El presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy (i), saluda al presidente de honor del PP y expresidente del Ejecutivo, José María Aznar (d)

Por Jesús Cascón.- Hace unos meses, coincidiendo con la última Convención Nacional del PP, el ex presidente y principal valedor de Mariano Rajoy, José María Aznar, lanzaba una pregunta al auditorio que dejó cavilando a más de uno de los presentes, empezando por el mismísimo presidente del partido y presidente del Gobierno. Aquella pregunta formulada de ¿dónde está el PP? continúa flotando a día de hoy en el ambiente y empieza a martillear de forma continua a unos dirigentes que asisten atónitos a la forma con la que Rajoy está afrontando la actual situación del partido tras la debacle andaluza y, lo que es peor, ante el naufragio que se avecina de cara a las próximas elecciones municipales.

¿Dónde está el PP? Esa pregunta cada día que pasa más inquietante, es la que no dejan de formularse cientos de cargos y dirigentes del partido temerosos de perder sus cuotas de poder una vez que se celebren las próximas elecciones municipales y autonómicas, y que está llevando al partido a un estado de nervios en donde empiezan a aflorar las dudas y sobre todo los recelos de aquellos que comienzan a buscar culpables de la derrota en Andalucía, señalando claramente a aquellos compañeros que ante la situación alarmante empiezan a intrigar para posicionarse en el momento, en que la derrota empiece a hacer mella, en el máximo responsable del partido. Un responsable que tiene nombre y apellido y que no es otro que el mismísimo Mariano Rajoy.

Cuando Aznar formuló su pregunta, muchos de los presentes en aquella Convención empezaron reconocer el momento delicado de un partido como el PP, cuya estructura de poder anticuada y obsoleta, para un partido moderno que se precie, empieza a ser inoperante en el funcionamiento interno y externo en el que todas las decisiones son tomadas por una sola persona. Precisamente esa estructura presidencialista es la que está llevando a este PP hacia el abismo.

Hoy, el gran problema del PP, al menos visto desde fuera por aquellos que hemos pertenecido al partido, es ver cómo algunos de los actuales dirigentes, por no decir la mayoría, están cayendo en el inmenso error de intentar justificar fracasos como el de Andalucía o encontrar justificaciones para el abandono del electorado o el desánimo de los propios militantes, en la socorrida excusa de falta de una comunicación acertada por parte del partido. Nada más lejos de la realidad, porque aun admitiendo que la comunicación en el partido no es la más adecuada no me imagino que el problema se solucionase cambiando la figura de Floriano por otro dirigente, y que ello ayudase a recuperar la confianza de los votantes. El problema para mí, comienza en el mismo instante en el que el PP cae prisionero de esa gran mayoría absoluta lograda, no sin mérito, y desmérito de aquel gobierno de ZP, y que ha no ha sabido administrarse de una forma inteligente de cara al electorado.

Durante estos años, pensando más en resolver la crisis, cosa que es de agradecer, el PP ha ido perdiendo progresivamente a su electorado más tradicional, adoptando medidas, o dejando de adoptarlas (que es lo peor), lo que ha derivado en la situación actual.

Dejando al margen el tema de la crisis, mal gestionada y peor comunicada, temas como el aborto, la independencia de Cataluña -con el permanente chantaje de unos nacionalistas irresponsables y con una líder como la señora Camacho, todo un ejemplo de ineficacia política-, o el trato a las víctimas del terrorismo con agravios contantes, dejando a los asesinos en la calle, antes de cumplir las sentencias… no han sido afrontadas con la determinación que se requería; si a ello le unes la respuesta vaga y a veces vergonzosa ante el estado de corrupción que ha asolado durante estos años al partido, con casos como el de Bárcenas, o la trama Gürtel y en donde las respuestas y evasivas sólo han servido para aumentar las dudas acerca de la implicación de más de un dirigente en la misma han sido determinantes para esa pérdida de confianza que algunos niegan.

Para remate, el simulacro de Juego de Tronos representado por Cospedal, Soraya Sáez de Santamaría y Javier Arenas, un tridente en el que se ha maximizado la idea de la división interna: entre los que quieren conservar su cuota de poder y se agarran a un clavo ardiendo y los que perdieron fuelle pero ahora sacan pecho alegando que, en su momento, hicieron una campaña capaz de atesorar cincuenta diputados en Andalucía . Se habla de deslealtad, de intrigas palaciegas y de una contumaz insistencia de Cospedal en aferrarse al cargo a pesar de que, por los cuatro puntos cardinales, le insisten en la necesidad de focalizar sus esfuerzos en una sola tarea: o eres presidenta autonómica o eres secretaria general. Ambos cargos sobre los mismos hombros es perder el tiempo, las fuerzas y la perspectiva.

Precisamente esa falta de decisión del gobierno y del partido a la hora de afrontar estos problemas es la que ha llevado a una gran parte de electorado a perder la confianza y a buscar refugio en nuevos partidos. Por si fuera poco, Rajoy descarta hacer cambios en el partido porque “todo va bien”, afirma, dando la razón a los que aseguran que el presidente del Gobierno vive o reside en otro planeta, toda vez que es evidente que en el partido no es que todo vaya bien, es que muchas cosas van fatal.

Si el “argumentario” del gallego es afirmar que siguen los mismos que ganaron las elecciones generales, mal vamos. Siguen los mismos excepto dos (Gallardón y Mato), uno que se marchó indignado por no poder sacar adelante su proyecto de modificación de la Ley del aborto y que reventó la judicatura española con el “tasazo” judicial y la otra que la lió parda con la sanidad, cabreó a todas las instancias sanitarias nacionales, hizo una pésima gestión en la crisis del Ébola y, como bonus extra, su nombre sigue irremediablemente unido a la trama de corrupción. Estos son los mismos, presidente, los mismos que hace casi cuatro años comenzaron a bailar con la más fea, como él mismo dice, y que ahora se han convertido en la fea del baile. Va a tener razón Esperanza Aguirre cuando afirma que en campaña electoral no todo es economía. Pues claro, hay más cosas, como la unidad, el criterio y la organización. Tres pilares que brillan por su ausencia en un partido que ha perdido el norte y que hace tiempo ya que se mudó a Marte, o a Saturno, vete a saber.