Hiperconexión y soledad
La soledad, según dicen las investigaciones realizadas estos últimos años en los países occidentales, está alcanzando proporciones alarmantes entre la población. Que, una de cada tres o cuatro personas, se sienta sola en la sociedad de la hiperconexión, de Internet y de las redes sociales da que pensar. Se puede preguntar acerca de lo que está fallando desde una perspectiva social. Somos animales sociales, ya lo decía Aristóteles. Indudablemente, somos seres racionales y gregarios, nos gusta estar en relación con los demás, especialmente, si son respetuosos y educados.
Las imperfecciones de los individuos, el materialismo imperante, el consumismo, el odio, la incomprensión, la ignorancia, la maldad, el individualismo, la indiferencia, el egoísmo, la marginación, la violencia, etc., son los causantes, en gran medida, de estas situaciones de soledad de numerosas personas. Y a esto se añade que, por temor, muchas personas no se atreven a hablar de la soledad, porque es una condición estigmatizada y mal comprendida desde una perspectiva social, tal como también ponen de manifiesto las investigaciones sociológicas. Es como, si los que sufren la soledad, fueran ellos mismos los responsables de padecerla. Algo que no es cierto, por numerosas razones. Ya que no se está hablando de autismo, ni de síndrome de Asperger.
La soledad que pueden sufrir un cierto número de personas mayores es también, especialmente cruel, por irracional e inmerecida. En este sentido el voluntariado de ciertas organizaciones como, por ejemplo, la Cruz Roja, es enormemente útil para paliar, o superar estas situaciones de aislamiento. La soledad también es algo positivo, porque posibilita la reflexión y la actividad intelectual y creativa.
Las redes sociales y el mundo digital en el que ya estamos viviendo están causando la disminución de las relaciones presenciales, en una parte de los individuos. Poseen grandes ventajas, pero tienen tendencia a aislar a las personas. La denominada generación Zeta, que son los nacidos a partir de 1994, suelen ser más individualistas que los de generaciones anteriores, según dicen los expertos, ya que han analizado sus formas de comportamiento. Aunque decir esto me parece muy arriesgado, ya que son, simplemente, tendencias generales relativizables.
De todos modos, la solución a estos problemas de soledad me parece que depende, especialmente, de que se produzcan cambios sociales. La sociedad debe ser más solidaria, compasiva, tolerante, altruista, fraterna. Y si no lo es, las instituciones estatales deben asumir el reto de apoyar a las personas que se sienten solas. Parece que la soledad se ha convertido en una especie de epidemia.
Para los casos más graves, la asistencia sanitaria debe estar siempre presente. En un mundo cada vez más complejo, las iniciativas solidarias y participativas deben ser mucho más frecuentes y abundantes. Compartir, digitalmente, comunicaciones y contenidos no es la solución a estos problemas, ya que la relación directa y presencial entre los individuos es algo imprescindible.