A juicio la madre infanticida que abandonó a su bebé en el mar
Zoé Leroy.- La madre infanticida que abandonó a su bebé de 15 meses entre las olas del mar del Norte alegó el lunes “brujería” para justificar su gesto, en el primer día del juicio de este crimen que conmocionó a Francia en 2013.
Fabienne Kabou, acusada de homicidio voluntario con premeditación, comparece hasta el viernes ante el tribunal de Saint-Omer (norte). Se expone a cadena perpetua.
Vestida con una blusa blanca, un jersey negro y con el pelo recogido, la mujer de 39 años aceptó desde el banquillo responder a cada una de las preguntas, a veces con una cierta ternura, a veces con frialdad.
La madrugada del 20 de noviembre de 2013, unos pescadores encontraron muerta a su hija Adélaïde, de tan solo 15 meses, en una playa de la ciudad turística de Berck-sur-Mer.
Según sus declaraciones, Fabienne Kabou llegó de París el día anterior con el objetivo de ahogar al bebé. Tras ver la crecida de la marea, dejó a Adélaïde dormida en la arena y se marchó pidiéndole perdón.
Tras haber descrito en un perfecto francés su infancia en Dakar, donde nació de una madre secretaria y un padre traductor de la ONU, y su llegada a Francia para estudiar, la mujer explicó su encuentro con Michel Lafon, un escultor de unos 60 años, el padre de la niña.
Y concluyó, sin cambiar de tono: “En 2011, me quedo embarazada de Adélaïde, nace en agosto y acabo matándola, 15 meses después de su nacimiento”.
“¿La brujería? Es la constatación a la que llego por defecto, porque no tengo ninguna otra explicación”, alegó la acusada, añadiendo que se gastó unos 40.000 euros en consultas de “morabitos y curanderos” antes de cometer su atroz gesto.
“En esta historia, nada es coherente (…) ¿Qué interés tendría yo en atormentarme, en mentir, en matar a mi hija? He hablado de brujería y no bromeaba. Incluso alguien estúpido no habría hecho lo que hice”, insistió.
“¿Qué le hace hablar de brujería?”, reiteró su abogada. “Durante años, no conseguía levantarme por la mañana, tenía los pies destrozados, paralizados, tenía delirios, como paredes que no paraban de girar”, recordaba Fabienne Kabou.
También habló de “intrigas” en torno a ella. “¿Qué intrigas?”, replicó el abogado general, Luc Frémiot, visiblemente molesto. “Todo lo que me pasa durante todos estos años no se me parece en nada”, respondió ella.
– ‘Estrategia de defensa’ –
“Tenemos un pie en la medicina occidental y un pie en las creencias africanas de las que nosotros, occidentales, no conocemos los pormenores. Ahora bien, ¿dónde está la base cultural y dónde la enfermedad mental?”, se cuestionaba su abogada ante la prensa y dijo que en otra época era “un personaje fuera de lo común” y “una mujer muy inteligente”.
“¿No se trataría de una forma de protegerse psíquicamente al no admitir que era capaz de un acto así?”, insistía.
Según expertos psiquiátricos, la acusada ya había hablado de la influencia de la brujería, pero ninguno apuntó sobre su irresponsabilidad, aunque varios expertos sugirieron la hipótesis de una fuerte alteración de sus facultades mentales en el momento de cometer el acto.
Fabienne Kabou no hizo nada para disimular su crimen y fue identificada por cámaras de seguridad y testigos.
Diez días después, la policía la arrestó en las afueras de París, en el domicilio de su compañero y padre de la niña, a quien Kabou le contó que había dejado al bebé con su madre para que se hiciese cargo de ella en Senegal, su país de origen.
Durante su corta vida, Adélaïde no tuvo existencia legal, ya que no fue inscrita en el registro civil.
Su padre se constituyó como parte civil en el proceso, aunque la instrucción del caso había revelado su poca implicación como progenitor, puesto que ni siquiera quiso reconocer al bebé.
“Los dos años anteriores al asesinato de mi hija fueron los peores de mi vida, los dos siguientes de arresto han sido más tranquilos y serenos”, concluyó la acusada.
Ya se han publicado varios escritos sobre denuncias a mujeres que han agredido, matado, abandonado o lo que quieran más, a sus bebés, hijos o como los quieran llamar y no he visto a nadie, sobre todo de esos grupos a los que se les suelen llamar “feminazis” salir a repudiar estos hechos. Cuando de un hombre se trata les falta tiempo.
Para no dar más vueltas ni calificar nada, la única pregunta que queda en el tintero es ¿Qué pasa, no os importa nada estos niños o es que por esto no os dan subvenciones?