Armando Robles, con el tricornio utilizado por Antonio Tejero durante el 23-F de 1981

Por José L. Román.- Hay preguntas que justifican una existencia. Este es el caso de Alerta Digital. Seguro que más de uno de ustedes se preguntarán, ¿de no existir Alerta Digital, cómo nos enteraríamos de lo que los medios del sistema silencian y omiten? ¿Qué información nos llegaría? ¿Podríamos hacer públicas nuestras opiniones en algún otro medio? ¿Qué medio informativo del sistema estaría ejerciendo la defensa en España de nuestras señas de identidad? La respuesta creo que está en la mente de todos, nos enteraríamos solamente de aquellas noticias catalogadas y refrendadas por el sistema y el bipartidismo como políticamente correctas. Seguiríamos escuchando y leyendo la vieja cantinela creada por el sistema y el bipartidismo, para que ninguna otra opción que no sea alguna de las suyas, pudiesen ver la luz, sobre todo, las que surgiesen como proyecto en defensa de lo que el PP no tiene interés ni valor de defender. Tampoco podríamos hacer públicas nuestras opiniones en ningún otro medio, porque nos aplicarían la censura más rigurosa o la condena al ostracismo y al silencio, como suelen hacer especialmente los medios afines y lacayos del Partido Popular como 13tv, donde fingen defender un proyecto nacional para confundir a la opinión, pero que abren sus estudios al líder de Podemos, mientras cierran sus puertas al director de Alerta Digital como presidente de “Soluciona”.

Si no existiese Alerta Digital, nadie de los que tienen cierta responsabilidad al frente de un medio de comunicación al servicio del sistema, defendería, poniendo en riesgo su vida y su hacienda, la idea, hoy tan defenestrada, de que ser español y poder continuar siéndolo, es muchísimo más importante que ser del PSOE o del PP.

De no existir este medio, no hubiésemos recuperado, en parte, la ilusión y la esperanza de volvernos a unir todos los españoles para que España no se rompa, y para que el pueblo al que pertenecemos y del que todos somos hijos, deje de ser vilipendiado, insultado, pisoteado y destruido por sus enemigos históricos.

Es evidente que de no existir Alerta Digital, ignoraríamos por ejemplo, la preocupante cifra de suicidios de hombres españoles, víctimas de la ruina moral y económica tras una sentencia de divorcio.

Ignoraríamos, el número de hombres españoles que son asesinados por su esposa, compañera o pareja, desde el momento que los medios de comunicación solo contabilizan las muertes de mujeres que se derivan de lo que han denominado “violencia machista”.

Ignoraríamos, los ataques y agresiones que sufren aquellos que se sienten españoles -y cuyo sentimiento son muy libres de expresar públicamente-, sin que ninguna formación política proteste contra este tipo de ataques y agresiones, por considerar a las víctimas fascistas y de extrema derecha.

Ignoraríamos, el colapso que sufren nuestro sistema sanitario y educativo, con motivo del efecto llamada a la inmigración ilegal aplaudido por la izquierda y consentido por la derecha, cuando aquí contamos con seis millones de desempleados y un millón de hogares sin ningún tipo de ingreso, y cuando el gobierno aplica brutales recortes en sanidad y educación para los hijos de España.

Ignoraríamos, que la extrema izquierda española se moviliza a través de las feministas para asaltar capillas e iglesias y manifestarse a favor del aborto, mientras esas feministas muestran un respeto exquisito hacia la religión islámica, guardando un mutismo absoluto ante las excarcelaciones de los criminales y violadores más repugnantes de nuestra historia.

Ignoraríamos, que somos el hazmerreír de la U€, claudicando y cumpliendo sin rechistar sus normas y sentencias, mientras se nos exigen reformas laborales y recortes monstruosos, y sigue sin resolverse el contencioso sobre Gibraltar.

Ignoraríamos, que el sistema constitucional solo ha servido para romper España, para que los independentistas y terroristas se sienten en las instituciones; y para que los parásitos de la política alcancen la prosperidad soñada, mientras el pueblo, arruinado, desahuciado, sin empleo y con una deuda eterna, sufre el desencanto, la desesperación y la angustia, hasta el punto de que los jóvenes mejor preparados tienen que emigrar a otros países en busca de una salida, y pagar impuestos allá donde se establecen.

Y también ignoraríamos, que los últimos acontecimientos que se vienen desarrollando a raíz de las guerras provocadas en Iraq, Libia, Egipto o Siria, con ese flujo migratorio que llama a las puertas exclusivamente de Europa sin pasar tan siquiera por los países más ricos del mundo pero de su misma religión, obedece a una estrategia perfectamente diseñada por el mundialismo, para el suicidio colectivo de Europa, y acabar así con nuestra civilización cristiana y occidental.

Contar noticias que incomodan a los poderosos, es privilegio de los medios de información libres, y de fotógrafos y periodistas valientes y honestos, como contrapeso del ejercicio público del poder, de lo contrario, ¿quién se enteraría de lo políticamente incorrecto?

Aquí hemos sido testigos de los linchamientos y ataques furibundos contra Armando Robles y muchos de sus colaboradores, por el solo hecho de contar las verdades que los poderosos y sus lacayos no quieren leer ni escuchar. Las portadas de AD incomodan y son consideradas “incendiarias” ante los ojos de los que conforman la “parasitocracia”. Pero sin embargo, como español, y como ciudadano de ese sector del pueblo llano y trabajador, yo me pregunto, ¿acaso no son noticias “incendiarias” las de un fotógrafo de guerra y un corresponsal en zona de conflicto bélico, cuando dan testimonio de aquello que nos gustaría que no fuese realidad pero que desgraciadamente lo es? ¿No es ese trabajo un paso adelante para que los hechos relevantes se conozcan, y así contribuir a que los lectores ejerzan su influencia en las urnas, para que esos hechos dejen de tener lugar y de existir?

Arthur Miller, dramaturgo y guionista estadounidense (1915-2005) dijo que “un buen periódico es una nación hablándose a sí misma”, de ahí que el diálogo debe ser autocrítico, capaz de tocar los puntos que quisiéramos que no estuvieran, pero que ahí están. Es como cuando nos levantamos y al vernos en el espejo comprobamos que no todo lo que vemos nos agrada, pero ahí está, nosotros lo sabemos, y gracias a tener conciencia de ello podemos hacer algo para modificarlo o para aceptar lo que está más allá de nuestras posibilidades. Pero si no tuviéramos un espejo, ¿cómo nos enteraríamos?