedicó a pasar a todo el mundo por la izquierda y el asistencialismo. Zaplana practicó una especie de socialdemocracia mostrenca, propia de un indigente mental sin ningún escrúpulo moral. Estas son algunas medidas impuestas por Zaplana:

1.- RAI, la ayuda de 426 euros, con la que se financiaba el reagrupamiento de los inmigrantes y que empezaron a cobrar, sin requisito alguno, las mujeres extranjeras.

2.- Las ayudas de tres años por violencia de género, de forma que basta con la denuncia de la mujer para que, incluida la detención inmediata del varón, cobre durante tres años una ayuda económica, lo que es un claro incentivo a la denuncia y un elemento altamente destructivo de la familia.

3.- El subsidio durante 18 meses a todo aquel que haya pasado en la cárcel más de seis meses por condena firme, de forma que en España se incentiva el delito: basta con pasar por la cárcel para tener una paga durante 18 meses. Es alucinante pero hasta este grado de ineptitud y perversión llegó Zaplana.

Todo este conjunto de medidas han sido abrumadoramente destructivas para la sociedad española. No, claro, para Zaplana que ha recalado en esa cloaca de la casta que es Telefónica.