El medio amigo Albert
S. Sostres.- Peret escribió la canción El mig amic (El medio amigo), dedicada a su padre, un gitano que traficaba con tejidos en Vic, y que «el pobre que le compraba quedaba bien lucido». Pero «lo hacía con una gracia, y le ponía tanto estilo,/ que incluso le había vendido trajes a algún guardia civil». Albert Rivera es el medio amigo de la política española, y como el padre de Peret, «si le compras una camisa, te regala una colcha». Jugó a presentarse como la nueva esperanza del centro derecha, y cuando fracasó con sus 40 diputados, «enredando por allá y enredando por aquí», se hizo el aliado de Pedro Sánchez y sus votantes «quedaron bien lucidos».
El otro gran medio amigo de nuestra política moderna fue Miquel Roca. El tipo podía venderte cualquier cosa sin importarle nada más que su ganancia concreta. Usó el catalanismo para disimular su falta de principios, y de escrúpulos; convirtió la política en un negocio personal, tanto en Cataluña como en Madrid, y en nombre de la centralidad, del diálogo, de la racionalidad, del pragmatismo y de la transparencia a todo supo exprimirle su beneficio, que siempre redundó en él, y solo en él.
Si Albert Rivera no es tan mezquino como Miquel Roca no es porque sea mejor persona, sino porque es más simple. Pero su objetivo es exactamente el mismo. Ciudadanos quiere convertirse en la Convergència española; en una central de transacciones para explotar el cinismo del sistema, y esperar si suena la flauta y su líder, de carambola, llega a presidente.
Lo que en Roca era avaricia, en Albert es narcisismo. Lo que en Miquel era conspiración, en Rivera es otro espejo para la princesa. Todo empieza y acaba en ellos sin que nada más importe. Lo que en Convergència era otro tentáculo de la trama, en Ciudadanos es hacer de su vacío ideológico, de su ninguna idea política original, y de sus tópicos sobre la regeneración democrática una canción pegadiza que sirva para engañar a pedantes tanto de la izquierda como de la derecha, en su mascarada infinita, cursi hasta decir basta, con el único objetivo de que el espejo le diga eternamente a Albert que continúa siendo la más bella.
Los que tenían que venir a regenerar la democracia son los que a la primera de cambio la han manoseado como a una barragana, y pretendiendo llevársela sin pagar. Los que se presentaban para acabar con el mercadeo de los nacionalistas no han tardado en demostrar que lo que les molestaba no era el mercadeo sino no ser ellos los intermediarios. Y mientras levantan una mano para hacerse los indignados porque en este local se juega, alargan la otra para recoger las ganancias.
Hoy todo el mundo sabe que votar a Ciudadanos es invertir en cosméticos para Albert, y que su voto puede servir de moneda de cambio para cualquier operación estética que el candidato necesite para sentirse más bello. ¿Qué piensa Ciudadanos? ¿Cuáles son sus principios? ¿Cuáles sus ideales? El eco de su nada resuena en las paredes del silencio.
Ciudadanos, en Cataluña, poco a poco va abandonando su radicalidad anticatalanista para situarse en el mismo centro transversal en el que operaba la Convergència de Pujol. En lugar del ruralismo identitario del expresidente, Albert jugará a la pedantería del más listo de la clase, y a la chulería de lujo de Zara con que la que la barriada sueña con convertirse un día el centro de la ciudad. Convergència pero en español: cambian los dueños, pero el negocio permanece intacto.
En España, el medio amigo Albert intentará sistemáticamente una cosa y la contraria para mantenerse a flote, insistirá en sus discursos de superioridad moral, aparatosamente desmentidos por sus actitudes tan viejas y baratas como las que tanto le gusta censurar, e intentará sacar provecho de la carraca tan paleta de los que todo quieren cambiarlo porque son tan ignorantes que no se dan cuenta de lo mucho que tienen y podrían arruinar.
Y enredando por allá, y enredando por aquí, veremos dónde llega el mig amic.
¡Grande Peret!