Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes

Cristina Cifuentes es la candidata oficial a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, y Esperanza Aguirre la número uno para la Alcaldía. Así lo ha decidido un larguísimo comité electoral nacional que comenzó a las doce del mediodía.

Incluso el presidente popular, Mariano Rajoy, jugó al despiste al señalar, a su llegada a un acto electoral en Jerez de la Frontera, que aún no se había tomado la decisión sobre Madrid. Este ticket deja fuera de juego al ahora presidente regional, Ignacio González.

Durante toda la jornada, se sucedieron los rumores que apuntaban a que el comité electoral nacional que presidía desde el mediodía Alicia Sánchez-Camacho decidiría sobre las candidaturas de Madrid. No obstante, en el PP se insistía en lo contrario. Una primera nota hacía oficiales las candidaturas de Murcia y Valencia. Una segunda, las de Navarra y Canarias. Y por fin, al filo de las ocho de la noche, llegó el último de los comunicados oficiales, el que confirmaba la noticia política más esperada de los últimos meses: dos mujeres competirían, por primera vez en la historia de la región madrileña, por mantener el poder territorial en manos del PP.

Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid hasta este momento, será la candidata a la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Con gran experiencia en la política madrileña, donde ha ejercido durante varios años como diputada regional, conoce a la perfección la institución que aspira presidir. El 21 de agosto de 2013, un accidente de motocicleta estuvo a punto de acabar con su vida.

Por su parte, Esperanza Aguirre, «la lideresa» madrileña por excelencia, luchará por ocupar el puesto que siempre ha deseado: el de alcaldesa de Madrid. Una responsabilidad que le va como anillo al dedo por su carácter y su formación. Ella, que fue concejal en tiempos del alcalde Agustín Rodríguez Sahagún y con José María Álvarez del Manzano, sabe perfectamente de la importancia y el peso de ser alcalde de Madrid, un cargo que puede servir de catapulta hacia otras responsabilidades. Pero su primer reto será ganar unas elecciones que se adivinan complicadas.

ESPERANZA AGUIRRE, LA LIDERESA CABALGA DE NUEVO

La lideresa cabalga de nuevo. Después de mucha controversia y suspense, Esperanza Aguirre se sale con la suya y será finalmente la candidata del Partido Popular a la Alcaldía de Madrid en las próximas elecciones municipales. Aguirre vuelve así a la primera línea de la batalla política, de la que se apartó con su dimisión como presidenta autonómica en septiembre de 2012.

Pero, pese a su teórico retiro, Aguirre no ha dejado en estos dos años de estar en todas las salsas. Los escándalos investigados por la Justicia que han salpicado al PP de Madrid, de la que ha sido cabeza visible desde hace años, y su sonoro incidente de tráfico, con huida de los agentes incluida, parecían haber erosionado su figura y le dieron todavía más munición a su legión de detractores. Además, el que fue uno de sus hombres de confianza como consejero del Ejecutivo regional, Francisco Granados, se ha convertido en uno de los presos más famosos y su rostro mal afeitado antes de entrar en prisión en uno de los símbolos de la España negra de la corrupción. Pero Aguirre, parece, lo resiste todo. El recorrido judicial de su rifirrafe con los agentes de Movilidad se acerca a su final sin que se atisben consecuencias graves y el tirón electoral de la candidata sigue siendo un argumento suficiente como para que Mariano Rajoy, con el que ha mantenido abiertas batallas en el pasado, haya terminado convirtiéndola, una vez más, en la apuesta estrella del PP.

La designación de Aguirre es la cara de la moneda. La cruz es Ignacio González, su sucesor en la Puerta del Sol. Golpeado también por los escándalos y, no en menor medida, por las ganas que hay en Génova de regenerar la marca madrileña del partido de la gaviota, González se queda sin la oportunidad de renovar gracias a la confianza de los votantes el cargo que heredó de Aguirre. Elegida de nuevo la una, y defenestrado el otro, el presidente Rajoy lanza un mensaje de autoridad a nivel interno y un guiño casi salomónico a unos votantes, los que tradicionalmente han apoyado al PP en Madrid que se estaban quedando sin referentes.

CRISTINA CIFUENTES, UNA VIDA EN LA POLÍTICA MADRILEÑA

Tras una larga incertidumbre, el Comité Electoral Nacional del PP ha aprobado hoy la designación de Cristina Cifuentes para la Presidencia de Madrid. Favorita en las quinielas para ponerse al frente de la candidatura, la actual delegada del Gobierno en Madrid había asegurado en distintas ocasiones que estaba dispuesta a ocupar un puesto de responsabilidad, si el partido se lo pedía.

Cifuentes, licenciada en Derecho, máster en Administraciones Públicas y perteneciente al Cuerpo de Técnicos Superiores de la Universidad Complutense, lleva toda su vida inmersa en la política madrileña, primero veinte años en la Asamblea y desde comienzos de 2012 en la Delegación del Gobierno. «Soy madrileña y mi vocación es el servicio público a través de la política», apunta en su biografía.

En su propia página web señala los diferentes desempeños que tiene dentro de la formación popular madrileña. «En el Partido Popular de Madrid, formo parte del Comité de Dirección, del Comité Ejecutivo y de la Junta Directiva Regional. Además soy Presidenta del Comité de Derechos y Garantías».

En el Parlamento madrileño, Cifuentes llegó a ser vicepresidenta y fue también portavoz del Grupo Popular en temas de justicia e interior.

Tras la llegada de Mariano Rajoy a la Moncloa, Cifuentes se convirtió en la Delegada de Gobierno en Madrid y, a los pocos meses, su nombre empezó a aparecer en las quinielas de los posibles candidatos electorales del PP madrileño. Sin embargo, cada vez que era preguntada, ella reiteraba que estaba centrada en su trabajo y que, en esos momentos, no se planteaba otra cosa más allá de sus responsabilidades.

Al frente de la Delegación del Gobierno, ha tenido que lidiar con un gran número de manifestaciones, concentraciones y otros actos de protesta, que en algunos casos concluyeron con graves incidentes, como las «Marchas de la Dignidad» del 22 marzo de 2014, que se saldaron con más de veinte detenidos y un centenar de heridos, entre ellos 67 policías.

Pero, mientras el debate sucesorio en el PP madrileño seguía, especialmente en los medios de comunicación, su trabajo como delegada del Gobierno le ayudó a forjar una imagen de que era capaz de gestionar y además de hacerlo con un discurso propio, lo que le ha granjeado más de un enemigo en el seno de las filas de su propio partido.

Grave accidente

Si hay un hecho que marcó un antes y un después tanto en su vida y como en su trayectoria política fue el accidente de moto en el Paseo de la Castellana en agosto de 2013 y tras el que estuvo a punto de morir dos veces. Cifuentes ingresó con siete costillas rotas (de las 3 a la 10), traumatismo torácico grave y hemoneumotórax, consecuencia del importante impacto. La prueba neurológica que le practicaron los facultativos no detectó daños craneoencefálicos.

La delegada del Gobierno llegó a calificar los duros momentos que sufrió «del peor año de mi vida». Sus lesiones hicieron que permaneciese 20 días en la UCI. Estuvo a punto de morir. Después de aquello, no ha vuelto a conducir una moto, porque así se lo prometió a sus hijos.

Es especialmente activa en Twitter, una red social a la que se unió en diciembre de 2008 y en la que tiene más de 67.500 seguidores. Dentro de la propia red, llegó a presentar a finales de 2012 una querella criminal a título particular contra los tuiteros por los reiterados «insultos, calumnias, amenazas de muerte y delitos contra la integridad moral» que venía recibiendo desde que tomó posesión de su actual cargo.

IGNACIO GONZÁLEZ, EL GRAN DERROTADO

Como en las buenas historias de los equipos de fútbol, Ignacio González ha sido descabalgado de la carrera electoral tan solo dos días después de que el Partido Popular les expresase su apoyo incondicional. Se aplica el tópico de «entrenador ratificado, destitución segura». [Te contamos en directo las reacciones a la designación de los candidatos del Partido Popular]

El actual presidente de la Comunidad de Madrid ve así truncadas sus aspiraciones para ser el cabeza de lista de los populares para ganarse en las urnas el sillón en la Puerta del Sol que ocupaba desde el 27 de septiembre de 2012, tras la dimisión de Esperanza Aguirre.

La del partido en Madrid, que nunca llegó a liderar porque a la presidencia regional se aferró precisamente Aguirre, fue la penúltima muestra de apoyo que recibió. La última fue precisamente la de su predecesora, mentora y ahora flamante candidata a la Alcaldía de Madrid. «Ha demostrado con documentos todo su patrimonio», dijo Aguirre.

Habrá que esperar a conocer si Rajoy tenía tomado la decisión antes de que volviese a la luz el caso del ático marbellí de González. Pero sea como fuere, el caso ha sido el detonante para frenar en seco las aspiraciones deñ todavía presidente. Y es precisamente a lo que se aferra el propio González para denunciar una caza de brujas y lamentar al poco de conocerse la decisión que una «campaña orquestada en estas últimas semanas haya condicionado la decisión sobre la candidatura». Una operación orquestada en la que, aclaró, él no veía la mano del presidente del Gobierno.

Lo que sí debió de ver fue la frialdad con la que Rajoy despachó esta semana una pregunta sobre la cuestión: «Pregunten en el PP», se limitó a contestar durante la rueda de prensa conjunta con el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. Evitaba así el presidente mojarse en una cuestión tan espinosa. Quién sabe si con la decisión ya tomada. Era en cualquier caso un silencio que había desatado las tensiones en el seno del partido en Madrid.

González se queda así sin el deseo de conseguir en las urnas lo que heredó. Lastrado por el caso del ático, pero también por el escándalo de la Púnica o la controvertida actuación de su consejero de Sanidad, Javier Rodríguez, a la postre destituido, en la crisis del ébola. Afectado por la gestión de la crisis, González vio fracasar también su proyecto de externalización sanitaria.

Con 54 años y toda una vida dedicada a la política, González ve rota su ambición de ganar en las urnas lo que recibió de Aguirre. Una sombra de la que ya no podrá desprenderse.