¿Qué hubiera pasado?
Ángel Ganivet, desaparecido, desgraciada y prematuramente, en 1898, en su Idearium español de 1897, recoge una sugerencia muy interesante, respecto a la conquista del reino nazarí de Granada, por los dos reinos cristianos, fuertes y consolidados, para dar paso a la España moderna, con ideas claras, y unidos por el yugo matrimonial de la reina Isabel I de Castilla, y Fernando II de Aragón.
Era una victoria que ponía fin a la invasión que había durado 781 años de vellón, casi ocho siglos, en sucesivas oleadas, por los musulmanes desde el 711, y que tuvo muchas y diferentes etapas, de reconquista, hasta que las tropas cristianas acabaron con la pesadilla califal Omeya, iniciada por el corajudo profeta -nacido en el 570 en la Meca, en la Arabia feliz- que originó el islam, y que no tardó demasiado, en pasar el estrecho de Gibraltar, tras acabar con Tanger en el 705, y con Ceuta en el 710.
Todo ello, a la vista de la débil monarquía visigótica, desautorizada por los barones separatistas, dividida en clanes, herida por la grave crisis demográfica, las pestes y hambrunas, y bajo la mirada –pienso, no se porqué- de unos ojitos azules, y unas cejitas circunflejas de muñeco de Mari Carmen, del llamado rey don Rodríguez, digo Rodrigo, de mala memoria, y que supongo que partidario del diálogo, el consenso, y la multiculturalidad, tal que Agila II, y por tanto comestible.
Antes, tuvo que resolverse el conflicto doméstico entre la Meca, y Medina, alfanje en mano, triunfar el profeta, imponer el concepto bélico de la Jihad, y sobresalir el líder Abu Bekr. Antes de morir, Mahoma, en el 632, con 63 años, deja montado este islam, que es una fuerza, social, militar y religiosa. Conquista Persia, Siria, Egipto, Armenia, y el tribal norte de África, y se encamina a Europa. ¿Qué tendrá nuestro continente que tanto gusta al moro?
En diez años estaban a las puertas de Asturias, y de las de la Francia merovingia, gracias a Dios, mucho más duras de roer. Ignoramos los que se ahogaran en el estrecho con levante fuerte. Alguna ONG, subvencionada, ora con nuestros impuestos, ora con dinero saudí, debería investigarlo y lamentarlo. Que fuesen árabes, bereberes, almohades, almorávides, o benimerines, me la suda. Mira que hubo tiempo para amalgamarse, y no, no fue posible la paz, ni la emulsión.
Tras desembarcar en Algeciras, Tariq, con siete mil propios, suma otros cinco mil, antes de que don Rodríguez, digo Rodrigo, llegue a la firma, en la batalla de Guadalete. Luego, Muza puso cerca de dieciocho mil combatientes en Cádiz, y fueron a por don Oppa, otro de caletre digno de mención. Por la red de calzadas romanas, invaden la débil Hispania visigótica, socavada por arteros, y abyectos judíos conversos, fingidos, y esclavizados, por las malas -contra el criterio del obispo de Sevilla, San Isidoro- minoría oprimida, desde tiempo inmemorial, y que querían subir a primera, a costa de los cristianos. Todo son masacres, crucifixiones, crueldad, y esclavización brutal. Muy culturales ellos.
Toledo, cae ese mismo año 711, y es detenido en seco, este avance musulmán -que pretendía llevar la multiculturalidad hasta Casadiós de la frontera, léase el corazón de Europa, incluida Roma- por Carlos Martel, en la batalla de Poitiers, en el 732. La alianza de civilizaciones, en la península, a estas alturas, ya es un hecho bolivariano, rato, y consumado.
Después, se sucede guerra, tras guerra, siglo, tras siglo, sufriendo, sobre todo el pueblo soberano, hasta darles la patada final, más cristiana posible, estos reyes –poco solidarios- en 1492, que, para bien de los invasores, replegados a su entidad, a mandobles, y arcabuzazos, con culebrinas, falconetes, y lombardas, en ristre, a las pocas fechas –antes de acabar el año- descubren América, con Colón, los Pinzones, y Rodrigo, el de Triana. En Roma los papas eran de 1492 a 1513: Alejandro VI, Pío III, Julio II. El edicto de Granada, poco antes del descubrimiento, pone en la calle a los judíos, que traicionaron gravemente a Sefarad –angelicos- y comienza la unidad española, los años triunfales, y se acaba el carbón. Mucha polémica, sí, pero iban en el paquete. La Inquisición no permitió solapamientos destructivos, ni la Santa hermandad el delito, ni la corrupción. Todavía Felipe IV, 902 años después de la invasión de Tariq, seguía limpiando el país de moriscos. Decir que eso había sido la historia de un amor como no hay otro igual, es de orates. El amasijo, no fraguaba.
Ahí es donde Ganivet especula. ¿Qué hubiese sucedido si América se retrasa unos años en ser descubierta, por su culpa o la nuestra? Pues, apunta, que los reyes católicos hubiesen –y Cisneros con sus poderes, posteriormente- devuelto la visita a los invasores, indeseables, y decadentes, a consta de los contribuyentes españoles –o hispánicos- y todo el esfuerzo, o al menos una buena parte del poderío español, que se expandió por las nuevas e inmensas tierras nuevas, hubiese puesto al morerío en franquía, al otro lado del Sahara, o en la mar salada.
Los subsaharianos, ahora, serían los musulmanes, en gran porcentaje. España llegaría a los Atlas, desde los Pirineos, y acostumbrados por la práctica de la reconquista, bien arraigada, hubiera repoblado de segovianos, cordobeses, jacetanos, gallegos, extremeños, calagurritanos, egabrenses, sorianos, e incluso rubios borgoñones, y tudescos, desplazando hacia el desierto, a estas buenas gentes –buanaminos- que nos habían atenazado durante tantos años bisiestos, y sería un emporio, y una línea de defensa impagable.
Hernán Cortés, en vez de dedicar los años que van de 1519 a 1521, a la conquista del imperio azteca, y Francisco Pizarro, los años 1532 y siguientes, a acabar con el poder inca, hasta finiquitar a Tupac Amaru, hubieran sido virreyes de los Atlas, atlánticos, sin renunciar, tras estos 28 años, a comenzar con los virreinatos americanos, dejando consolidada la retaguardia. No te digo nada lo que hubieran dado de sí Diego de Almagro, Vasco Núñez de Balboa, Francisco de Orellana, Hernando de Soto, Jorge Alvarado, Pedro de Valdivia, Cabeza de Vaca… en esta etapa gloriosa. Se hablaría español en el norte africano, habría catedrales góticas, y renacentistas, de bella factura, en las principales ciudades, y obispados, y universidades cisnerianas. El AVE uniría todo el territorio, no habría vallas en Ceuta y Melilla, sino para practicar la pértiga, y el túnel del estrecho estaría muy frecuentado.
Se puede especular, cómo el transcurso de la historia, hubiese afectado a esa realidad, y a la marcha verde. Qué hubiera sido de tantos y tantos pueblos, y donde se hubiera rodado la película Casablanca, no se sabe, pero lo que no cabe duda es que los españoles, aprendida la lección de la multiculturalidad toledana, habrían sabido cómo hacerlo, sin vuelta atrás. La versión musulmana, y sefardí de los hechos históricos, no puede coincidir, claro. Es imposible.
Bien es cierto, que Rodríguez Zapatero –exhumatorio por naturaleza- hubiese tenido que viajar más lejos a llevar la paz perpetua, regalos, espejuelos, su palabra de concordia, y la entrega de llaves visigótica, a quienes admira, pero hubiera sido digno de verse, y estudiarse todo ello.
Anda que no hay que haber tragado meconio, y vinagrillo en las comidas, para mantener esa actitud anti águila de san Juan. Mucho, y pasado de fecha, que es peor, y da más acidez.
Los volveremos a echar.
El estrepitoso fracaso de Francia en controlar el Magreb, desde 1830, ha hecho vulnerable el sur de Europa. España hubiese sido más eficiente que la torpe política francesa de colonización, más bien, alienación en odio a todo lo francés.