Fronteras abiertas: la ruina de Europa
Vijeta Uniyal.- En Alemania, donde los traficantes están ahora dejando a los inmigrantes ilegales en las autopistas, las autoridades han reaccionado no tratando de interceptar o disuadir a los contrabandistas, sino poniendo nuevas señales de tráfico para alertar a los conductores de la presencia de peatones en la calzada.
Sólo el pasado mes llegaron más inmigrantes que en todo 2015.
Si los medios más importantes siguen diciendo a todo el mundo que los disturbios protagonizados por jóvenes inmigrantes en Alemania, Suecia, Francia y Gran Bretaña, entre otros países, son debidos a la desigualdad económica, imaginen lo que sucederá cuando los Estados europeos de bienestar no puedan seguir financiando a la mitad del planeta y tengan que reducir las prestaciones sociales.
Nadie, especialmente en los medios de comunicación, culpa a los inmigrantes de sus propios actos.
Aparte de los que huyen de zonas de combate, la mayoría de los inmigrantes que pululan por las fronteras y costas europeas no parecen estar en una necesidad extrema o real.
Con la UE rindiendo su política de inmigración a los contrabandistas de personas, la crisis migratoria en Europa sigue alcanzando cotas asombrosas. Se ha corrido la voz de que la Fortaleza Europa se puede escalar. Desde Marruecos a Turquía, el tráfico de seres humanos se ha convertido en un gran negocio irresistible.
Desde matones de poca monta al grupo terrorista Hamás, a razón de entre 2.500 y 3.000 dólares por persona, obviamente muchos quieren hacerse con una porción de este negocio lucrativo, creado por la inacción colectiva de la Unión Europea.
En Alemania, donde los traficantes están ahora dejando a los inmigrantes ilegales en las autopistas, las autoridades han reaccionado no tratando de interceptar o disuadir a los contrabandistas, sino poniendo nuevas señales de tráfico para alertar a los conductores de la presencia de peatones en la calzada.
Incluso antes de la inmigración masiva de este año, Alemania ya tenía problemas para lidiar con unos 250.000 solicitantes de asilo, cifra que no incluye los inmigrantes ilegales que ya están en el país. La reciente oleada de inmigración impulsará esas cifras a niveles récord.
La tendencia en Alemania simplemente refleja el alcance global de la crisis migratoria en toda Europa. Se calcula que en julio pasado entraron en Grecia unos 50.000 refugiados, un incremento del 750 por ciento. Sólo el pasado mes llegaron más inmigrantes que en todo 2014.
En Alemania, el jefe de la Federación Municipal de la Baja Sajonia, Marco Trips, dijo a la prensa local que el sistema ha “colapsado”. Aparentemente, esta opinión es compartida por municipios de toda Alemania. En una decisión histórica, el Gobierno federal ha llamado al Ejército para el establecimiento de campamentos y la provisión de servicios básicos al creciente número de refugiados.
La mayoría de los que entran en Europa ilegalmente no parecen estar huyendo de conflictos armados, sino buscando una vida ociosa en un paraíso de bienestar. La respuesta de Europa es arrojar dinero sobre el problema; dinero que Europa no tiene. El secretario de Defensa británico ha sugerido que los 12.000 millones de libras (19.000 millones de dólares) del presupuesto para ayuda internacional pueden “disuadir” la inmigración masiva.
El sistema de bienestar europeo, financiado cada vez más en las últimas décadas con deuda pública, muestra signos de colapso inminente. No hay final a la vista para la crisis de la deuda griega, a pesar de los repetidos paquetes de ayuda, que suman un total de 326.000 millones de euros (375.000 millones de dólares). El bajo crecimiento económico, la alta tasa de paro juvenil y una población cada vez más envejecida hacen cada vez más insostenible el modelo de bienestar europeo.
Si los medios más importantes siguen diciendo a todo el mundo que los disturbios protagonizados por jóvenes inmigrantes en Alemania, Suecia, Francia y Gran Bretaña, entre otros países, son debidos a la desigualdad económica, imaginen lo que sucederá cuando los Estados europeos de bienestar no puedan seguir financiando a la mitad del planeta y tengan que reducir las prestaciones sociales.
La respuesta europea a este inminente desastre financiero es crear todavía más dependientes, o, mucho mejor, invitarles a instalarse en su territorio, al no asegurar sus fronteras.
Los burócratas de la UE no sólo rechazan poner en práctica un control básico de las fronteras, sino reprender a cualquier Estado miembro que haga algo al respecto. Los políticos europeos y los medios de comunicación de referencia ponen el grito en el cielo contra la decisión de Hungría de levantar una valla a lo largo de su frontera sur. La radio pública americana PBS dijo a sus oyentes que en Hungría se estaba levantando un “nuevo Telón de Acero”. Y Associated Press se hizo eco de “críticos” no identificados que comparaban la valla húngara con “barreras de la era comunista como el Muro de Berlín”.
Los burócratas de la Unión Europea en Bruselas quieren imponer una sola política de asilo en los 28 Estados miembros, a los que demanda que acepten más inmigrantes. De acuerdo con esta política común propuesta por Bruselas, los que busquen asilo al entrar en la UE serán repartidos entre sus miembros.
Hungría, con 60.000 llegadas de inmigrantes en lo que va de año, principalmente desde Serbia, sigue siendo el mayor crítico a la política propuesta por la Unión Europea.
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha sido prácticamente marginado por los políticos y medios de comunicación europeos por no acatar la política de inmigración de la UE. En contra de la posición comunitaria, ha pedido que se haga una “distinción” entre los ciudadanos de la UE que se mueven dentro de la misma y los no comunitarios. “Hay inmigrantes económicos que sólo buscan una vida mejor… Desgraciadamente, en Hungría no podemos dar trabajo a todos”, dijo Orbán, que calificó la propuesta comunitaria de que los Estados miembros acojan a más refugiados de “absurda, cercana a la locura”.
Europa, que sigue tambaleándose por su crisis financiera, no puede proporcionar cobijo, empleo y ayudas sociales a los miles de individuos que cada día llegan a sus costas y cruzan sus fronteras. Los periódicos alemanes están llenos de reportajes de inmigrantes decepcionados tras llegar a Europa, casi siempre seguidos por reportajes que piden acción inmediata para abordar sus quejas. Estas decepciones a menudo se convierten en enfrentamientos violentos. La Policía alemana se ve desbordada tratando de evitar que las bandas de inmigrantes se enfrenten entre sí o con las fuerzas del orden.
Sin embargo, nadie, especialmente en los medios de comunicación, culpa a los inmigrantes de sus acciones. Los medios de referencia alemanes parecen no querer unir los puntos, para no “alimentar estereotipos negativos”. Un columnista del Tageszeitung incluso ha escrito acerca de una elaborada conspiración gubernamental para llevar a los inmigrantes a la violencia, supuestamente para generarles mala reputación.
Tageszeitung publicó asimismo un reportaje sobre las “alarmantes condiciones” de los refugiados que llegan a las islas griegas. El texto iba acompañado por una fotografía en la que jóvenes robustos, bien alimentados, sonrientes se hacían selfis con sus smartphones mientras sostenían cigarrillos en las manos. Uno de ellos fue lo suficientemente vivo para llevar consigo un palo de selfi, a fin de capturar el momento en que huyó de una “zona de guerra” o de la acuciante “miseria económica”.
He aquí la auténtica tragedia de la crisis de refugiados que vive Europa: aparte de los que huyen de zonas de combate, la mayoría de los inmigrantes que pululan por las fronteras y costas europeas no parecen estar en una necesidad extrema o real. La disparidad económica en otros continentes no debería obligar a los europeos a abrir sus puertas a la inmigración en masa.
Esta crisis parece ser cosa de la propia Europa: esa parece ser la conclusión lógica de sus deficitarios sistemas de bienestar y del desprecio de la UE por sus fronteras nacionales.
Alguien lleva drogas, la policía se las quita con dos agentes.
Pero turbas de negros a las que no se les puede acercar la policía que se juntan por decenas o cientos, pues como que necesitan un ejército para poder incautar algo”.
Al final nuestro sistema es para nosotros, esto parece una flagelación al estilo tibetano”.