La incorporación femenina al Ejército español
CA.- La incorporación femenina a las fuerzas armadas, que es relativamente reciente, hoy en día está presente prácticamente en todos los ejércitos del mundo, si bien de formas muy diferentes.
Las mujeres se han integrado en nuestras Fuerzas Armadas muy recientemente, y ya se tenía experiencia ajena de otras naciones que nos habían precedido décadas en su incorporación. Pero ésta se hizo de forma precipitada, sin reflexión alguna y con una dinámica de falso progresismo feminista, buscando la populista igualdad de sexos. Los problemas que plantean están todavía sin resolver, como lo demuestran los estudios, encuestas, informes y publicaciones todavía sobre el asunto, que no se darían si fuera una cuestión resuelta.
Ese falso feminismo e igualdad partían, además, de la situación “de injusticia” en contra de los hombres que suponía el servicio militar obligatorio, al no contemplar esa prestación, ni ninguna otra sustitutiva, a la mujer, colectivo que, de paso, ganaba puestos profesionales mientras que sus compañeros “perdían” un considerable tiempo haciendo “la mili”. Nunca el colectivo femenino reclamó el servicio a las armas cuando era obligatorio.
Las reflexiones que se exponen a continuación tratan sobre la incorporación de la mujer en el Ejército español. No pretenden, para evitar prejuicios, cuestionar ni poner en duda su conveniencia, sino analizar críticamente algunos aspectos de cómo se ha hecho, y no sobre la mujer en las fuerzas armadas en general, sino en su condición de combatiente femenino.
Los problemas que plantean son esencialmente morales, éticos y de eficacia.
Condicionantes morales
La guerra es, por definición, violencia y lleva intrínseca la muerte o la mutilación. Es el más activo y principal precursor de los Jinetes del Apocalipsis.
Desde al menos la Edad Media hasta nuestros días, se ha tratado en Europa de limitar los terribles efectos dañinos de la guerra, tanto sobre personal combatientes como sobre civiles.
La Iglesia, a partir de año 975, fue poniendo límites a las actividades bélicas para tratar de contener los estragos que producían. Prohibió ejercer violencia sobre religiosos, peregrinos, mujeres, ancianos y niños. Posteriormente se extendieron también estas prohibiciones a determinadas fechas señaladas del calendario religioso (Pascua, Cuaresma, etc.) y lugares (“acogerse a protección de lugar sagrado”). Hasta incluso se llegó a imponer la protección de los campesinos para los beligerantes.
Tales limitaciones entraron en la Corona de Aragón, por influencia francesa, a principios del siglo XI, y se extendieron al Reino de Castilla a mediados del mismo siglo.
Estos intentos, a pesar de los inevitables incumplimientos, están totalmente conformes con la doctrina cristiana, e indudablemente sirvieron para impedir, o al menos suavizar, toda violencia innecesaria en la guerra.
Lógicamente los que estaban a salvaguardia de las acciones violentas de la lucha, era porque ellos no podían participar activamente en la misma (ancianos y niños) o en no debían hacerlo en reciprocidad (mujeres y religiosos). La mujer tiene el valor añadido para estar protegida de ser portadora de vida, que se compagina mal con ser productora de muerte y destrucción, y porque tampoco es justo que las embarazadas, aunque fueran de poco tiempo, pongan en riesgo la vida del nasciturus, bien jurídico necesitado de tutela. Es una contradicción prohibir el ingreso en las fuerzas armadas y la participación en los combates a los menores de edad, y permitírselo a los no nacidos. A ello hay que añadir que la vejación extrema de la violación en ellas repercute en la posibilidad de engendrar una vida que, a la vez, sea hijo de sus entrañas y recuerdo de la humillación del enemigo.
Los convenios internacionales firmados desde el siglo XIX (Haya, Ginebra, etc.) profundizaron en la misma línea.
La guerra total, iniciada y potenciada desde la Revolución Francesa, tuvo su cénit en la Segunda Guerra Mundial, con bombardeos masivos sobre ciudades indefensas, donde el principal objetivo fue la población civil. En este contexto y ante la movilización masiva de la población, es donde tuvo la integración de la mujer en las fuerzas armadas, inicialmente en funciones administrativas y logística, para liberar el mayor número de hombres para los frentes de combate, con la excepción de los regímenes comunistas, los cuales sí que crearon unidades femeninas combatientes.
Indudablemente la Edad Contemporánea ha supuesto un grave retroceso en los derechos humanos, sobre la teórica “bárbara” Edad Media, ya que la población civil de forma indiscriminada (mujeres, ancianos y niños) pasó de estar protegida a ser objetivos de la guerra, pues se trataba de vencer la resistencia de la retaguardia atacando sus sistemas de producción y doblegar la capacidad de resistencia de la población.
La masificación de la guerra trajo la movilización generalizada de los hombres y la incorporación de la mujer a las fuerzas armadas, aunque fundamentalmente en tareas no combatientes. Lo que no obliga necesariamente a que ocupen los puestos donde se provocan y reciben las mayores violencias: las pequeñas unidades de maniobra, de artillería y de zapadores de combate, así como aeronaves y barcos de ataque.
Condicionantes físicos o de eficacia
Tampoco hay que olvidar que, como en todas las especies, las hembras son generalmente menos fuertes que sus compañeros. Es un axioma que los hombres y las mujeres no tienen las mismas facultades físicas. Si las tuvieran las competiciones deportivas serían indiferentes para ambos sexos. Atletismo, natación, ciclismo, tenis, deportes de equipos etc. compiten de forma diferenciada. Ni los feministas más radicales han pedido que las Olimpiadas sean unisexuales.
La mujer y el hombre fisiológicamente no son iguales, por mucho que nos empeñemos utópicamente, además la mujer tiene unos condicionantes fisiológicos periódicos, y puede quedar embarazada, fenómenos que alteran sus condicionantes físicos y psíquicos.
Las exigencias de un nivel mínimo de aptitudes físicas no son un capricho, sino que deben corresponder a las exigencias del puesto táctico. Las pequeñas unidades de montaña, paracaidistas, operaciones especiales y otras, exigencia una resistencia a las marchas, paso de obstáculos en terrenos ásperos, condiciones atmosféricas desfavorables y cargadas con un voluminoso y pesado equipo.
No se trata en la guerra de demostrar quien es el más igualitario ni el más feminista. En la guerra lo principal es vencer, y para eso cada puesto de combate debe ser ocupado por los más idóneos.
El sistema español de integración de la mujer en el Ejército decidió hacer tabla rasa y que tuviera las mismas consideraciones teóricas que el varón, pudiéndose integrar individualmente en cualquier unidad militar, incluidas todas las pequeñas unidades de combate, pero con la salvedad que las pruebas físicas de aptitud al mismo puesto táctico fueran diferentes para hombres y mujeres, y obviamente favorables a éstas. Lo que es una incongruencia, pues si son válidas las de la mujer no es necesario otras de mayor exigencia para hombres; y si no lo son estamos preparando y enviando a la lucha, a la muerte y al fracaso, a militares no suficientemente capacitados.
Esta falta de fortaleza física es real y es claramente percibida por el resto de combatientes de su unidad, que se sienten inseguros a tener a una mujer como compañera de combate.
Evidencia de la información esquizofrénica es la propaganda institucional del Ministerio de Defensa, del año 2008, con el lema dirigido a la mujer de Somos igual de capaces, mientras que la realidad, no difundida, es que las pruebas físicas de ingreso son menos exigentes que para los hombres, y se les dan los títulos correspondientes estando embarazadas, y por tanto sin posibilidad de superar las pruebas físicas mínimas exigidas.
Es sorprendente que se sea exigente en las pruebas de selección para los bomberos o los GEOS de la Policía Nacional, sin consideraciones por razones de sexo, y no se haga para unidades militares cuya razón de ser es la guerra. A no ser que se crea que la guerra se hace con batallas florales.
Condicionantes éticosLa moral y la cohesión son elementos esenciales en cualquier unidad militar. Se basa en muchos factores, entre ellos la justicia y en la igualdad del trato.
Ya hemos visto que las exigencias físicas son diferentes para ambos sexos, lo que constituye un agravio comparativo, que malamente se compagina que la “uniformidad” necesaria de los ejércitos. Por no hablar de la necesaria economía de medios, dado que toda unidad con personal mixto duplica, al menos, las necesidades de infraestructura, vestuario, equipo, etc.
Además, la experiencia de Ejércitos como el israelí, demuestran que el rendimiento en combate de las unidades mixtas disminuye, habiéndose constatado múltiples casos en los que los mandos y compañeros de las soldados se preocupaban más de su proteger integridad que del combate en sí. Para los judíos una de sus prioridades es que sus mujeres soldado no caigan prisioneras.
Una encuesta realizada en el Ejército de Tierra en el año 2004, dio un alto porcentaje de varones que se sentían discriminados en el trato y en el servicio con respecto a las mujeres, pues consideraban que son mejor tratada que ellos. Lo importante no es la veracidad del resultado de la encuesta, sino lo que percibe el resto de la unidad, aunque pudiera ser subjetiva (que no suele ser), influye en la moral y en la cohesión.
La discriminación positiva va contra los principios de igualdad de oportunidades, y de promoción por méritos propios Las mujeres en las pequeñas unidades de combate son relegadas de los puestos más duros.
La promiscuidad, en cuarteles e incluso en operaciones exteriores, no ha sido bien tratada y penalizada desde el principio, lo que es sobre todo grave cuando se produce con cuadros de mandos de la misma unidad, porque atenta directamente a la cohesión y moral de las unidades. No son raros los casos de relaciones sentimentales entre mandos y subordinados femeninos, que contribuyen a reforzar esta situación.
Conclusión
En aras de la justicia y la eficacia, cuando están en juego muchas vidas y quizás la suerte de la Patria, los criterios de encuadramiento de la mujer en los Ejércitos deben ser precisamente esos y no la “equidad”, por no decir los de economía y “moral” de las tropas, por lo que han de ser revisados todas las plantillas en este sentido.
País lleno de machistas, misóginos y meapilas….
Quien ha escrito esta cantidad de soplapolleces?. Menudo misógino!. Que atrevida es la ignorancia!. Cada día estoy más sorprendida con el retraso de este país. Pero vamos a ver pedazo de inculto, que en la Constitución Española, en su art. 14 habla de la igualdad entre hombres y mujeres, y para que eso suceda la igualdad tiene que ser REAL Y EFECTIVA. Entiendo que no tienes ni idea de lo que eso significa. Pues anda majo, date un paseito por la Facultad y que te lo expliquen, que mis clases son muy caras.