La grave crisis del PP a dos meses de la elecciones
El PP vivió ayer un miércoles negro, otro día de profunda desolación sin que la causa fuera esta vez un mal resultado electoral o un caso de corrupción. Las explosivas declaraciones de Montoro, la dimisión de Arantza Quiroga en el PP vasco y los coletazos de la renuncia pública de Cayetana Álvarez de Toledo a ir en las listas con Mariano Rajoy como presidente -publicada también en este periódico- provocaron una tormenta descomunal. Un nuevo estallido interno que abunda en la crisis abierta tras las elecciones catalanas, cuando la victoria de Ciudadanos sobre el PP sumió al partido en una profunda depresión, que se agravó con la dispar reacción de José María Aznar y de Mariano Rajoy. Desde el 27-S los populares no han conseguido levantar cabeza. Arrastran casi un mes envueltos en continuas polémicas con un denominador común: todas han sido provocados por ellos mismos.
Ayer Montoro, Quiroga y Álvarez de Toledo compitieron como blanco de las críticas de sus compañeros de partido. Pero ganó el ministro de Hacienda. El partido que sustenta el Ejecutivo se quedó sin aliento al leer como uno de los suyos, un pata negra, arremetía contra los compañeros que se “avergüenzan” de las siglas del PP y sobre todo contra los que reniegan de una gestión de cuatro años que, en opinión de Montoro, ha costado sangre, sudor y lágrimas. Sin duda alguna, habló el ministro, no el militante.
Llevaba muchos meses “interiorizando” el discurso, explican en su círculo más próximo. Reflexionando, analizando y preguntándose el porqué del desafecto que ha germinado en una ciudadanía a la que a la postre -mantiene- se ha salvado de los efectos arrasadores de una crisis que conducía al país al rescate y ahora se aleja cada vez más.
Cristóbal Montoro se rebela. Y lo hace contra todo y contra todos. Sin medir las consecuencias. Él, que afirma ser quien mejor conoce “la calle” porque no en vano controla el bolsillo de los españoles, cree que “ha llegado el momento” de recordar que ha sido la labor “durísima” del Gobierno la que “ha puesto ruedas a la recuperación y al crecimiento”. Y no se resiste a permanecer callado.
“Ahora es el momento”, insiste, “en el que todos debemos trasladar a los ciudadanos que lo que se juegan es precisamente esa recuperación y la unidad de España”. Ése y no otro es, según el ministro, el sentido de los argumentos que vertió en las páginas de este periódico.
Montoro quiere que el Gobierno reaccione, que el PP responda, que “explique, explique y explique” todo lo que se ha hecho. Su sensación es que no se defiende la gestión económica con suficiente convicción y que la dirección del partido ni siquiera conoce bien los datos.
En su formación las palabras del ministro de Hacienda sonaron mal, muy mal. Levantaron auténticas ampollas. El vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Casado, fue muy explícito en sus comentarios: “No gasto ni un minuto en mirarnos el ombligo -dijo-. Nos pagan por resolver los problemas de la gente y lo que se comente entre nosotros queda entre nosotros”.
Desde junio, con más o menos éxito, la nueva dirección popular intenta insuflar algo de aire fresco en el partido, mejorando la comunicación y abriendo espacios de debate. Pero durante este tiempo han tenido que lidiar con injerencias del Gobierno o con problemas internos sobrevenidos. Antes de las elecciones catalanas fue el ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo quien se descolgó con su propuesta de reforma constitucional y su participación en el debate con Oriol Junqueras. Ahora, las disquisiciones de Montoro y la crisis del País Vasco. Un dirigente popular apelaba ayer al acto del sábado en Toledo con Mariano Rajoy como punto de inflexión para recuperar la “iniciativa”.
El PP entiende que, a dos meses de las generales, no era “el momento” para que el ministro de Hacienda lanzara su diatriba y tampoco para que Quiroga reformulara la posición sobre la paz en el País Vasco. En el caso de Montoro se añade que a lo largo de la legislatura ha generado mucha antipatía en el PP. Por su falta de sensibilidad con los dirigentes territoriales mientras -critican- se sostenía financieramente a Cataluña, por su férrea disciplina del déficit público y por sus regañinas públicas a algunos sectores sociales. En junio, cuando el partido vivía pendiente del cambio de Gobierno, algunos líderes regionales mantenían que el único realmente efectivo era “quitar a Montoro”. Pero, pese a la ferocidad de algunas de las valoraciones internas sobre él, el ministro siempre ha gozado del respaldo de Rajoy.
No obstante, todo lo que ha sucedido en las últimas horas en el PP -Montoro, Quiroga, Álvarez de Toledo- ha ocurrido sin que nadie en la cúpula del PP lo impidiera. A la espera de que el presidente regrese de Nueva York, tras asistir al Consejo de Seguridad de la ONU, para poner orden, la imagen que se ha trasladado en los últimos días es la de un partido “descontrolado”. Fuentes del PP aseguran que “no hay mando” y achacan a esta circunstancia las salidas de tono de los ministros. Y eso que desde que Rajoy preside los comités de dirección y su jefe de gabinete es el jefe de campaña si de algo se hace gala en el PP es de “mayor coordinación”. En las últimas 24 horas en las filas del PP se ha apelado a Rajoy pero también a la omnipresente figura de Moragas, también en Nueva York. “¿Dónde está el jefe de campaña?”, preguntaban ayer fuentes del PP.
Pero no sólo ellos dos son objeto de reproches en el partido. A la secretaria general del PP,María Dolores de Cospedal, se le afea que no haya conseguido la continuidad de Quiroga. La explicación que ofrece la dirección es que era una “decisión personal”, que ella tenía tomada desde el jueves.
Con el PP en estado de shock, el Gobierno se tomó con otro ánimo la “reflexión” de Montoro. La repercusión en la primera liga, la que ocupa los despachos ministeriales y se sienta en torno a la mesa del salón noble de Moncloa, fue distinta. Para el núcleo duro de este grupo, el que siempre ha tenido como imán a la vicepresidenta del Gobierno, las palabras del ministro de Hacienda han servido de estímulo. “Tiene razón”, aseguraba uno de ellos: “Tenemos que levantar la cabeza, todos, nosotros y el PP”.
En este equipo hay, sin embargo, al menos un damnificado, José Manuel García-Margallo, que ayer intentó encajar los reproches acerados de Montoro tachándolos de simple “broma”. Pero no es así. En el Gobierno hace tiempo que critican la tendencia de Margallo, amigo de Rajoy, a jugar de líbero invadiendo el terreno asignado a otros, especialmente el de color económico.
Casualidad o no, ayer, apenas unas horas después del desayuno con la entrevista de Montoro, la número dos del Gobierno celebraba en el propio Congreso, con la presencia de uno de los ministros que le son más fieles, Alfonso Alonso, un acto demostrativo del trabajo de toda una legislatura: las 100 leyes que han cambiado el panorama del país, un ejemplo del reformismo decisivo que venderá el propio Rajoy en la campaña electoral. Un acto con argumentos como lo que Montoro exige que defienda todo el PP, y que muchos en el partido consideran insuficientes para ganar.
El mariconazo de Rajoy, que se escuda detrás de los tribunales, y dicta leyes, sin la aprobación de ningún otro partido, a las carreras, y para poder atrapar a Mas en su impulso democrático, tiene mucha envidia de los huevos cuadrados de Artur Mas.
El PP rompe a España ¡y lo hace muy bien!
Junta de ladrones y rufianes.
” MAS NO ACATARA LA SENTENCIA SI CATALUÑA YA ES INDEPENDIENTE”
Chúpate esa!, es una obviedad?, un deseo no expresado?,
No, es el titular del ABC de hoy, la expresión escrita en mayúsculas de los FINES ULTIMOS, (uno claro por el que se idea el título VIII de la Constitución, la división de España) de la prensa subvencionada y corrupta del régimen del 78.
Te equivocaste de foro?
jejejeje
Ahora ya puede cambiarse el apellido como los maketos acomplejados, de Arantza Quiroga a Arantza Kiroga, e ir a las manifas de los batasunos.
Mejor cambiate tú de ‘apellido’ y deja de llamar la atención sobre tu ano.
Mira quien fue a hablar, ¿sabes el significado de “ass” en inglés?