Lo consiguió el Atlético de Madrid. El conjunto de Diego Pablo Simeone se hizo con el pase a los cuartos de final de la UEFA Champions League haciendo gala de ese pragmatismo resultadista en el que cada gol y cada parada (una fundamental de Oblak a Locadia en la segunda parte) se estiran hasta el infinito sin solución de continuidad. Tanto, que hoy sólo los disparos desde los once metros fueron capaces de decantar la eliminatoria del lado rojiblanco.

Hoy el Atlético jugó a la lotería, y le tocó. Está bien que de vez en cuando la diosa fortuna te eche un cable en un momento complicado, y seguro que el vestuario piensa que se lo mereció por lo visto a lo largo de los 180 minutos sobre el césped, pero es necesario resaltar que en el luminoso la única diferencia que hubo fue un penalti fallado por Narsingh que perfectamente pudo marrar antes Saúl. Ni más, ni menos.

El hechizo cholista hace que los jugadores confíen hasta el extremo en sus posibilidades, y eso es tremendamente positivo, pero la realidad cuantitativa en cuanto a capacidad creativa en los tres cuartos de cancha –la defensa está fuera de toda duda a pesar de que hoy hubo algún despiste poco habitual- tarde o temprano pasará factura a un conjunto que supera con claridad el nivel medio de la competición doméstica, pero que tiene carencias serias comparado a la élite europea.
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Viendo los partidos en la ribera del Manzanares a lo largo del año, uno tiene la sensación de que equipos como el Barcelona, el Bayern de Múnich, el PSG o incluso el Real Madrid y el Manchester City (en una buena noche) tienen las armas suficientes para cortocircuitar tarde o temprano el sistema del Atlético, ese que tantas alegrías ha dado pero que se queda corto para soñar al máximo nivel continental.

Es el riesgo que asume el que camina en el filo de la navaja: puedes salir indemne cuando el rival es el Espanyol, Betis, Sporting, Levante o Getafe (a todos ellos los ganó por la mínima con un único tanto), pero si los que están enfrente son Messi, Ibrahimovic, Lewandowski o Cristiano Ronaldo, la posibilidad de sufrir una hemorragia aumenta de forma directamente proporcional.

Hoy no hizo falta que estuviera ninguna de las grandes estrellas del planeta fútbol para que el fantasma de la eliminación sobrevolase con insistencia el Vicente Calderón. No se debe caer en el dramatismo, ya que el Atlético ha pasado el cruce y está protagonizando de nuevo una actuación superlativa en Liga, pero tampoco se puede potenciar un estado de ingenuidad colectiva, porque luego despertar será mucho más duro.

Seguro que Simeone es consciente de ello. Se le acusa de tener un discurso demasiado comedido, de ponerse la tirita antes de que haya herida, pero noches como la de este martes revelan la vulnerabilidad de una plantilla que ha normalizado de forma congénita el rendir por encima de sus posibilidades.
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El Atleti tiene lo que tiene. Y es mucho, muchísimo. Pero quizá, no lo suficiente para ganar una Champions salvo que ocurra algo extraordinario… Eso sí, el que siente la rojiblanca está abonado a subir y bajar de las nubes, así que no le temblará el pulso para confiar en el milagro. Con suspense, pero de momento, que siga la fiesta…