Resiliencia en el PSOE
Manuel Marín.- Un dato objetivo: el PSOE ha vuelto a obtener el peor resultado de su historia, y aunque ha conseguido contener la prevista hemorragia de votos hacia esa izquierda entregada al populismo extremista, ya asume conscientemente que no le será posible volver a gobernar sin desactivar a Podemos. Bien sea por miedo social, bien por una movilización racional de la moderación institucional y el pragmatismo del voto útil en el aumento del voto del PP, la percepción de que Pablo Iglesias ha tocado techo es la única buena noticia para los socialistas.
Al socialismo ahora no le caben muchas más opciones que permitir gobernar a Mariano Rajoy con una minoría más o menos solvente. La prioridad del PSOE será retirarse en busca de una profunda refundación interna, superar la resiliencia de Sánchez probablemente con otro liderazgo, y empezar a reconquistar a ese fallido votante de izquierda que, siendo rehén de una «sondeocracia» más que fracasada, aún cree en el disfraz de falso socialismo soft de Podemos.
El PSOE puede negarse a forjar una gran coalición con el PP. Sería, incluso, razonable dado que su primer objetivo no puede ser formar gobierno, sino idear el modo de retomar el estandarte de un socialismo constructivo, capaz de alcanzar pactos de Estado con la derecha, y creíble, sin más guiños opacos al separatismo, y sin utopías federales generadoras de confusión sobre el modelo de Estado en España. El PSOE tiene ahora unos meses, antes de su congreso federal, para aclarar qué quiere ser de mayor y cómo afrontar la resurrección de su proyecto político original si algún día pretende tener opciones reales de regresar a La Moncloa. Facilitar el Gobierno del PP denotaría madurez, autocrítica, rectificación y capacidad de adaptación en la distinción, todavía muy equivocada en el PSOE, entre rivales y enemigos. Su enemigo no es el PP, sino Podemos, e incluso tendrá que replantearse su apoyo a los Ayuntamientos podemitas. Sin recuperar en los próximos años dos millones y medio de los cinco millones de votos que conserva Pablo Iglesias, difícilmente podrá arrebatar el poder al centro derecha en años.
Desde mucho antes de ayer, el PSOE debate con sordina la sucesión de Pedro Sánchez. Cinco escaños menos que el 20-D es un fracaso sin paliativos por más que la fallida expectativa del «sorpasso» haya sido una grata sorpresa para ese socialismo agónico que ha malvivido en campaña. César Luena se cansaba de decirlo y pocos le hacían caso. Susana Díaz reivindica como suyo el triunfo del PSOE en solo tres de las 52 circunscripciones, pero es cómplice del nuevo fracaso socialista. En cambio, podrá emerger Eduardo Madina como factor distorsionador en el ruido interno: con escaño en el Congreso, en el PSOE habrá quien lo impulse frente a la tentación que pueda tener Sánchez de perpetuarse. Toca reciclaje.