La autoridad bajo el punto de mira
¡Porque lo digo yo! No creo que haya habido muchas personas que no hayan escuchado esta exclamación alguna vez a lo largo de su vida. Frase popular y famosa donde las haya ¡Yo tengo el poder y… la autoridad! También se ha oído (y se oye) a menudo ¿Qué denotan estas frases? Exigencia, mandato, norma, imposición de órdenes o deseos implícitos. Servir o servirse de la función desempeñada, también podría valer. Depende de quien la diga y como lo diga. O de quien la escuche y también cómo la escuche.
El Diccionario de la Lengua, para explicar el concepto de autoridad ofrece varias acepciones: “Potestad, facultad”, “Poder que tiene una persona sobre otra que le está subordinada”. También es la “persona revestida de algún poder o mando”. De esta manera, cuando se pide “más autoridad” lo que se reclama es que el poder legítimo intervenga más y de manera más enérgica.
La palabra autoridad tiene origen romano;”auctoritas”, y hace referencia a una antiquísima división de poderes: la del rey y la de los augures. El rey tenía poder ejecutivo, pero sus decisiones tenían que estar de acuerdo con la voluntad de los dioses, que solo los augures conocían. El rey tenía “potestas” (potestad, poder legítimo), los augures, por su sabiduría, tenían “auctoritas”. En este ámbito había (y hay) dos tipos de poder: el poder ejecutivo basado en la fuerza, y otro poder basado en la sabiduría; en el poder de convicción. La diferencia entre poder y autoridad estriba en que el poder puede utilizar la coacción, y la autoridad no. Esta actúa mediante el respeto o la admiración que despierta en otras personas. A un soberano no le bastaba con mandar, necesitaba ser respetado, venerado, reverenciado, por esa razón tenía que convencer al súbdito que no era un mortal como los otros, que estaba elegido por un dios. Lo demostró el gran emperador romano Augusto; su autoridad le permitió ir más allá de donde alcanzaba su poder. A su autoridad, recibida, le añadió su autoridad conquistada o merecida.
Podemos establecer tres conceptos estrechamente ligados: Poder legítimo. Autoridad concedida o recibida y Autoridad merecida.
El poder legítimo. Es aquel que se tiene por ley. Las instituciones conceden a un número de personas la posibilidad de ejercer la potestad o poder, correspondiente al puesto que ocupan. El rey al Presidente del Gobierno, este a sus ministros, estos a sus subsecretarios, y así sucesivamente. El Estado, a los jueces, y estos a los policías. Todos tienen un poder conferido, recibido. Tienen autorización para ejercerlo, son “autoridades” que tienen el poder conferido por el cargo, el puesto o la posición.
Autoridad concedida o recibida. Emana del poder que legítimamente se le ha concedido o se le concedió. Una persona, por el hecho de ocupar un cargo, recibe una autorización para ejercer el poder, y hereda parte del capital simbólico de la institución a la que pertenece. Dependiendo de la época histórica, el respeto hacia las instituciones es alto y en otras bajo, lo que hace que el poder recibido por una persona sea mayor o menor. Pero su autoridad se evapora si esta entra en crisis, si pierde su prestigio, si deja de ser reconocida por la sociedad, si su valor intrínseco deja de percibirse. Cuando uno de sus miembros se comporta indignamente, haciendo mal uso del poder que recibe, no solo lo pierde, sino que su comportamiento afecta al prestigio de toda la institución. Esto es lo que ocurre con muchos de los partidos políticos actuales. O con todos. Y con bastantes, quizá demasiadas personalidades políticas (y no políticas) también. Que pierden su poder, autoridad y prestigio.
El ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero es un caso típico. El PP y el PSOE, de momento, son líderes actuales en este tipo de autoridad, pero la han perdido o la están perdiendo claramente. Y la lista de políticos, ministrillos y politicastros es muy larga. No solo de este siglo, también de tiempos pasados: Antonio Pérez (secretario para Italia de Felipe II), el duque de Lerma (valido de Felipe III), el Arzobispo Carrillo, el Papa Borgia, el arzobispo Palafox de Puebla (México), Fernando VII, la Regente Mª Cristina de Borbón, el partido Radical de Lerroux, Luis Roldán (fue Director General de la Guardia Civil) son algunos ejemplos históricos. Recientemente se ha incorporado a la lista, un ex vicepresidente del Gobierno y ex ministro: Rodrigo Rato y Figaredo. De la justicia, ya hablaremos.
Autoridad merecida. Frente a la autoridad recibida está la “autoridad personal”. Esta no se recibe de nadie, se alcanza por méritos propios; es una autoridad conquistada, un poder personal, ganado por el propio esfuerzo, que no usa medios de fuerza para imponerse. Es la irrupción de la razón, del saber, de la valía personal, de la capacidad de convencer. No provoca la obediencia ni el miedo, sino el respeto, la admiración, la escucha. No pretende imponerse. Es innata en la persona que la posee. Desgraciadamente, pocos la tienen. Hasta la fecha, el actual monarca encabeza esta lista, algunos jueces, ciertos militares de alto empleo y muy pocos políticos engrosan este grupo. Como ejemplos históricos españoles se pueden citar a: Jaime I el Conquistador, Isabel la Católica, su marido, Fernando, Juan Ponce de León, Hernán Cortes, Francisco Pizarro, Núñez de Balboa, el general Juan Prim y Prats, Tomás de Zumalacárregui y de Imaz, Ramón Cabrera y Griñó (el tigre del Maestrazgo), Valentín González González (el campesino), Cipriano Mera Sanz, Emilio Mola Vidal, Francisco Franco Bahamonde y Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, por citar algunos casos.
La autoridad implica disciplina (o al menos debería). Y también respeto. Los conceptos de autoridad, disciplina y respeto (en sí totalmente distintos, aunque complementarios), van, o al menos deberían, ir de la mano en todos los ámbitos. Si no es así, la cosa falla y el entramado se vendrá abajo estrepitosamente, cual castillo de naipes. Eso es lo que pasa actualmente en España, que la población al notar falta de autoridad en ciertos aspectos de la vida cotidiana (o en casi todos), reclaman o piensan que debería haber más autoridad; que el poder legítimo actúe con más contundencia. Han perdido el respeto y la confianza hacia sus gobernantes ¿Actúan con verdadera autoridad los que actualmente dirigen nuestro país? No es fácil dar una respuesta, pero visto cómo actúan y escuchando testimonios de la ciudadanía, no dan un claro ejemplo de autoridad. Dan impresión de blandenguería, laxitud y sin mucha convicción en lo que intentan transmitir, pues muchos, cuando hablan, parece que lo hacen para que les oiga solo el cuello de su camisa o sus incondicionales, hagan lo que aquellos hagan. También dicen lo que la gente quiere oír. Esta no percibe el sentido de autoridad que se supone deben tener. Y tienen poder legal para ejercitarla. Pero sí que actúan (y sobre todo hablan) con autoridad, cuando sus adversarios políticos les atacan y más ahora que se acercan elecciones. Pero no actúan como verdaderos gobernantes, y eso la gente se da cuenta, que no es tonta.
Otro tipo de autoridad; la gubernativa o la de cada Comunidad Autónoma, que ejercita su autoridad para defender sus intereses regionales, y no del todo, ya que emulan a los gobernantes de la nación, que en muchos casos les dan un ejemplo que deja bastante que desear. Y los ciudadanos también lo notan. Por tanto ¿Qué autoridades quedan? Aquellas cuya su misión es la de defensa y ayuda al ciudadano y al conjunto del país; léase las fuerzas de seguridad: (Policía y Guardia Civil) y las Fuerzas Armadas ¿Tienen éstas autoridad? Claro que la tienen, lo que pasa es que actualmente no la ejercen porque las autoridades políticas las tienen atadas de pies y manos y las usan para lo que les interesa. Pero como estas autoridades están sujetas a disciplina, no tienen otro remedio que acatarla, si no lo hacen ya se sabe; estacazo y tente tieso.
Un ejemplo de esa autoridad son las multas de todo tipo que caen inmisericordes y sin solución de continuidad. Y si se protesta, cabe la alta posibilidad que caiga otra sanción. Sin embargo las autoridades gubernativas regionales al no tener que estar sujetas a esa disciplina, hacen lo que les conviene o lo que les mandan los de arriba y no siempre. Pongo el ejemplo de Cataluña ¿Cuántas veces las autoridades catalanes han hecho caso omiso de las órdenes recibidas de Madrid? Muchísimas ¿Ha habido autoridad en este caso? Lamentablemente, no. Y no solo hablo de Cataluña. Hay diecisiete Comunidades Autónomas. La lista sería larga. Pero existen dos organismos específicos que si manifiestan autoridad y la demuestran un día sí y otro también: Hacienda y la Seguridad Social. Solo hay que ver qué cara se nos pone cuando recibimos una carta de cualquiera de estos organismos. De verdadero temor como si de la espada de Damocles se tratara. En resumen: en mi opinión solo hay tres instituciones a los que se les nota su autoridad claramente: Las Fuerzas del Orden Público, Hacienda y la Seguridad Social.
¿Y qué pasa con la justicia? El sistema judicial se beneficia de la acción de jueces con autoridad. Es el reconocimiento de la excelencia. Si lo perdemos, si somos incapaces de distinguir entre lo admirable y lo detestable, entre la dignidad y la indignidad, entre la calidad y la mediocridad, perdemos nuestra capacidad de mejora. Las instituciones sin autoridad, derivan fácilmente hacia el autoritarismo o hacía la anarquía. Ejemplo típico fue el desencadenamiento de la Guerra Civil y de otras muchas guerras, sublevaciones y revoluciones. La mayoría de las veces (por no decir todas) por falta de autoridad. La justicia, en teoría, debería ser una verdadera autoridad, al pertenecer a una institución legítima, pero la realidad es que actualmente no lo es.
En determinados casos las órdenes para actuar judicialmente vienen de más arriba, aunque lo nieguen determinados jueces, incluso políticos y hasta instituciones. Por supuesto que existen jueces que por su manera de actuar, por la profundidad de su saber, el cuidado y la objetividad de sus argumentaciones, la coherencia de su comportamiento, la honradez de su conducta, su valentía para oponerse a presiones, adquieren una autoridad reconocida (aparte de la otorgada). Estos actúan con verdadera autoridad. Esta autoridad se mueve en la línea de la excelencia que aumenta su prestigio, la capacidad de su legítimo poder para cumplir sus metas, pero el número de estos debería ser mucho mayor. La injusticia genera desorden, desconcierto e inseguridad y sino que se lo pregunten a las víctimas que han sido atenazadas por el terrorismo, y en muchas ocasiones (y es de dominio público) no han sido defendidas como se merecían. Ni tratadas con justicia. (Cito aquí el caso Bolinaga por mencionar uno). Y esto se llama desorden, aparte de injusticia. La justicia en más ocasiones de las que debería no funciona como autoridad. Porque hay jueces y jueces. Es lo mismo que un profesor, que no debe esperar respeto de los alumnos por el mero hecho de serlo, sino que debe ganárselo con su comportamiento. El respeto (y como consecuencia la verdadera autoridad) no se tiene por derecho, hay que conquistarlo. Repito: autoridad, disciplina y respeto. Trío que debe ser indisoluble para que todo funcione.
Decía el escritor y abogado romano, Plinio el joven, “No hay autoridad como la que se funda en la justicia y se ejerce por la virtud”. Y Chesterton, escritor y periodista británico, “En la tierra de la anarquía absoluta no hallaréis aventuras, pero en la de la autoridad, cuantas os plazca”.
Concluyendo: En la España actual debemos esforzarnos mucho más en desarrollar la verdadera autoridad. Si no lo hacemos, iremos hacía atrás como los cangrejos. España siempre que ha subido, ha sido gracias a una autoridad clara, firme y demostrada. Ahora, desgraciadamente, no la hay. Nuestros gobernantes, al no ejercer (en muchas ocasiones) la autoridad concedida, son los únicos responsables.
Como siempre todos sus articulos cargados de razón en todo lo que escribe.
Un saludo
Muchas gracias, Sr. tranquilo. Gracias por leerme.
Muy buen artículo José Alberto. Gran disertación sobre la Autoridad y abundante documentación. Lección magistral y muy amena.
Sólo discrepo amistosamente en una cuestión; bajo mi punto de vista no son TRES las instituciones que en España hacen valer y notar su AUTORIDAD, son sólo dos: HACIENDA y la SEGURIDAD SOCIAL, pues las FUERZAS DE ORDEN PÚBLICO perdieron su autoridad hace más de tres décadas. Solo hay que ver los cientos de miles de procesos judiciales por desobediencia y atentado contra la Autoridad.
Un abrazo amigo.
Sr. Román: Me alegra mucho leer sus comentarios. Siempre aprendo de ellos. Con respecto a las Fuerzas de Orden Público; yo diferencio entre la Guardia Civil (GC), la Policia Nacional y la Policía Municipal. Creo poder asegurar que la GC mantiene intacta su autoridad, especialmente la Agrupación de Tráfico, otra cosa es, que como a las Fuerzas Armadas (soy militar de carrera en el Ejército de Tierra), la dejen actuar (que no la dejan y había que hablar mucho al respecto). Con respecto a las otras Policías, me creo lo que dice de la cantidad de procesos judiciales, especialmente con… Leer más »
AUTOR, RA. ( Del lat. auctor, auctoris. ) AUTORÍA. Der. La moderna criminología* ha comprobado estadísticamente la elevada frecuencia con que las conductas criminosas se presentan en forma de coparticipación*, con el consiguiente aumento de su peligrosidad social. Se ha verificado que los delincuentes profesionales y reincidentes suelen operar de manera colectiva y organizada. ( Véase grupos políticos o criminales, bandas organizadas ). Conceptos como lo de Mezger, principalmente adoptado por las legislaciones españolas e italianas ). AUTORIDAD. ( Del lat. auctoritas, -tatis. ) f. Carácter o representación de una persona por su empleo, mérito o nacimiento.2. Postedad o facultad.… Leer más »
Señor Crispín: Yo no soy autoridad de nada. Ni el perro de mi casa me hace maldito el caso. Solo me he limitado a exponer, recopilando datos de varios autores y “autoridades” competentes,una serie de informaciones (totalmente fiables) que creo modestamente pueden ser útiles al lector interesado. Hasta donde yo sé (quizá poco) el cardenal Granvela, apoyado por Carlos V y efectivamente sustituido por Felipe II ocupando el lugar que tenía Antonio Pérez, no tenia dudosas intenciones. Es más estaban clarísimas. Impuso el catolicismo en Flandes por “coj…” y por eso, creo que fue depuesto. Gracias por leerme … y… Leer más »