Una poda, inaplazable para Madrid
Seguirán muriendo ciudadanos, cada vez más, y de forma progresiva, porque la naturaleza no perdona, aunque la Carmena crea en la fatalidad gratismente. Ya tenemos esa certeza y se va generalizando. Con Franco no pasaba esto, entre otras cosas, porque no había tantos árboles. Eran otros tiempos. Se estaban plantando, y creciendo vegetativamente. Ya sabemos que Dios, y el arzobispo, perdonan siempre, los hombres alguna vez, pero la naturaleza nunca.
Cada año los arboles dan su estironcito, y las autoridades locales, entre memorias orwellianas, gilipolleces, ocurrencias zapateríles, pichorradas de género, y despelotes alternativos, no lo advierten, y si lo hacen, lo dejan para la siguiente legislatura. No prestan a este problema la debida atención, transcurre el tiempo, y los dineros se van en memeces y otros orgullos, que no pasan de intentar cargarse las navidades, los reyes magos, la semana santa, y andar jodiendo a los católicos, que somos mayoría absoluta, muy obcecados y no nos amaneramos. ¡Ni con las risitas, o la estolidez repetitiva de Ciudadanos, se arregla esto! Menos aún, con el mular progreso periqueiro, ni el bolivarianísmo madurita, o madurísmo bolivariano. Al gusto.
Los árboles de Madrid constituyen un peligro grave de abandono, que cada vez va a más y peor. Son muchos, y requieren cuidados, atención y grandes actuaciones. No poner remedio ya, es una auténtica imprudencia temeraria vencible, dolosa, y reclamable penal y civilmente, y habrá un día –llegará- en el que la deuda municipal, enorme, vendrá de las reclamaciones civiles millonarias interpuestas. Lo ve cualquiera, que tenga los dos dedos de frente reglamentarios.
Durante muchos años, nos hemos gastado el dinero público en prebendas, sueldos innecesarios de asesores inoperantes, pachás, beneficiados, concejales de jardines, parques y canonjías hábilmente indeterminadas. En los eneros y febreros, hemos visto como cuatro gatos mal contados y con escasos medios, que no cuestan ni la cuarta parte que los percebes y agasajos postineros, que se jalan los irresponsables con cualquier motivo, han hecho podas de peseta, al menudeo –ridículas- cortando ramitas para hacer un ramo o una fogata y sin tocar las guías, ni las grandes ramas excedidas, porque eso requiere grúas, tiempo y dedicación. No hacer nada en defensa de los ciudadanos, supone una negligencia, culpable, de libro.
Los árboles en la ciudad, están para dar sombra, ornato, y ambiente, y eso no lo ha pensado nadie. Los han plantado, y ¡hale!, a crecer. Antes los dejaban secar, y el coste era reponerlos, pero hoy, concienciados de que es más barato regarlos usando la electrónica, se han olvidado de que la selva virgen se autoalimenta con los árboles y ramas que mueren. Vengan más, que hasta que crezcan… Hay que controlar las guías, amigos, hay que poner un tope prudente a su altura, y la longitud de las ramas, según manuales, ya que en muchos casos es patentemente desaforada. Y eso, ya mismo.
Pues bien, el problema aumenta día a día, y se agrava con los años. Las alturas pasan de los quintos, y sextos pisos, y encima no dan la sombra que deberían. Seguro que aparecerán bufetes especializados, como para las preferentes, que cobrarán del ayuntamiento, bien del de la Carmena, del de Sancipriano, del de una prima suya, del de Carlos III, del de Ruiz Gallardón, o del de la Botella. Se sube el IBI, se crea un nuevo impuesto a la majadería, a la imprevisión, a la ineptitud, y lo pagan ellos, los responsables, como debe ser. Al final, se sacará de las mismas víctimas, de los ciudadanos, a los que se ordeña –milking- impunemente. No hay culpables, como siempre, y además tenemos que oír majaderías como las últimas de la alcaldesa, echando pelotas fuera. No haberlo hecho a su tiempo, ha convertido y sobredimensionado el problema, en algo muy costoso y grave. Los ciudadanos lo saben, lo sufren, y lo hubieran advertido a tiempo, pero como no participan para nada, pues eso.
Cada árbol de Madrid, requiere una poda drástica, que supone grúas, operarios, y previsiones circulatorias. Un plan serio. Hay que limitar su altura, y convertirlos en copudos de sombra. Es cierto que el trato no ha de ser igual para las coníferas, que para otros de menor arraigo, y mayor riesgo, pero hay que actuar desde ya. Es mucho tiempo y dinero. Piénsenlo. Lo tengo hablado con el presidente del colegio de ingenieros de montes, Carlos del Álamo, que se llevaba las manos a la cabeza, y que no ha conseguido que le escuchasen. Pero esto va a más, y con las ciclogénesis, derivadas del calentamiento global -asumido en Paris el pasado diciembre como un éxito- y el subsiguiente cambio climático, de fenómenos extremos, son un hecho, y va a ser una plaga. Y mientras, se va cargando otro bombazo, que caerá sobre cualquier cabeza, menos sobre la que debiera. Ustedes verán. Yo acuso.
Otra barbaridad, aparte de la marranería que campa por sus respetos en la capital, a merced de que llueva, por lo de que si el agua reciclada, que si no, y que al final termina en que no se riegan las calles de ningún modo, es el invento del demonio –maldito sea quién lo inventó-, ese, que consiste en levantar toda la suciedad seca –esporas, bacterias, virus, basura, escupidos, orinados, y vomitajos de la peor índole- a la altura de nuestras narices, y ojos, con las hojas del otoño. Y todos callados. Nadie dice nada. Pobres hombres, que con un simple bozal –no es otra cosa- que no sirve para nada, sino para que no se oigan sus maldiciones, se afanan a ello, sopla que te sopla, emitiendo más CO2 y ruido, por si faltara poco.
Espero, inútilmente, que el colegio oficial de médicos, o los oculistas, y los neumólogos, digan algo al respecto y a quien corresponda, y soliciten un interdicto de limpieza ruinosa, salvo que teman perder pacientes, o se hayan vuelto locos, y carezcan de interés en que no haya contagios. No se entiende. ¿Hay lucro con epidemias, y vacunas? ¿Dónde está la OMS? Luego, que si la carne roja, que si el tabaco. Por cierto, el orate del Rodríguez, sigue suelto de manos, sin que nadie intervenga. ¿Estamos tontos?
De acuerdo con lo de los sopladores, pero los árboles deben podar lo seco, lo verde no, a menos que sea un peligro manifiesto.
Lo que hay que hacer es plantar más.