“El que de servilleta pasa a mantel Dios nos libre de él”
Es muy común hallar personas que desempeñan cargos políticos, y que manifiestan en ellos un desmesurado orgullo. También es común, por desgracia, dar con individuos de cierta cultura, pero que los embota una lamentable vanidad.
Los incidentes de tráfico protagonizados por cargos políticos han sido frecuentes. El de Esperanza Aguirre con agentes de movilidad de Madrid; el positivo del exmagistrado del Tribunal Constitucional, Enrique López -que se saltó un semáforo en rojo e iba sin casco en su moto-, o el protagonizado por conducir bajo los efectos del alcohol por el exsecretario de Estado, Miguel Angel Rodríguez, son algunos de los más sonados.
“Bien está que los guardias denuncien y esquilmen a cualquier contribuyente con derecho a voto, pero mucho cuidado con interceptar a un infractor con carné de demócrata y levita de aforado, y querer aplicarle la ley que en teoría debería regir para todos”. Esta es la lamentable deducción extraída por cualquier español sensato, a partir de hechos tan reprobables como los descritos anteriormente, o los protagonizados más recientemente por la exjuez y ahora diputada podemita Victoria Rosell.
Esta señora, esgrimió su condición de diputada para eludir el control de la Guardia Civil en el aeropuerto de Gran Canaria al negarse a ser identificada para acceder a la zona de embarque. Ante la exigencia de los agentes para que se identificara, la diputada dijo que “no le daba la gana”, por lo que tuvo que ser requerida en numerosas y reiteradas ocasiones para que mostrase su documentación. Finalmente, optó por entregar su acreditación de diputada nacional y aportó su DNI.
No era la primera vez que protagonizaba un incidente en un aeropuerto. Unos meses antes, requirió de malos modos a los trabajadores de AENA para que le abrieran la sala de autoridades. Según un parte de incidencia del responsable de turno de la empresa, la diputada exigió “con actitud soberbia” el uso de la sala de autoridades del aeropuerto.
El comportamiento de la exjuez podemita, y en general de toda esta patulea infecta, contrasta con la modestia y la sencillez que muestran profesionales ilustres que han llegado a lo más alto por méritos propios, y no por ir en las listas de un partido político subvencionado con el dinero de los contribuyentes españoles. Sirva aplicar un conocido dicho castellano como sentencia inapelable: “El que de servilleta pasa a mantel Dios nos libre de él”.
Solo las personas que han llegado a ocupar un cargo de responsabilidad por méritos propios, comprenden bien que nadie puede vanagloriarse demasiado ni de su alta posición social ni de sus excepcionales dotes de talento. Nada honrará tanto a quien se encuentra en una posición privilegiada, como tratar con toda consideración y afecto a los más humildes servidores públicos, atenderlos cordialmente en todo lo que puedan necesitar, ayudarles con sus excelencias, y animarlos con sus consejos.
Nadie debe considerarse superior a otro, entre otras razones, porque muchas de las mentes privilegiadas que se han hecho célebres a lo largo de la Historia, han tenido un origen modesto: Cristóbal Colón, fue hijo de un humilde tejedor; el fabulista Esopo, fue antes esclavo; el astrónomo Nicolás Copérnico era hijo de un humilde panadero de Cracovia; el padre de Benjamín Franklin se ganaba la vida fabricando jabón; Shakespeare, guardaba en su juventud los caballos de los señores que acudían de noche al teatro; Robert Fulton, Samuel Morse, Abraham Lincoln, Cervantes, Goya, Ramón y Cajal, y muchos otros, procedían de familias sencillamente humildes.
El galardón que ennoblece a las personas, no es el de un nombramiento a dedo por una decisión política; debería ser el premio como fruto del trabajo, el estudio y la perseverancia, que se otorgue a un ciudadano de cualquier estrato social para que acceda a un lugar preeminente dentro de la comunidad.
Solo deberían otorgarse los puestos de mayor relevancia y responsabilidad para gobernar un pueblo, a los que por justicia se han hecho acreedores dedicando su vida a incrementar la cultura, la riqueza, el bienestar, el progreso, el amor, la fraternidad, y la convivencia pacífica de los ciudadanos y de la Patria.
Nadie se hace grande demostrando lo pequeños que otros pueden ser. Grande es aquel que puede engrandecer con su comportamiento a la gente que vive a su alrededor.
Sr. Román
Me gusta mucho esta frase
Solo deberían otorgarse los puestos de mayor relevancia y responsabilidad para gobernar un pueblo, a los que por justicia se han hecho acreedores dedicando su vida a incrementar la cultura, la riqueza, el bienestar, el progreso, el amor, la fraternidad, y la convivencia pacífica de los ciudadanos y de la Patria.
Saludos
Señor Román: ¡CUM LAUDE!
Magistral.