Reflexiones en Navidad
En el inicio de la Navidad parece que se abre un periodo propicio para hacer un balance del año ya casi transcurrido, y recargar la energía e impulsar nuevos proyectos ilusionantes, o seguir con los ya existentes, pero con más fuerza y pasión, si es posible.
Como siempre el discurso del Rey en Nochebuena llenará de paz, serenidad y optimismo a los ciudadanos de este gran país que es España. A pesar de las graves dificultades económicas que atraviesa una considerable parte de la nación. Y que es, a mi juicio, el principal problema del país.
Las fiestas navideñas son un tiempo de descanso y de armonía, pero a la vez sirven para replantearse las cosas, si es necesario, y afrontar el presente y el futuro con más decisión y valentía. Lo que no supone caer en la imprudencia y en la improvisación.
La incertidumbre causada por el resultado electoral, con la fragmentación de los votos, es algo que nos acompañará, al menos, hasta el día 13 de enero. Entramos en una etapa histórica decisiva a partir del próximo año.
Sigue presente el desafío independentista, aunque de momento hasta la probable investidura de Mas, o la posible repetición de las elecciones catalanas no se note, afortunadamente, un avance sustancial en la hoja de ruta del independentismo.
Quizás, los partidos, especialmente, los cuatro que han logrado más escaños tendrían que ponerse de acuerdo en una serie de medidas de choque contra el paro, la desigualdad, y contra todo lo que suprime el estado del bienestar.
Habría que acordar poner en marcha políticas de gestión eficaces para que todo el mundo puede vivir una vida digna, en lo relativo a las necesidades básicas. De todos modos, también es cierto que los hechos desde una perspectiva social son tan importantes o más que las palabras. Ya que esto es lo prioritario.
Se puede pensar que ya se percibe en una cierta parte de la ciudadanía, un sentimiento de emergencia ante la falta de empleo para los jóvenes, y para los que ya no lo son. Y la gente tiene que vivir, no puede estar esperando, eternamente, a que se creen de verdad trabajos de calidad que permitan vivir, y que no sean trabajos basura.
Los valores éticos y la filosofía nos pueden dar una orientación muy acertada acerca de lo que debemos hacer. Tanto a los políticos como a los que no ostentan cargos de representación política. Y los hechos son el camino y la plasmación de una actitud ética responsable, acorde con los derechos humanos y la fraternidad universal. Algo similar a lo que también afirman los principios y valores cristianos.