Además de los programas electorales, los reclamos publicitarios que lanzan los partidos políticos para atraer el voto, resultan de lo más variopinto: “Pon tu voto a trabajar”; “Si votas por mí, votas por ti”; “Todos salimos ganando”; “Vota por el cambio”; “Con cabeza y corazón”; “Súmate al cambio”; “OTAN, de entrada no”; etc. Estos anuncios a través de radio, televisión y cartelería, van dirigidos a todos los que tienen derecho a emitir el sufragio, independientemente de su condición, estrato social o situación penal, económica y laboral.

Todos recibimos en nuestros respectivos domicilios decenas de cartas personalizadas con el mensaje meticulosamente estudiado, por los que aspiran a situarse en la ubre del Tesoro en nombre de su partido. Por el contrario, no todos los ciudadanos analizamos esos mensajes ni leemos detalladamente uno por uno todos los programas electorales. Esta faceta, que considero muy importante, dependerá del interés, la capacidad, el nivel académico-cultural y la formación recibida, para entender lo que supone sostener con nuestro voto y nuestro dinero, una democracia con 465.000 cargos políticos. Curiosamente, hay un enunciado en el que coinciden todos los partidos: “Lo importante es que la gente acuda a votar masivamente” ¿Lo pillan?

Un altísimo porcentaje de ciudadanos acuden a las urnas cada cuatro años, sin estar preparados o capacitados para ejercer el voto con buen criterio y responsabilidad por carecer de un nivel básico de formación y comprensión. Y sin embargo, nos asombramos al conocer los resultados tras unos comicios. Nos seguimos preguntando cómo es posible que una mayoría de votantes, insista en seguir apoyando políticas que resultan nefastas para la nación y para el conjunto de la sociedad, respaldando a partidos políticos cuyos miembros, insertos en procesos por corrupción y latrocinio, colapsan los juzgados. Nos seguimos preguntando por la razón que puede llevar a un sector de la sociedad, a respaldar doctrinas ideológicas responsables de ríos de sangre inocente.

Pues bien; dejando aparte los fanatismos, que los hay; los clientelismos, que los hay; los estómagos agradecidos, que los hay; y los fieles amantes de la parasitocracia que mucho tienen que ver con el tipo de democracia que tenemos, ahí van algunos casos verídicos que servirán como ejemplos, para lograr entender lo que sucede en España después de cada cita con las urnas:

 1.- Antes de que se pusiera en servicio la retirada del viejo televisor por el mismo proveedor que nos suministra el nuevo, un ciudadano compró un moderno aparato en color, para disfrutar del Mundial de fútbol de 1982. Para librarse del viejo, lo dejó frente a su domicilio con un cartel en el que se podía leer: “Gratis. Si lo quiere puede llevárselo”. El aparato permaneció allí durante tres o cuatro días sin que la gente que pasaba estuviera muy interesada. El hombre llegó a la conclusión de que nadie creía en la oferta. Era demasiado buena para ser verdad, por lo tanto, cambió el mensaje del cartel: “Televisor usado en buen estado. Lo vendo por 500 pesetas” ¡Al día siguiente desapareció!

Pues bien; el que finalmente se llevó el televisor, seguro que también acude a depositar el voto en la urna cada cuatro años.

 2.- Buscando viviendas en alquiler, un ciudadano le preguntó a la empleada de una inmobiliaria acerca de la orientación de una vivienda. El hombre quería que el sol hiciese acto de presencia por las ventanas de la casa hasta la hora de almorzar.

– ¿Dónde queda el Norte? Pregunto el cliente.

La empleada, contestó de inmediato con otra pregunta:

– ¿Acaso el sol sale por el Norte?

El cliente sorprendido, le explicó que el sol sale por el Este desde hace mucho tiempo. Entonces la de la inmobiliaria le dijo:

– Yo no estoy muy al tanto de ese tipo de cosas.

Pues bien; esta también vota.

 3.- En una Central de Servicio Técnico se recibe una llamada de un ciudadano preguntando por el horario de atención al público del mencionado Servicio. El empleado del Centro contestó lo siguiente:

– El número al que usted llama está disponible 24 horas al día los siete días de la semana.  A lo que el llamante preguntó:

– ¿Hora de la Península o de Canarias?

Otro que también vota.

 4.- Dos trabajadores de una industria papelera, se encontraban almorzando en el comedor de la empresa para la que trabajaban, cuando oyeron a una de las secretarias de administración que hablaba sobre las quemaduras que había sufrido producidas por el sol, con ocasión de viajar muchos kilómetros a bordo de un descapotable:

– Nunca pensé que el sol podría quemarme estando el coche en movimiento.

Otra que también vota.

 5.- Un ciudadano que acababa de llegar al aeropuerto de Madrid-Barajas procedente de Londres, no encontró sus maletas en la cinta de recogida de equipajes. Para informar de la incidencia, se dirigió hasta el mostrador de atención al cliente de la compañía, que en esos momentos estaba siendo atendido por una bella señorita:

– Buenas tardes. Dígame caballero.

– Buenas tardes. Pues resulta que mis maletas no han aparecido en la cinta de recogida de equipajes. Ella sonrió diciéndole que no se preocupara, que la prioridad de su empresa era atender a sus clientes con profesionalidad, y que por lo tanto estaba en buenas manos. Y añadió:

– Solamente dígame una cosa, ¿su vuelo ya ha aterrizado?

Otra que también vota.

 Estos cinco ejemplos, son solo parte del resultado de los sistemas educativos de esta democracia, que nos ha colocado en penúltimo puesto del ranking europeo por nivel académico. El declive sufrido por la enseñanza en nuestro país alcanza hoy proporciones muy preocupantes. La explicación a esta debacle podemos encontrarla al repasar las aventuras y desventuras de personajes que, a lo largo de más de tres décadas, dejaron su granito de arena a su paso por el ministerio de “incultura”. Por ejemplo Carmen Calvo. Esta señora, catapultada caprichosamente por el ínclito ZP al gobierno de España, en una sesión del Senado el 9 de febrero de 2005, reprendió a un senador (Juan Van-Halen Acedo) que previamente en su discurso había utilizado el vocablo latino “dixit” (dijo), diciendo que a ella nunca se le ocurriría referirse a él por “Dixi” o “Pixi”, personajes de animación de los años 60 (Pixie y Dixie).

La fama de Carmen Calvo tuvo su punto más álgido tras el expolio del archivo de Salamanca para trasladarlo a Cataluña en 2005, y también porque solía acudir siempre a sus raíces culturales para soltar sus perlas. Por ejemplo:

-“La lengua española está llena de anglicanismos”.

-“Yo he sido cocinera antes que fraila” (Mallorca, marzo de 2005).

-“Las señoras tienen que ser caballeras andantes, quijotas manchegas.

-“El Rocío es la expresión de la primavera en el Mediterráneo”.

– “Me gusta madrugar para poder pasar más rato en el baño: allí leo el periódico, oigo la radio, oigo música y hablo por teléfono con alcaldes en bragas”.

– “Yo transmito que soy muy yo, y que voy de yo por la vida. Soy una tía a la que no doblan. Yo no renuncio a mis vaqueros ni a nada. Cuando deje de ser ministra seguiré siendo yo, que es mi verdadero cargo.”

– “Un concierto de rock en español hace más por el castellano que el Instituto Cervantes” (número 58 de Rolling Stone para España, 1 de diciembre de 2004).

– “La cultura no puede ser ni gratis, porque los creadores tienen que vivir de ella, ni cara, para que todos podamos acceder a ella. Por eso, hay que lanzar un mensaje esperanzador a los jóvenes, que son quienes cometen más estas actividades delictivas, porque su poder adquisitivo es menor y sus necesidades culturales más amplias” (abril de 2006, presentando el Plan Integral Antipiratería del Gobierno).

En otra ocasión acuño el siguiente “pensamiento filosófico”:

-“Estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie” (entrevista en ABC, el 24 de mayo de 2004).

Y, en otro orden de cosas, nunca dejó de doctorarse:

-“Los niños van acostumbrando su mirada a ver piezas inmensas de escultura”.

-“Esperemos que el libro se abarate entre que llega la gratuidad”.

Pues bien; esta señora, aunque parezca increíble, es licenciada en Derecho Público por la Universidad de Sevilla y doctora en Derecho Constitucional por la Universidad de Córdoba, donde ejerció como profesora titular, y como secretaria y vicedecana de la Facultad de Derecho. También ocupó el cargo de secretaria del Instituto Andaluz Interuniversitario de Criminología.

Ahora, juzguen ustedes.