A Juan Fernando López Aguilar, ex ministro de justicia socialista entre 2004 y 2007, mentor de la nefasta ley de violencia de género de 2004, le ha tocado probar de su propia medicina. Acusado por su ex mujer por violencia de género, dice ahora que son “denuncias absolutamente falsas” en el marco de un divorcio conflictivo. En su momento un informe del observatorio de violencia doméstica y otro del CGPJ sostenían que las denuncias falsas de violencia de género representaban apenas el 1 % del total ¿Resulta que la suya está dentro de esta excepcionalidad? No le creo.

Ahora le toca sufrir en carne propia una ley defendida por él mismo y concebida con los pies, sin tener en cuenta las opiniones que en su momento le hicieron llegar la asociaciones de padres separados de toda España, como la que presido, ni las nefastas consecuencias de su aplicación para los padres en proceso de divorcio (por la dificultad añadida en la relación con sus hijos al ser falsamente acusado de violencia de género) y con los hombres en general ante un ley que le da credibilidad absoluta a la denunciante, sólo por pertenecer al sexo femenino.

¿Seguirá pensando que la ley es justa? ¿Estará aún de acuerdo en que hay que defender a la mujer denunciante falsa, declare lo que declare? ¿Se pondrá del lado de los miles de padres separados acusados falsamente de violentos y que han perdido irreversiblemente la relación con sus hijos? ¿Alguien será capaz de reconocer el tremendo error que se ha cometido y el costo social consecuente? ¿Cuánto tiempo más vamos a sufrir una ley injusta y anticonstitucional? ¿Y quién se atreverá a derogarla en contra de un feminismo de género radical, in transigente y misándrico que a nadie representa?