Un futuro inmediato en nombre de la democracia
Los contactos de Rajoy con los líderes del resto de partidos más votados en las últimas elecciones para intentar formar gobierno, solo pueden ser calificados como una ronda para pedir el aguinaldo de Navidad, recibiendo a los que se han cargado la Navidad y la ilusión de los niños españoles en nombre de la democracia.
El acomplejado presidente en funciones, y su equipo, dan auténtica pena; acomplejados, cohibidos y temblorosos, son tratados por el resto de fuerzas como sucios trapos de cocina, a pesar de contar ellos (PP) con el mayor número de sufragios.
Ahí radica una de las grandes mentiras de la democracia. Lo hemos visto con los “pactos de la muerte” en Valencia, Madrid, Castilla-La Mancha o Andalucía, donde los más votados, democráticamente, son apartados después de acudir como mendigos claudicantes a pedir limosna a los que cuentan con menor número de votos, para que éstos, con aire chulesco y prepotente, les pongan condiciones que los votantes del primero no aceptarían jamás, pero que sus representantes, en nombre de la democracia, aceptarían de buen grado si conservasen el poder, pero al no ser así, han de tragar de igual modo aceptando las reglas del juego democrático.
Otra mentira de la democracia la encontramos una vez elegido y echado a rodar el actual secretario general del PSOE. Es cierto que fue elegido por la mayoría de los militantes, pero esa mayoría, como creo que se ha puesto de manifiesto, no quiere decir que tuviese razón al emitir su voto para elegir al más válido, preparado, sobresaliente e idóneo. Solo hay que ver cómo los pesos pesados, ante el fracaso estrepitoso y batacazo en las urnas, están en total desacuerdo con el actual liderazgo y su forma de dirigir el partido, lo que significa, en román paladino, que no aprueban en absoluto el liderazgo de Sánchez a pesar de haber sido fruto de una democrática votación.
Una tercera mentira la encontramos en los sesenta y nueve diputados obtenidos por la extrema izquierda podemita, que podrían convertirse en el doble si mañana se celebrasen nuevas elecciones. Gracias a las televisiones de la democracia; gracias al sistema de la mitad más uno, terroristas, delincuentes hediondos alérgicos al jabón, amigos del régimen criminal de Venezuela, impresentables asaltacapillas, antisemitas y consumidores de “hierba”, han sido agraciados con el “gordo” de la lotería del Parlamento sin haber trabajado ni cotizado a la Seguridad Social en su puñetera vida, y si la mayoría del sufragio se empeña, en nombre de la democracia, puede llevar a la Moncloa y al Gobierno a un partido que, con toda seguridad, nos llevaría al caos más absoluto, al hambre, y a otra guerra civil mucho más cruenta incluso, que la de 1936. Y, ante este panorama, el presidente de Gobierno en funciones y todo su equipo, tendrían que tragar, si o si, con el suicidio colectivo en nombre de la democracia.
Otras mentiras de la democracia las encontramos en los nacionalismos antiespañoles. Solo hay que ver el espectáculo bochornoso que nos han dado en Cataluña los separatistas en nombre de la democracia. El empate de votos para decidir o no, la elección de Arturo Más como presidente, además de grotesco y vergonzoso, no se lo cree ni el que asó la manteca. Y mientras, las más altas Magistraturas del Estado, también en nombre de la democracia y de la Constitución, guardan un democrático y respetuoso silencio.
Otra mentira democrática la encontramos en cómo las autoridades europeas, y la cúpula de la Iglesia Católica y la prensa española –salvo escasísimas pero honrosas excepciones-, han tratado la ola de violaciones y agresiones sexuales en Suecia y Alemania, por parte de los refugiados musulmanes. Es vomitivo como intentan esconder sus vergüenzas y su responsabilidad, por haber auspiciado hasta el hartazgo la entrada masiva de inmigrantes so pretexto de que huyen de la guerra, sin ningún tipo de control. Ríos de tinta y horas y horas de tertulias para linchar y criminalizar a todo aquel que daba la voz de alarma sobre “una invasión” perfectamente organizada con el fin de islamizar Europa, y acabar con nuestra civilización cristiana y occidental. Y ahora, ante la barbarie criminal que se vive en Alemania y otros países de Europa, de la que ésta casa (AD) ha venido informando por activa y por pasiva, los medios informativos españoles tanto radio como televisión, resulta que todavía se resisten a reconocer la evidencia y tratan la noticia en letra o con la boca pequeña -sin mencionar para nada a los refugiados autores de esos execrables delitos-, como una anécdota sin importancia.
Contemplamos impotentes cómo se ríen de España por partida doble: los que bajo el paraguas constitucional la odian desde lo más profundo de su ser y tienen como objetivo romperla en nombre de la democracia, y aquellos a los que les produce arcadas pronunciar su nombre sustituyéndolo continuamente por el de “estado” o “país”. Está claro que de aquí y ahora, por mucha democracia que se nos esté vendiendo, y en nombre de ella, no puede salir nada nuevo, ni bueno.