La urgencia de acabar con el “manicomio de autogestión”
Es verdad que hoy, en España, no tenemos una monarquía auténtica, sino una Corona desprendida de la institución monárquica y puesta sobre un régimen político que nada tiene que ver con aquella institución. De cualquier forma, como magistratura suprema del Estado, debería reflexionar con urgencia sobre nuestro régimen autonómico, a tenor de la realidad de sus resultados.
El tiempo transcurrido desde su implantación nos permite afirmar de manera categórica, que no estamos en presencia de un error que se está dispuesto a reconocer y a rectificar, sino de un proyecto que, iniciado con ciertas “cautelas” para disimular su objetivo, se ha acelerado de tal forma que nos aproximamos a su fin, que no es otro, que romper la unidad de España.
La tarea comenzaba con el intento de conseguir un cambio de mentalidad colectiva, cuyo preámbulo no era otro que sustituir, la palabra España por estado español, o simplemente país. Consecuencia inmediata de este cambio de mentalidad, era configurar constitucionalmente el Estado de las autonomías, es decir, un manicomio de autogestión como algo híbrido entre el Estado unitario y el Estado federal. De ahí, esta importantísima reflexión de la Jefatura del Estado a la vista de lo que acontece.
Dice la Constitución que existen nacionalidades y regiones con derecho a la autonomía. Unas y otras integran la Nación española, cuya “indisoluble unidad” se proclama, por ser la “patria común e indivisible de todos los españoles”. Pues bien, la lectura pausada de esta transcripción, hace que no haya dejado nunca de formularme las siguientes preguntas: ¿Cuál es la diferencia entre nacionalidades y regiones? ¿Cuál es la diferencia entre la Nación española y las nacionalidades que la integran? ¿Por qué razón se denominan nacionalidades históricas a Cataluña, el País Vasco y Galicia, y no merecen denominación idéntica, Valencia, Navarra, Castilla y Aragón? ¿Acaso lo que ha habido fueron –como consecuencia de la invasión musulmana y de la Reconquista- no nacionalidades, sino reinos, surgidos para combatir y reconstruir la nación visigótica? ¿Cuándo constituyeron una nacionalidad histórica las provincias Vascongadas?
Bajo mi punto de vista, y mucho antes del espectáculo de la proclamación en Barcelona de una república catalana independiente de España, el estado de las autonomías ha llevado siempre consigo –y no solo ahora- la desarticulación de España, como lo evidencian las siguientes observaciones:
– La proclamación en actos políticos y declaraciones públicas, que España es una Nación de naciones; que nacionalidad es equivalente a Nación; y que, por lo tanto, Cataluña y el País Vasco son naciones, que siendo así –yo añado- siempre han buscado, por medios violentos o no violentos, un Estado que se ponga a su servicio.
– Se ha consentido siempre –y no solo ahora- que en Cataluña, la documentación de sus Administraciones se publique solamente en catalán; que se haya excluido siempre el castellano en los centros de enseñanza o en los rótulos de los establecimientos mercantiles; y que como en Vascongadas, en la mayoría de edificios públicos, no ha ondeado la bandera española tal y como establece la Ley.
– La tensión entre Gobierno central y gobiernos autónomos entre sí, quebranta seriamente el principio de solidaridad. Resulta evidente la falta de entendimiento y colaboración entre un Gobierno central, en manos de un partido político, y los autonómicos dirigidos por otros de ideología diferente, pero esa tensión aumenta aun siendo ambos de la misma ideología, cuando salen a la luz las deudas desorbitantes y astronómicas contraídas por las comunidades autónomas.
– Si se tiene a la vista “la indivisible unidad de España” del artículo 2 de la Constitución, es incomprensible, no sólo que sean legales los partidos políticos independentistas, sino que se les entregue el poder autónomo y se les hagan transferencias soberanas, que han utilizado, como ocurre en los medios de comunicación públicos catalanes o en las ikastolas, para fomentar el odio a España.
– Resulta escandaloso que durante más de tres décadas haya permanecido impasible la autoridad judicial, ante el continuo incumplimiento por parte de los gobiernos vasco y catalán, de todo tipo de sentencias firmes.
– Es indignante que las cabezas visibles de Batasuna, Bildu, Amaiur, porque todos son la misma cosa -identificados con el terrorismo de ETA-, se carcajeen del sistema, de la Justicia y del Gobierno de España, mientras ocupan sus escaños para no acatar la Constitución y cobrar sus salarios millonarios que salen de nuestros bolsillos.
– Asistimos impotentes al caos por el aumento del gasto público, no precisamente al servicio del bien común, sino más bien al enriquecimiento personal vía corrupción política, y al hecho de tenernos que tragar la milonga democrática, de las prebendas y privilegios de la clase política, así como la burocracia para el sostenimiento del estado de las autonomías.
Estas reflexiones sobre este “manicomio de autogestión”, creo que son suficientes para demostrar, que el peligro de desintegración de la Patria no es algo nuevo ni a raíz de las bravatas de Artur Más, no. El peligro viene de su origen en 1978, porque siendo ese régimen el que diseña la Constitución, defenderla, desarrollarla o modificarla, avanzando aún más en la dispersión, es un paso más en pro de la ruptura de la unidad de la Patria, y un crimen imputable a quienes se han hecho, por acción u omisión reos de ese régimen.
Definición perfecta. El estado autonómico es un manicomio en el que cada gobierno juega a ver quien está más loco por el poder y por la pasta ¿España? España les importa una mierda.