No habrá paz para el Barcelona
Inglaterra se va y, con ella, quizá también buena parte de la maltrecha credibilidad que le quedaba a Europa cuando ondea la “fraternidad”, uno de los pilares ideológicos con los que se fundó. El sueño europeo se resquebraja y, si damos por bueno el discurso en favor de ‘la unidad’ como valor intrínseco para alcanzar el éxito, es evidente que tampoco el Barcelona presenta mejores perspectivas que el Viejo Continente.
La decisión del actual presidente barcelonista, Josep Maria Bartomeu, de aceptar el pacto que la Fiscalía y la Abogacía del Estado ofrecieron para exonerarles a él mismo y también a su predecesor en el cargo, Sandro Rosell, de toda responsabilidad en las irregularidades en la compra del brasileño en 2013, ha tenido como consecuencia el levantamiento de Joan Laporta, que ha desenterrado el hacha de guerra.
Laporta impedirá que el pacto sea efectivo después de presentarse, el pasado jueves, en el Juzgado para ejercer como acusación particular y detener el acuerdo porque entiende que el Barcelona no puede ser culpable al existir personas físicas que sí pueden asumir la culpa, y mucho menos pagar la multa de 5,5 millones de euros. En resumen, que el culebrón todavía no ha acabado. Y no hay noticias de que vaya a apaciguarse en el futuro más próximo.
Bartomeu aceptó el menos malo de los posibles finales, evitando así el juicio, aunque no fue capaz de asumir que el fichaje de Neymar pudo hacerse mejor. Si acaso, comentó que apenas “cambiaría algún que otro gestor”, lo que no le deja en buena posición, especialmente sabiedo que la acción de responsabilidad contra la Junta de Laporta sigue viva.
Naturalmente, aquí quien pierde es el Barcelona. Igual que perderá Europa sin Inglaterra. Y por muy lícito que sea defender los propios intereses, nunca puede ser a costa de los de la mayoría, llámese Barcelona o Europa. Y si creen que el interés particular, en calgún caso, puede coincidir con el colectivo, que lo expliquen bien. Mientras, el caso Neymar seguirá azotando la actualidad azulgrana y el club, lejos de pasar un verano tranquilo, continuará viviendo entre chiquilladas y luchas cainitas. Con Brexit o sin él, hay cosas que no cambian nunca.