La casa de “tócame Roque”
Se dice de la casa en la que reina la confusión y se originan frecuentes alborotos y pendencias, porque cada uno hace lo que le parece, tanto si pertenece a ella como si viene de fuera. Así podríamos definir sin temor a equivocarnos, el país al que pertenezco y que se ha convertido de un tiempo a esta parte en “la casa de tócame Roque”.
Pertenezco a un país donde piropear a una mujer es un “delito”, pero insultar, mofarse y silbar el himno nacional es libertad de expresión.
Pertenezco a un país donde silbar o llamar “negro” a un jugador de fútbol de raza negra es un delito, pero llamar “mono”, “madero”, e incluso “hijo de la gran puta” a un agente de policía, es libertad de expresión.
Pertenezco a un país donde llamar “sudaca” a un latinoamericano es un delito, pero llamar a un vigilante jurado con desprecio e indiferencia, “segurata”, es libertad de expresión.
Pertenezco a un país donde llamar “moro” a un magrebí, es un delito, pero llamar “pingüino” a una monja, y realizar películas pornográficas cuyos protagonistas vistan los hábitos de esa monja, es libertad de expresión.
Pertenezco a un país donde está prohibida por ley la venta de material pornográfico a menores de edad, pero donde esos menores pueden adquirir prensa escrita de tirada nacional, donde cientos de anuncios de “relax y contactos”, no son otra cosa que prostitución encubierta.
Pertenezco a un país donde cualquier independentista vasco o catalán puede pasearse por cualquier lugar de España con una ikurriña o una bandera cuatribarrada, pero donde ningún español puede hacer lo mismo con la bandera de España en Cataluña o Vascongadas, sin riesgo de perder la vida.
Pertenezco a un país donde llamar “cerdos” a quienes silban el himno nacional de España puede ser sancionado hasta con 60.000 euros, pero donde un presidente de gobierno como Felipe González pudo llamar “descerebrado” al juez don Marino Barbero, acogiéndose a su libertad de expresión.
Pertenezco a un país donde también es libertad de expresión, que el que fuese presidente de Extremadura Juan Carlos Rodríguez Ibarra, llamase a los jueces “salteadores de caminos”. O que el que fuese alcalde de Jerez de la Frontera Pedro Pacheco dijese que la Justicia en España era un cachondeo. O que el concepto de la Justicia para el juez Gómez de Liaño fuese de “genuflexa, servil y lacaya”.
Pertenezco a un país donde un coronel de nuestro Ejército no puede responder a preguntas de un periodista “que la mayoría de las mujeres que opositan para ingresar en las Fuerzas Armadas no logran hacer las flexiones en el suelo que se exigen”, sin arriesgarse a ser destituido de su cargo como pasó hace años en Gerona, y mientras, el presidente del gobierno Mariano Rajoy opina que los desfiles militares son un “coñazo”, acogiéndose a su libertad de expresión.
Pertenezco a un país donde la selección nacional de fútbol no puede disputar un encuentro en ningún estadio vasco ni catalán obedeciendo a la voluntad de una minoría, mientras esos jugadores vascos y catalanes convocados para jugar en la selección española, sin sentir para nada los colores de nuestro equipo nacional de fútbol, jamás se negaron a percibir los enormes emolumentos que les brinda esa “riquísima” oportunidad.
Tras el polémico artículo del periodista y escritor Josele Sánchez, dicen que el jugador vasco sonreía a su hija mientras sonaba el himno nacional de España. Eso es rigurosamente mentira, y todos, incluidos los máximos representantes del club de la Catedral, lo saben. Otra cosa es si estuvo desafortunado o acertado en las maneras o las formas de dirigirse públicamente al futbolista vasco. Pienso que habrá opiniones para todos los gustos. Pero, esa tierna excusa rebuscada sutilmente para sensibilizar a los que cualquier pretexto les valdría para justificar el linchamiento al autor del artículo, es tanto como decir que cuando Messi escupía en el suelo y volteaba su cabeza mientras sonaba el himno nacional en otra final de la copa de España, solo intentaba acertar con el esputo a un grillo posado en el césped de Mestalla que no dejaba de cantar.
Por favor, no se hagan los ingenuos señores querellantes, porque ustedes, ni se inmutaron cuando en San Mamés se exhibía una pancarta en un encuentro entre su equipo y el Real Madrid, donde España entera pudo leer: “Os vamos a dejar como a Irene Villa”; o cuando en los estadios de fútbol vascos convertidos en “embajadas” del separatismo por decisión de unos pocos y la pasividad de otros muchos, se hace la vista gorda mientras se enaltece el terrorismo con total impunidad, sin que nadie actúe de oficio ni se querelle contra los autores, cómplices y encubridores de esos delitos.
No se les cayó tampoco la cara de vergüenza a esos jugadores vascos que han vestido la camiseta de la selección española de fútbol, cuando en el césped de los estadios vascos y jugando con sus respectivos equipos, se negaron a colocarse el brazalete negro en señal de duelo tras la muerte del legendario Luis Aragonés (DEP), que fue precisamente quien les dio la oportunidad de ser internacionales.
Jamás he visto ni oído arropar una sola vez a las familias de los asesinados por ETA (muchos de ellos forofos del Athletic o del Barcelona), a esos jugadores y directivos que intentan ahora justificar so pretexto de la libertad de expresión, a todos aquellos que ofenden de una manera muy grave a millones y millones de ciudadanos españoles.
Y no vale aquí y ahora, apelar solamente a la cobardía, impasibilidad y falta de reacción de las más altas magistraturas del Estado, no. Cuando los que tienen la imperiosa responsabilidad de responder con contundencia a los ataques que sufre la Patria, no lo hacen, es lógico que surjan ciudadanos de cualquier parte de España como Josele Sànchez que, sin tener esa responsabilidad sobre sus espaldas, se rebele contra lo que considera una burla, una ofensa y un insulto a todo lo que su nación representa.
La frase dirigida en el artículo contra el jugador del Athletic –bajo mi punto de vista-, es una manera de romper el silencio que guardan los medios de comunicación al servicio del poder económico y político, ante lo que supone pasarse por la entrepierna a toda una nación; es una forma de decir “hasta aquí hemos llegado; que se acabó el carbón; que ya está bueno lo bueno; y que estos ataques premeditados, convocados y permitidos por tercera vez ya en pocos años sin que nadie mueva un dedo para impedirlos, ha creado una situación de impotencia para millones de ciudadanos españoles que se hace insoportable, insufrible e inaguantable.
Si ustedes, aforadas y aforados que tienen en sus manos la gobernabilidad del Estado, no frenan de una vez por todas este frente contra España, están contribuyendo con su silencio e inoperancia de forma tácita y silenciosa, a que la ojeriza y el repudio nacional contra los que manifiestan impunemente ese odio, gozando de libertad para poder expresarlo y protección institucional si son víctimas de cualquier respuesta-, vaya inexorablemente en aumento y, quién sabe, si a un enfrentamiento civil.
Certero artículo, una vez más. Así es, señor Román. Estamos instalados, como bien dice Pat, en la cobardía. Nadie se atreve a hablar de esto, a decir lo que de verdad piensa, sino que se escudan en manidas frases repetidas por la tv o la radio, por la propaganda vil de los medios de masas. Nadie quiere reconocer que la actual España es una absoluta cloaca social, donde da asco ver lo que sucede, y donde, si te indignas por todo ello, te miran como a un bicho raro o antiguo. Para mí, y lo digo siempre desde hace muchos… Leer más »
Sr. Román: Para rematar su excelente artículo, tenía que haber añadido (con mis respetos y educaciones): “Yo pertenezco a un país donde a la cultura en todos sus aspectos (Literatura, Historia, Música, Arte, Humanidades, Ciencias, etc.) ni se la valora, ni se la apoya, ni se la potencia y ni se la ayuda económicamente”.
Es más, diría que se la menosprecia y devalúa (esto es de mi propia cosecha).
Muy buena exposición de la triste realidad. ¡Magnífico!
Un saludo amigable.
Totalmente de acuerdo con usted.
La cultura solo es valorada por un sector de la “casta” política, si esa “cultura” es presentada con pretensiones millonarias, y con el marchamo de un grupo de individuos integrados en el clan de “la ceja”, dispuestos a respaldar únicamente los programas de sus financiadores, cuando manejan y administran el dinero público
Un cordial saludo amigo.
Me encanta sus artículos por que es la realidad que vivimos día tras día y muchos callan.
Así es D. Román vivimos instalados en la cobardía y la tiranía de los medios de información, vivimos en la contradicción más absoluta, en la mediocridad que es el refugio de los complejos.
Enhorabuena, le ha quedado un artículazo redondo como la monumental mezquita de Barcelona .