La guerra del aire acondicionado, una cuestión de sexos
Hombres y mujeres regulan de manera distinta su temperatura corporal y no responden del mismo modo ante los aires acondicionados, según han observado investigadores del hospital Universitario de Maastricht (Holanda) que han presentado sus resultados en la revista Nature Climate Change.
La investigación concluye que el cuerpo masculino suele generar más calor que el femenino con un mismo nivel de actividad, por lo que los hombres suelen preferir que el aire acondicionado esté a una temperatura más baja que las mujeres.
Los autores del trabajo recuerdan que los protocolos de climatización de edificios se basan en una normativa establecida hace medio siglo que toma como referencia el metabolismo de un hombre de 40 años y 70 kilos.
Esta discriminación térmica supone una incomodidad para muchas mujeres y provoca problemas de convivencia en los lugares de trabajo, señalan los investigadores. Además, añaden, se gasta más energía para climatizar de la que sería conveniente en muchos casos, lo que supone un gasto económico innecesario para las empresas y un exceso de emisiones contaminantes para el planeta. “Los sistemas de refrigeración y los de calefacción deberían regularse en cada edificio en función de las personas que trabajan en él”, ha declarado por correo electrónico Boris Kingma, primer autor de la investigación.
Estudios anteriores habían observado que los hombres suelen preferir trabajar con una temperatura ambiental unos tres grados más baja que las mujeres. Así, mientras los hombres prefieren -de media- que las oficinas estén a 22 grados, las mujeres se sienten mejor a 25.
Pero ningún estudio había aclarado la causa de esta discrepancia. ¿Es por una cuestión de carácter o de metabolismo? ¿Es que los hombres son más calurosos y las mujeres más frioleras? ¿O es que el cuerpo masculino y el femenino generan y disipan el calor de manera diferente?
La nueva investigación es la primera que relaciona las preferencias de temperatura de hombres y mujeres con el metabolismo de cada persona. Y llega a la conclusión de que la zona de máximo confort térmico es la misma para ambos sexos: cuando la superficie de la piel se encuentra a unos 33 grados.
Ningún argumento, por lo tanto, para pensar que hay un sexo fuerte capaz de tolerar el frío con una sonrisa y un sexo débil que necesita ser arropado para sentirse a gusto. Lo que ocurre en realidad es otra cosa: el cuerpo masculino suele generar más calor interno y necesita más frío exterior para alcanzar la temperatura superficial confortable de 33 grados. El cuerpo femenino, al no producir tanto calor interno, no necesita que la temperatura exterior sea tan baja.
En la investigación, que se enmarca en un proyecto más amplio sobre las preferencias de temperatura de la población femenina, han participado 16 mujeres con una media de edad de 23 años a las que se pidió que realizaran un trabajo de oficina que requería poca actividad física. Les colocaron sensores de temperatura en catorce puntos de la piel y se calculó cuánto calor generaba su cuerpo con un calorímetro. También se analizó qué porcentaje del cuerpo estaba formado por grasa, una variable que afecta a la producción y disipación de calor. Y se les pidió que contestaran una breve encuesta en la que puntuaron su sensación subjetiva de confort térmico.
Los resultados indican que su cuerpo emitía 48 vatios por metro cuadrado (W/m2), una cifra significativamente más baja que los 70 W/m2 que se toman como referencia para personas que realizan trabajo de oficinista sentadas. Ante esta observación, sostiene el investigador Boris Kingma, “los valores de referencia actuales deberían corregirse e incluir los valores reales de las mujeres para reducir el sesgo de discriminación de género en las predicciones de confort térmico”.
Los valores de referencia se establecieron en los años 60 a partir de las investigaciones de Ole Fanger, un pionero en el estudio del confort térmico. Aunque Fanger se dio cuenta de que hay diferencias entre personas en las preferencias de temperatura, llegó a la conclusión de que la mayoría de la población tiene preferencias similares. Como referencia, se tomaron los valores de un hombre de mediana edad.
Cincuenta años más tarde, se sabe que el confort térmico varía según el sexo, según la edad y según el índice de masa corporal de cada persona. Las personas obesas, por ejemplo, suelen disipar peor el calor corporal que las delgadas, por lo que a menudo prefieren el aire acondicionado a una temperatura más baja. Las personas ancianas, por el contrario, suelen generar menos calor corporal y preferir el aire a una temperatura más alta.
Los autores de la investigación recuerdan que el consumo de energía en edificios residenciales y de oficinas representan el 30% de las emisiones globales de CO2 y destacan que sus resultados son relevantes de cara a mitigar el cambio climático. Ignorar las diferencias entre personas, escriben en Nature Climate Change, hace que “los edificios sean energéticamente ineficientes”, ya que sus ocupantes contrarrestan las deficiencias de la climatización abriendo ventanas o poniendo en marcha ventiladores.
Los investigadores defienden mejorar la eficiencia energética de los edificios ajustando la climatización al perfil de sus ocupantes. “Siempre habrá personas que no estén satisfechas con las condiciones ambientales en grandes edificios”, declara Kingma. Pero “en edificios residenciales y de oficinas es posible mejorar”. Por el contrario, en edificios por los que pasa una población amplia y heterogénea, como aeropuertos y centros comerciales, “es más difícil”.
Aun así, habrá que realizar estudios más amplios antes de cambiar las normativas, sostiene Joost van Hoost, de la Universidad Fontys de Ciencias Aplicadas de Eindhoven (Holanda), en otro artículo publicado en Nature Climate Change. Las dieciséis participantes en la investigación son “una muestra pequeña” y “una reevaluación a gran escala puede ser necesaria para convencer” a los distintos sectores implicados en la climatización de edificios.
Además, los hombres debemos llevar los cojones un par de grados por debajo de la temperatura corporal. Ellas no.
Pues poner el aire acondicionado tan bajo es un derroche de energía, contrario a la conservación del planeta…. los hombres que se quejan del calor deberían bajar a trabajar a la calle a pleno sol como los obreros, a ver si se quejan tanto
Además de razones físicas, también influirá que las mujeres suelen llevar ropa más corta, que deja la parte superior del pecho, los hombros, y la parte lumbar al aire, además de falda corta. Un hombre oficinista suele llevar pantalones y camisa de manga larga.