Ahora se cumplen veinte años del descubrimiento de las graves corruptelas del que fuese Director General de la Guardia Civil con los socialistas. Demasiado gruesa la estela dejada como para que pueda ser borrada después de dos décadas, cuando sabemos que sus colaboradores y amiguetes se fueron felizmente de rositas.

Sesenta y siete Cruces Rojas al Mérito de la Guardia Civil, pensionadas con carácter vitalicio con el 15% del sueldo, y que en teoría solo pueden concederse en acciones que conlleven “ineludible riesgo de perder la vida o resultar mutilado para el servicio”, fueron concedidas a capricho de un taxista aragonés, al que de la noche a la mañana nombraron “excelentísimo” señor Director General de la Guardia Civil. A saber:

Un ministro; un secretario para la seguridad; catorce generales; dos coroneles; siete tenientes coroneles; dos capitanes; un brigada; cuatro sargentos; cuatro cabos primeros; y sólo dos guardias civiles (el escolta de Roldan, y el chofer de su esposa). Asimismo, un director general de la Policía; diez Jefes Superiores de Policía; once comisarios; dos Inspectores Jefes; tres subsecretarios; un subdirector operativo de Policía; y el ex secretario de Roldán en la Delegación de Gobierno de Navarra. Miles de euros siguen transfiriéndose todavía desde el erario público anualmente, para satisfacer el abuso de poder de aquel indocto y corrupto socialista.

  Pues bien; como resulta que nada ha cambiado y el bipartidismo sigue instalado en las instituciones, la historia se repite de nuevo. Ocho comisarios del Cuerpo Nacional de Policía, ya jubilados, han sido condecorados por el señor Cosidó con la máxima distinción y el visto bueno del gobierno y su “estado mayor”. Ocho Cruces al Mérito Policial con Distintivo Rojo que llevan aparejada una pensión vitalicia, cuelgan ahora del pecho de los ocho comisarios agraciados, a cargo de las escuálidas faltriqueras de los contribuyentes españoles.

Insisto, este tipo de condecoraciones, sólo se deberían conceder a título póstumo por muerte en acto de servicio; por haber puesto en riesgo la vida demostrando una heroicidad manifiesta, o por haber quedado mutilado para el servicio. Así lo regula la Ley 5/1964, de 29 de abril. Para cualquier componente del Cuerpo que no reúna las condiciones anteriores, existen otro tipo de condecoraciones y distinciones exentas de compensación económica.

Desde los “héroes” de Roldán a los de Cosidó, pasando por Rubalcaba, han transcurrido veinte años, pero todo sigue igual. Los fieles lacayos, genuflexos y serviles vestidos de uniforme, al servicio del poder político, deben ser recompensados convenientemente. Pero, ¿cómo pueden justificar el premio los políticos de turno, si los condecorados carecen de los requisitos necesarios al haberse pasado la mayor parte de su vida profesional en un despacho climatizado? Pues de ninguna manera, firman la propuesta y punto.

Cuando todavía no han sido invalidadas ni anuladas las medallas otorgadas por Roldán, que le cuestan anualmente al erario público cientos de miles de euros, vuelven a contentar a unos policías que por encima de servir a la sociedad, sirven al poder político para trepar, situarse, y conseguir una condecoración que, para otros compañeros, supuso el broche de su funeral.

Condecorar a estos comisarios, colocándolos a la misma altura que por ejemplo al agente Victor Regalado, que poniendo en riesgo su vida salvo la de un ciudadano en el metro de Madrid; o a Vanessa Lage Carreira, quien murió por disparos de un atracador en Vigo y donde su compañero de patrulla Vicente José Alló Barona, también resultó gravemente herido, me parece de lo más indigno e inmoral que puede realizar un Director General de la Policía.

Las calles de la droga, de la prostitución, de los ajustes de cuentas, de las mafias, del crimen organizado, de la inmigración ilegal, de los desahucios, de la mendicidad y de la corrupción, quedan asignadas únicamente a los que para ser acreedores de tan alta distinción, tendrán que derramar su sangre. En el país de “la democracia del crimen”, salir de servicio para mantener el orden y dar si es preciso la vida por los demás, ya no cotiza. Ahora bien, lamerle el culo al político de turno para ser elegido en consejo de ministros y ocupar los destinos más codiciados, eso sí, eso puede tener como recompensa una distinguida condecoración pensionada.