Legislan contra el cristianismo y contra la Ley de Dios
Dice el artículo 16 de la Constitución que “los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española”.
Tales creencias, salvo en algunos supuestos muy minoritarios e irrelevantes, son las creencias de signo cristiano y católico, y estas creencias suponen una relación de verdades que se asumen por la Fe, y una pauta de comportamiento que exige la ética objetiva. El dogma y la moral, el Credo y los Mandamientos, constituyen el contexto tradicional religioso de España.
Conforme al texto constitucional –con independencia del laicismo oficialista, puesto que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”- los poderes públicos deberían tener en cuenta la Fe y la Moral cristianas de nuestro pueblo. Pero, he aquí la gran mentira. Porque si, efectivamente, los poderes públicos tienen en cuenta tales creencias religiosas tal y como de forma literal dice el texto, la realidad es que las tiene en cuenta, pero no para protegerlas o al menos para respetarlas, sino para ofenderlas y destruirlas.
Los ataques a la Fe son constantes. No sólo se ha tratado de arrancar esa Fe a nuestros hijos por medio de una educación en la que no juega para nada lo transcendente, sino de burlarse con ofensa de lo más sagrado. A las profanaciones y sacrilegios impunes, se añade la proyección de películas, recordarán ustedes, como aquellas de “Yo te saludo María”, en la que se presentaba a la Virgen como una prostituta obsesionada por el sexo, o a monjas y religiosas siempre en actitud pornográfica, que es un insulto imperdonable a esas mujeres que ofrecen su vida al servicio de enfermos terminales, ancianos y niños desamparados.
Los ataques a la Moral son tan evidentes, que da la impresión de que una conjura en pleno y libre ejercicio, se puso en marcha para corromper a nuestro pueblo, y para habituar a que toleren y se resignen a la corrupción, aquellos españoles que todavía permanecen inmunes.
La izquierda sigue con su obsesión enfermiza de perseguir todo atisbo religioso de signo cristiano y católico, legislando contra la Ley de Dios. Si a eso se añade, que la ambigua, acomplejada y cobarde derecha, centro derecha o derecha liberal representada por el Partido Popular, no tiene el valor de enfrentarse a esa izquierda proabortista y anticristiana que asalta capillas, agrade a sacerdotes y se opone a toda tradición religiosa de signo católico, pues resulta, que los católicos españoles que dieron su voto mayoritariamente al señor Rajoy confiando en que cumpliría sus promesas electorales, no solo han sido abandonados a su suerte por el Partido Popular, sino que ahora mismo se encuentran huérfanos y sin representación política en el parlamento.
Todo esto nos ha llevado a una triste realidad, y esa realidad no es otra, que todos éstos, que frente al terror islamista nos hablan de la unidad de los demócratas, para eludir invocar a la unidad de los españoles, censuran la pastoral de un obispo como el Alcalá de Henares o al cardenal arzobispo de Valencia, mientras guardan silencio absoluto sobre los cientos de miles de cristianos degollados públicamente en cualquier latitud del Planeta, la mutilación de las niñas, los matrimonios forzosos entre adultos y niñas, la lapidación de las mujeres y el ahorcamiento de los homosexuales, que son prácticas habituales de aquellos a quienes los de la izquierda española toleran, “alimentan” y hasta defienden.
Y, hasta donde nos conduce todo esto, pues permítanme que comparta con ustedes un corto relato, para ilustrar de forma breve y sencilla la decadencia moral y espiritual de nuestro pueblo. Una sociedad egoísta, codiciosa y deshumanizada –que nunca fue antes la sociedad española-, es hoy una sociedad condenada inevitablemente al desastre. Este estado de violencia pública y de deshumanización –hay que decirlo alto y claro-, es una situación límite a la que nos ha conducido el sistema constitucional de 1978. El relato dice así:
“Don Enrique, un buen hombre vecino de un pueblecito madrileño, era ya un anciano cuando falleció su esposa. Durante más de cuarenta largos años había trabajado con ahínco en la hostelería, para sacar adelante a su familia. Su mayor deseo era ver a su hijo convertido en un hombre respetado por los demás, proyecto al que dedicó su vida y todos sus recursos.
A los setenta años de edad, y después de haber trabajado toda su vida, don Enrique se encontraba prácticamente sin fuerzas, sin esperanza, sólo, y lleno de recuerdos. Esperaba que su hijo, ahora brillante profesional del periodismo, le ofreciera su apoyo y su comprensión, pero tristemente, veía pasar los días, los meses y los años, sin que su hijo mostrase la más mínima muestra de acercamiento. Un día, don Enrique decidió visitar a su hijo y a sus nietos.
El anciano llamó a la puerta de la casa de su hijo, y éste salió a abrirle.
-¡Hola papá! No te esperábamos, que extraño que vengas por aquí.
-¿Qué tal hijo? Sabes que no me gusta molestar, pero, me siento tan sólo. Además, estoy muy cansado y viejo.
El hijo, un tanto sorprendido, hizo entrar a su padre en la casa al tiempo que le decía:
-Pues a nosotros nos da mucha alegría que vengas a visitarnos. Sabes muy bien que esta es tu casa.
-Gracias hijo –contestó el anciano-, sabía que podía contar contigo, aunque si te digo la verdad, temía ser un estorbo para vosotros.
-¿Estorbo? Para nada papa. Contestó el hijo.
-Entonces, ¿no te molestaría que me quedase a vivir aquí con vosotros? Estoy tan solo.
De pronto al hijo se le cortó la respiración.
-¿Quedarte a vivir aquí? Bueno, no sé si estarías a gusto, tú sabes que la casa es pequeña, mi esposa es muy especial y, luego están los niños… ya sabes.
Don Enrique, con mucha calma pero algo contrariado, le dijo a su hijo.
-Mira hijo, si mi estancia en esta casa pudiese menoscabar vuestro vínculo, y causar molestias, olvídalo. No te preocupes por mí, alguien me tenderá su mano.
El hijo de don Enrique se excusó rápidamente diciendo.
-No papa, no es eso. Solo que…, no se me ocurre donde podrías dormir. No puedo sacar a nadie de su habitación, mis hijos no me lo perdonarían. A menos que no te moleste…
-Dime hijo, ¿que no me moleste, qué?
-Bueno, me refería, a que si no tendrías inconveniente en dormir en el cuarto trastero.
-¿Dormir en el trastero? Pues claro que no me molesta, el trastero no está nada mal, he dormido en sitios peores.
El hijo de don Enrique, llamó entonces a su hijo mayor, Luis, de once años de edad.
-Dime papá.
-Mira hijo, tú abuelo se va a quedar a vivir con nosotros.
-Eso está muy bien, pero, dime papá, ¿dónde dormirá el abuelito?
-Pues dormirá en el trastero, no quiere que nos incomodemos por su culpa. Ya sabes como es. Así que, manos a la obra. Voy a preparar su cama. Trae un juego de sábanas y una manta para que por la noche no pase frío.
-Enseguida papá.
Entonces, Luis, el nieto de don Enrique, subió al desván a por la manta para su abuelo. Cogió unas tijeras y cortó la manta por la mitad. En ese momento llegó su padre:
¿Qué haces hijo, te has vuelto loco? ¿Por qué has cortado la manta por la mitad?
-Sabes papá, estaba pensando…
-¿Qué pensabas? Preguntó el padre.
-Pues estaba pensando guardar la mitad de esta manta, para cuando tú seas viejo como el abuelo, y te vengas a vivir a mi casa.
De pronto se hizo el silencio”.
Esta historia nos deja entrever, que cada uno de nosotros recoge lo que siembra. Si siembras el mal, recoges el mal. Pero si resulta que ese mal ha sido deliberadamente inculcado por los poderes públicos, convirtiendo la semilla para la siembra es cáscara muerta vacía de contenido; dejando la tierra sin los nutrientes necesarios; y el riego no es abundante ni sistemático, es evidente que esa semilla nunca germinará de forma natural, con fuerza y vitalidad, y por consiguiente, la cosecha será nula en un terreno, que con el paso del tiempo se tornará baldío.
De honrar y respetar a nuestros padres nos habla el IV Mandamiento de la Ley de Dios, y ese mandato del Señor nos habla de amor. Pero, si ese precepto debe cumplirse con amor; si ese decálogo sagrado que todos aprendíamos de niños en casa y en la escuela, ha sido apartado de nuestras vidas, y arrinconado o escondido en nuestros hogares porque nos han hecho sentir vergüenza de nuestras creencias, es muy difícil por no decir imposible, que podamos ver la verdad a través de la luz, de la única Ley capaz de mover conciencias y salvar a nuestro pueblo de esta nueva barbarie que nos acecha y nos destruye.
Realmente lo admiro señor Román. Verdades como templos se leen en sus escritos, como las que lleva este brillante artículo digno de enmarcar. El sistema constitucional de 1978 nos ha deshumanizado, y ha reducido en España a la célula base que es la familia, a un cajón de retales de diversos colores e inservibles.
Saludos desde Campredó.
Muy bien expuesto. Pero no temáis. Ya estoy aquí de nuevo y os aseguro que van a pagar ojo por ojo diente por diente al cuadrado como ya explicó mi Padre hace miles de años. No pudieron acabar conmigo pese a ser torturado durante décadas en esta ocasión pues el que muere una vez no muere ya más. Entonces qué hicieron. Mataron al Padre hecho Hombre. Ahora ya entendéis mejor lo que está sucediendo en nuestras naciones. Os quiero a todos en formación pues ya llega la hora.
Muy buen recordatorio a los “durmientes/olvidadizos” Sr. Román. Le felicito, no ya sólo por la espléndida forma de explicar el asunto – como siempre hace – sino por la grandísima verdad de lo que expone. La realidad es la realidad y no se puede rebatir, ni negar, ni menguar su gran importancia. Lo digo no ya por los preceptos del catolicismo, sino por pura caridad, cosa que se estila últimamente muy poco. Aparte de la regeneración política, que nos hace mucha falta, está la no menos importante: la humana. Y el sentido común, cosa no baladí. Como siempre le felicito… Leer más »
Hola. Quería compartir lo siguiente: El 4º mandamiento no es “honrar a tu padre y a tu madre”, este es el 5º mandamiento. El 4º mandamiento es: Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios (Éxodo 20:8-10) Los mandamientos del catecismo de la iglesia católica no son los mandamientos de Dios escritos en la Biblia (Éxodo capítulo 20). El 2º mandamiento está suprimido en el catecismo. Espero y deseo que algún día la iglesia católica reconozca que no enseña los verdaderos 10 mandamientos.… Leer más »
Como bien sabes, Jesús no vino a abolir la ley de Moisés sino a perfeccionarla. Y por supuesto que los 10 mandamientos que enseña la Iglesia Católica difieren de los del Pentateuco, ya lo sabemos. Puedes quedarte con lo que estimes mejor. Pero habría sido más fácil contarnos que no crees en la divinidad de Jesucristo y tampoco en que su palabra sea la palabra de Dios.
Por asociación de ideas con la segunda mitad del artículo: ¿Qué es eso? Un gorrión. ¿Qué es eso? Un gorrión. ¿Qué es eso? ¡¡¡UN GORRIÓN!!!
—> https://youtu.be/p8GU0lKYpLs <—