Desde Nueva York, me telefonea el amigo José Ignacio Ortiz, un patriota vasco de pura cepa, que supo de mí a través de Alerta Digital y que tuvo que emigrar a Estados Unidos cuando el terrorismo etarra le hizo cerrar el bar que regentaba. Este enamorado de su patria, que visita cada año, inculca a sus hijos el amor a Dios y a la España una, grande y libre. Me dice que antes que verla roja y rota, preferiría estar muerto. Y como él, tantos españoles anónimos que han emigrado o que por miedo callan lo que piensan.

Me elogia por mis intervenciones en Alerta Digital y me pregunta cómo no tenemos un líder que una a nuestras verdaderas fuerzas patrióticas. Le respondí que ya tuvimos al gran Blas Piñar, que llenó plazas de toro, cines, teatros, aplaudidísimo siempre, pero que no fue votado; con lo que se demuestra que el español sabe pensar bien, pero se esconde en el voto útil, en el voto del miedo, en la cobardía de no dar la cara por sus convicciones y dejando en la cuneta a los grandes y sabios hombres que le saben orientar y desengañar.

De ahí que la falta de unidad sea fruto de una incultura que nos hace chaqueteros, sin coraje para el testimonio de la fe católica y de la verdadera historia gloriosa de nuestra patria. De ahí que seamos la nación con más dictadores por kilómetro cuadrado, donde el protagonismo prevalece sobre el bien común y el amor a la verdadera ideología. ¿Cuántos José Antonio han habido? Sin embargo, su preciosa Falange está fragmentada en varias etiquetas y grupúsculos llamados de “derechas”.

Se sobreponen nombres distintos para buscar, se dice, el bien común, el progreso, la unidad y la defensa de la patria. De ahí el absurdo de las divisiones. Sólo un Caudilllo, con católico y sacrificado esfuerzo, puede sacarnos de este apestoso estado actual.

*Sacerdote.