La lenidad, algo a tener en cuenta, por el bien de todos
El triunfo de la mandanga, el déjame estar, y la vista gorda, no conduce a nada bueno. La lenidad es hija legítima del buenismo, del relativismo, la blandenguería, y de lo mismo da, que da lo mismo. Se empieza por poco, y al fin se disculpa todo. La no exigibilidad de los deberes sociales, la disciplina debida, y la disculpa de los incumplimientos, y pequeñas faltas, retroalimenta el incumplimiento en mayor grado, y fomenta el fracaso personal, el abandono, y se acaba cayendo en el delito, primero en grados menores y después, ante la impunidad, en los mayores. Se empieza por poco, y se acaba por mucho. ¿Una moral alternativa? ¿Quién soy yo para meterme en estas lides, sino un humilde contribuyente?
Y la sociedad reacciona, vaya si reacciona. Segrega, estigmatiza, y termina poniendo a esos personajes filantropados contra la pared. La culpa de ese resultado, de esa carrera de fracaso, cuesta abajo y delictiva, es de los responsables blanditos en la exigencia, a la escucha de la prensa, que incumplen, irresponsablemente, y terminan induciendo a personas débiles y confiadas, a resultados no deseados, y ni tan siquiera buscados por ellos.
Algunos, adelantándose a los ofendidos, perdonan por su cuenta, sin la remisión debida. ¿Qué obtienen? Más de lo mismo para los demás. Martin Schultz, es un caso de libro. Habla porque tiene boca, y porque le gusta el machito. Políticamente irreprochable, pero frívolo en extremo. Los que pagan la juerga, al final, son los débiles. No tiene nada que ver con los padres europeístas, Shuman, Adenauer, Monnet o de Gasperi. Nada de nada.
Los cantamañanas, los retroprogresistas, vamos, prescinden de las formas –la forma lo es todo- y pasan a la posteridad –ahí me las den todas- en plan de avanzados. Hay que identificar a esos responsables, señalarles con el índice enhiesto, y exigirles que lo tomen muy en serio, o que paguen su parte de culpa, en forma de prestación social, o en papel timbrado. Las cosas serias comienzan guardando las apariencias, al menos, las formalidades. No digo revestirse de pelucas rizadas, y togas, a la anglosajona, para todo lo trascendente, pero al menos, presentarse arregladitos. El descamisamiento de partida, el desmelenamiento, termina en pachanga, y en rebuzno. Seguro. Por de pronto, se estrenan con lo del “preveer”, que es imperdonable, tanto para un candidato a la presidencia, como para la tercera autoridad del país, sea del partido que sea. Lo que viene después, es previsible. Acabarán haciéndose unas gachas en el hemiciclo. En ciertas materias, no se deja pasar una, como es el caso de los errores, y negligencias médicas, que se persiguen –por lo penal- hasta el final, en la mayoría de los casos, porque la gente para eso de su salud, es muy mirada.
¿Qué pasaría si se exigiese en la misma medida a los responsables del fracaso escolar, su responsabilidad en el desastre de vida que aguarda a los jóvenes que han estado confiados a sus preceptores? ¿No hay desidia en ello? ¿No se percibe negligencia? ¿Por qué se exige tanto a unos, y tan poco a otros? ¿Por que la consecuencia transcendente de sus actuaciones se dilata, y diluye en el tiempo? El asunto es grave, muy grave, y merece la pena pararse y meditar sobre esto, y ponerle remedio. El que proceda. Si queremos una sociedad justa, sana, y equitativa, busquémosla de modo permanente, y allá dónde haya una falla, arreglémosla. Eso es hacer política. La ocupación, el allanamiento, el hurto, y otras formas de violar fronteras, huertos, y la propiedad privada –¿por qué se exceptúan otras intimidades?- les parece cosa menor a ciertos cerebros, un juego de jovencitos sin malicia…
La policía, se queja de que detenidos pequeños delincuentes, al día siguiente, ya están en la calle -impunes porque la ley lo permite y ata las manos de jueces y fiscales –quienes, por cierto, deberían pertenecer todos a “jueces para la justicia” así, sin más- les harán una higa, y continuarán delinquiendo. Saben que algún día se los podrán encontrar de frente y armados. Esto originó en Brasil –en su día- los escuadrones de la muerte. Es algo para meditar, antes de llamarse a andana. La limpieza indiscriminada para asegurarse las espaldas. ¿Quiénes eran los responsables últimos de esto? Hemos visto últimamente, lo que es la pazguatería en la normativa belga, y los horarios de recogida de terroristas, digno del mejor Gila. Es para nota. Piensen bien en ello.
¿Es la vida? Creo que no, que es una ausencia de regulación eficaz, que persiga una reeducación, y un regreso al buen camino. ¿Que hay que modificar el código penal, la ley del menor, la ley de educación, el reglamento del congreso, o el del parlamento europeo…? Para eso están, para evolucionar a mejor. Modifíquense. Las lagunas legales, y reglamentarias, deben durar lo que se tarda en hacerlas desaparecer, no más. Lo bien hecho, bien parece.
De lo que no me cabe duda es que el origen está en la lenidad, en la blandura, y la permisividad, en el manido “in dubio pro mandanga”. Es materia de estudio y consideración, que para eso pagamos legisladores, técnicos y administraciones hipertrofiadas. Pongamos a trabajar a los paniaguados, o sustituyámoslos por personas eficaces, que para eso están los despidos, los expedientes, y los defensores del pueblo que cobran de nuestro peculio. ¿Quién es el que permite que los europeos se sientan inseguros, violados, y allanados, a un coste astronómico? Si al Vaticano le caen bien los musulmanes, es su problema, como si le gustan los crucifijos hechos con la hoz y el martillo, de infausta memoria para millones de cristianos. Las formas, insisto, son básicas, si no lo más importante.
No seré yo quién diga que en un lapso de tiempo -tirando a poco- el espacio abandonado por la autoridad y la justicia, ante la proliferación del incumplimiento, de la blandenguería, la barahúnda, y de la delincuencia, tienda a rellenarse de iniciativas sustitutorias, y eso no es bueno, pero es evidente –y la historia está llena de ejemplos de tigres dormidos- que, o hay justicia y orden, de derecho, o aparecerán la de hecho, y eso, en una nación seria, en un viejo continente, no debe tener lugar, porque para eso está la previsión y para eso, pagamos generosamente, a altruistas profesionales, entregados, y ungidos.
Mientras –con un palillo en la boca, porque está prohibido fumar bajo las penas del infierno- sigamos pregonando las maravillas turísticas de Madrid, y poblémoslo de okupas, antisistema, subsaharianos de paso, y gitanos rumanos, disfrazados de harapientos, acosantes, violentos y mendicantes, campando por sus respetos, ensuciando parabrisas a la fuerza, y cubriéndolo todo de mugre, mientras nos crujen a impuestos.
Que vengan los turistas a verlo, y que cuenten a su regreso, lo de la marca España. Será todo un éxito.
Bien dicho todo. Confirma la tesis de este menda. Europa es un termitero, el mejor pero caera victiman de esa lenidad absoluta y la culpa principal es de los servidores publicos, todos y especialmente de los profesionales de la charlataneria y el robo por la espalda. Ahora ya es tarde para arreglar el compostaje del cual esta hecha la piramide, solo queda adaptarse a los designios de Dios y admitir lo inevitable.