En una jugada estratégica acertada, Susana Díaz adelantó elecciones para frenar el ascenso de Podemos. Los resultados le han dado la razón: si bien el PSOE desciende, mantiene el poder. El derrotado es el PP que tiene un auténtico descalabro, lleno de lecciones.

La primera es que Rajoy está acabado y todo lo que él representa de un PP hundido en la corrupción, convertido en una cloaca sin principios; es un cadáver político. Las elecciones municipales y autonómicas están tan cerca que ese completo inútil puede aguantar hasta esa convocatoria, pero ni un día más.

El amable lector recordará que este diagnóstico lo adelanté hace tiempo y también la previsión de que el PP desaparezca. De hecho, los resultados muestran el peor escenario posible: ni se hunde tanto que pueda provocar una reacción, ni tiene capacidad para remontar el vuelo, establecido en un campo hooligan, de resistentes, perdida toda relación con la juventud y en amplio descrédito en las clases medias, que eran su base social.

Sólo queda ver lo que sucede en las elecciones al Ayuntamiento de Madrid con Esperanza Aguirre para ver si queda un foco de resistencia frente a la desaparición del PP. Acosada por la corrupción de su entorno, con sus dos ex vicepresidentes en el ojo del huracán, uno en la cárcel y otro apeado de la política, Esperanza Aguirre está recuperando el discurso originario del PP. Levanta adhesiones pero también animadversiones.

El ámbito de la derecha queda de esa manera desvertebrado, sin que Ciudadanos haya cumplido sus expectativas y teniendo en cuenta que es más una marca que un partido, en el que han ido recalando restos de otros partidos.

Siendo muchos los males de la Patria, tantos que quizás España no tenga solución, en su marcha hacia el suicidio, se me permitirá mostrar satisfacción porque la insoportable fatuidad de Rajoy y la prepotencia del PP durante estos años de mentiras y corrupción hayan sido derrotados. La estúpida sonrisa del Rajoy ha quedado helada.