Dos trimestres, casi un curso
A dos trimestres, casi, de las últimas elecciones, ha querido la providencia, que hayamos asistido a un espectáculo muy aleccionador, y muy pedagógico, mucho más de lo que pueda enseñarnos cualquier tratado de la materia. No es tiempo perdido. De lo que ha pasado, podemos deducir cosas importantes, y llegar a conclusiones:
Que España está de pie, pese a que el gobierno sea provisional, que sigue funcionando aceptablemente, y que las empresas marchan, los autónomos no paran, los talleres producen, los tribunales juzgan, los hospitales atienden a los pacientes, los ríos siguen su curso, y que es difícil distinguir la provisionalidad, de otra cosa, si elegir no fuese tan caro. Hasta las instituciones parecen funcionar, y se aquietan los hervores. ¿Inercia? no se bien, pero es gratificante que sea así. España, sigue siendo España, y cabe esperar que lo seguirá siendo por mucho tiempo. Vamos, que el corazón de España, no es tanto el gobierno, ni los partidos, como los españoles de pro.
Que es muy bueno contar con unos presupuestos vigentes, y que en lo sucesivo, deberían aprobarse para más largos periodos. Quizás menos dibujados para segundas, terceras, y cuartas anualidades, pero previniendo situaciones extraordinarias, al menos enunciados, operativos, y aprobados debidamente. Si la madre cae enferma, la casa sigue en marcha, los niños comen a su hora, van al colegio, hay provisiones para un plazo razonable, y la despensa aguanta. Es un factor muy importante, que existan esos presupuestos aprobados, y evita problemas. Si además, la familia tiene pocas deudas, ahorra, y paga su hipoteca, mejor que mejor. Esta buena imagen, atrae inversiones.
Que los excesos verbales no conducen a nada bueno. Que no hay por qué aceptar a personajes, y pirotécnicos, de segunda, tercera y cuarta categoría, en el juego de la política, habiéndolos excelentes. Menos y mejores. Queda claro, que los hay con prisas de auténtico apretón, interpretando la voluntad de los españoles a su acomodo, sin recato al hacer retorcimientos torticeros, a veces vergonzosamente, para promocionarse a título gratuito. Como reza un anuncio, no somos tontos. Han quedado a la vista desnudeces muy significativas, y poco edificantes, y una voluntad de llegar al poder, por el poder, como sea y al precio –para los demás, claro- que sea. Y hemos visto certezas, quietudes, y serenidades de buen patrón, de matador con agallas.
Que las prisas, pues, no benefician sino al trápala, y al trujimán, exactamente como en la vida empresarial. Tener unos planes, unos objetivos, una solidez, benefician a todos los ciudadanos. Los listillos, están de más. Las cirugías deben ser seguras, reposadas, y sin arrebatos, y los experimentos con gaseosa, y de fogueo..
Que hay que reformar la ley electoral, ya mismo. ¿Qué cuesta eso? ¿Por qué no se ha hecho en esta legislatura, o en las anteriores? ¿Laisser faire? Hay caja para ello, y si no, a escote, a pasar el cepillo, como si fuese para Ucrania. Una segunda vuelta, y que el pueblo soberano –me resisto, como ven, a lo de ciudadanía emplasteciente- decida con juicio, y libertad, a la vista del patio, y no dejarse caer en los augures, oráculos, e interpretes del pueblo soberano, que cual mateos con sus guitarras, barren para casa, y hacia su sardina. Otras reformas y proporcionalidades, se pueden estudiar para más adelante. Por hacer la mejor ley, no dejemos de hacer las pequeñas reformas acuciantes. Y esta, es una, para ya.
Que sí, que existan otras proporcionalidades, que se apliquen coeficientes, y que incluyan expedientes académicos, curricula, o curriculums, experiencia, y habilidades demostradas, idiomas más o menos dominados, puntuando, como se hace en concursos, oposiciones, premios, y otras lides, e incluso, se utilicen reconocimientos médicos, y tests psicológicos, que desvelen complejos de Edipo, traumas infantiles, delirios de grandeza, odios al padre, y otras delicias turcas, para bien de los pasajeros españoles, y de los usuarios de German Wings. Un factor muy importante, que yo puntuaría muy alto, es el haber salido de pobre per se, y no andar en la política, buscando la cagada del lagarto, para comer caliente. Al final, que el pueblo soberano, podamos elegir entre un señor que suma 185 puntos, otro que suma 169, y otros que suman 17, 14, ó 9. Que sepamos lo que vale cada candidato, de verdad, con la objetividad, e imparcialidad, que lo hiciera una empresa privada.
Que esto supone, sentarse a la mesa, no para repartirse pasteles, y tartas, sino para discurrir sistemas, modos, y maneras nuevas de filtro, y decantación, para el bien de todos. No es tan caro, y hay medios de medir, y catalogar, de plena fiabilidad. ¿Qué lo impide? Al que le guste la visceralidad, que la ejerza. Allá él.
Que algo que canta, es el llenazo del Congreso. Trescientas cincuenta personas cobrando, y la gran mayoría sin abrir el pico en toda la legislatura, sin estrenarse. Eso si que es caro, y casi no nos queda dinero para votar. No, ahí no se parlamenta decimonónicamente, desde hace mucho, y no es lugar para cantamañanas, ni para mítines baratos, ni para dar de mamar a nadie. Es para trabajar duro, y cobrar en justicia retributiva. Bastaría dejarlo en cien justos -o justas, o lo que salga- en una primara rebaja, y lo del porcentaje quedaría muy claro para todos, y si además, a los asistentes se les paga el doble, quitaríamos muchos malos pensamientos, atraeríamos a dotados de la empresa privada, y ganaríamos dinero. A estos héroes de la nación, siendo un número razonable, se les debería asegurar, la pensión sobrada que mereciesen, además de facilitárseles ordenadores de última generación, una Meisterstück, un Rolex, americanas, y corbatas de seda, o chales de Cachemira, como en cualquier club serio que se precie. En palmitas, vaya, bien tenidos. Otra solución para bajar humos –puyazo tipo picador- es que entrase en pantalla, y a verse gráficamente, en cada retrasmisión, en directo, entre esos cien escaños, el voto en blanco. Ver un hemiciclo de cien asientos, con veinticinco, o cuarenta muñecos de porexpán, poliespán, o polietileno expandido, sentados en su gajo escañarial correspondiente, calladitos, y ocupando lo que los electores soberanos han decidido, es muy estimulante, y da que pensar, sobre todo, para que los de carne mortal, vayan concienciados a los próximos comicios.
Y para terminar, para políticos en general, tertulianos, y comentaristas de radio y TV, en navegación de cabotaje, que Munich, es una palabra española, para denominar a la ciudad bávara de München, tal como Londres, lo es para denominar en español a London, la capital de Reino Unido. A ver si dejamos de hacer el gili, con lo de Munij, Munik, Miunik, y otras memeces al uso. Es pura ignorancia vencible.
Esto, por de pronto.