Una buena mujer y una estratega de tronío
Manuela Carmena Castrillo -la del bolso king size, cuévano de Gargantúa, la de la trenza florida, la de los rojos claveles- cumple en junio, un año al frente del ayuntamiento de Madrid.
Vino a nosotros, con su estilazo, su poderío, y su verbo dieciochesco, no lo olvidemos, desde su mesa camilla, donde hacía punto de cruz, magdalenas, e incluso sobadillos, y perrunillas, y, en su sencillez franciscana –de cuarto turno- no se metía con nadie. Lo hizo de la mano del imaginativo Antonio Miguel Carmona Sancipriano, que en un audaz gambito de dama, y ante tanta grandeza- para inicio de legislatura, a la que subía, burlando su propia promoción –Madrid está sucio, nos decía el croque-monsieur, como convencido- decapitándose, en un gesto táctico de alta escuela de Paris, plaza de la Concordia, donde los bueyes rehusaban, le daba paso franco.
Tras asistir a la ejecución sumaria del bueno de Gómez –el incorrupto- con carita de circunstancias espesas, e inconfesables, nos dio una lección de esgrima austrohúngara, cosa fuera del alcance de los prosaicos pringaos, que salimos por donde dice exit, sortie, o ausgang, y tiramos de donde pone tirez, haciendo gala de cosmopolitísmo.
Una jugada esta, para la posteridad, que se explicará en los encerados- blanco sobre negro- bien por los catedráticos para los doctrinandos de políticas, o bien por los entrenadores de alto fichaje, de cara a un derby.
-Observen, cómo al automutilarse el delantero centro, por orden superior, deja paso franco al vigilante nocturno, que viene trastrabillando desde atrás, sin soltar el chuzo, cabecea, e introduce el esférico por toda la escuadra. ¿Lo han comprendido?
-Noooo
-Pues bien, ¡mañana, más! Veremos, a primera hora, pasados maitines, lo que molesta al adversario el tiro en tu propio pie. Es de escándalo, lo que duele, pero les humilla mucho, y se hacen cruces, y pis.
La generosidad, y grandeza de la automutilación, por orden superior -reinar después de morir- está poco valorada por estas nuevas generaciones. De otro modo, sacarían sus restos inmortales, en un arca de la alianza de civilizaciones, por la puerta grande, la de cuadrillas con los bandullos, o la de artistas, qué más da. Lo están pasando como enanos, jugando a mayores, perpetrando ocurrencias en cuadrilla, y poniéndose perdidos, con la abuelita, y sin papás. Y eso, que a los ultras, les parecía que los de la quinta de Cascorro, eran inservibles para el progreso. A mi, incontinenti, me recuerdan a Blanca Nieves –traicionada por el espejo aberrante de la madrastra- y los siete enanitos del bosque de Boulogne. No lo puedo evitar.
Pero bueno, lo importante es que entren a la mamandurria, y al trinque, nuevos cerebros, nuevas personalidades efervescentes del Sturm und Drang, del fovismo cordon rouge –ya cogerán circunvoluciones, con los años, que son jóvenes- y dando golpes de timón, palos de ciego, de cara al viento, y sin bastón blanco, a chiquillada por día, nos lleven a lo más rancio, dándose de cabezadas con las esquinas.
Si de todo esto nos viniese la pureza evangélica, la transparencia, el embroque, y la bizarría, mejor que mejor. Pero llevamos un año de ensayo y error, de método heurístico, de tanteo, y alternativas, muy costoso y entorpecedor, a trincherazo limpio, que nos cuesta a los contribuyentes mucho más que un cursillo acelerado de capacitación agraria. Total para nada. Eso es progreso, y cambio, problemático y febril.
Menos mal que la buena mujer, que por no ver, no ve delito en casi nada, ni con las gafas de ver –y menos en los alzamientos no nacionales- sino dulces trastadas, disculpables por la edad media, como la Virgen de Lyesse, gusta de dar libertad a los encarcelados, y es más de la gracia que de la justicia. Para que luego digan.
Por ella, en la fachada del ayuntamiento terminaría el seductor Wellcome refugees, con el Arbeit macht frei, entre paréntesis, alzando las manitas, y haciendo comillas con los dedos. ¿Qué más da?
-Ponga un vino, por favor
-Blanco o tinto.
-Lo mismo da, es para un ciego.
En sucesivas entregas, les contaré qué cosas más se cortaría Antonio Miguel, y en qué orden lo haría, por prescripción facultativa, y según los deseos del príncipe Igor, si, el de las danzas polovsianas y la lencería de luxe. Y todo, sin despeinarse, y con asepsia de manual.