A día de hoy… en manos de Rivera
Mayte Alcaraz.- Un escalofrío recorrió ayer la espina dorsal de un alto cargo de Rajoy: con la abstención de Ciudadanos (es decir, sin el voto afirmativo de sus 32 escaños) no se llega a los 169 diputados que, sumados al de Coalición Canaria, alcanzarían la mágica cifra de 170 que algunos barones contrarios a Pedro Sánchez –Fernández Vara a la cabeza– habían fijado como condición indispensable para obligar a Ferraz a no bloquear la investidura. En Génova se esperaba algo más del partido de Rivera. Todavía se confía en que la estrategia de esta formación sea la de ir de «menos a más», pero nadie se atreve a asegurar nada
Con la exigua promesa de Rivera de abstenerse en una segunda sesión, el PP se asoma a un precipicio: pasar primero por una votación fallida el 3 de agosto y dos días después arriesgarse a que los socialistas, so pretexto de que Rajoy no ha conseguido más votos positivos que los propios, le den un portazo. Quizá por ello el presidente en funciones deslizó ayer, ante la sorpresa de muchos, que sin respaldo suficiente no se presentaría a ninguna sesión. Es de Perogrullo que el líder popular no va a enfrentarse a dos marcadores negativos cuando no lo hizo hace cuatro meses, aconsejado por su buen amigo portugués Passos Coelho, que terminó en la oposición tras ser despedazado por la izquierda en una votación similar.
Rajoy confíaba en arrancar de Ciudadanos algo más que la abstención, pero la Ejecutiva del partido naranja se ha inclinado por la opción menos comprometida poniendo en solfa los planes del PP. Por eso, algún dirigente de este partido confesaba ayer, sumido en el pesimismo, que «esto está regular». La presión sigue sobre el PSOE, cuyo líder tan solo concedió ayer un «a día de hoy» [no apoyaré a Rajoy], pero los barones favorables a la abstención sienten que su posición carecerá de fuerza si no pueden esgrimir ante Sánchez un bloque de votos proclives al Gobierno de Rajoy que se acerque a la mayoría absoluta, fijada en 176 escaños. Descartadas las cinco actas del PNV, incompatibles con Ciudadanos, el horizonte era 170. Por tanto, o Ciudadanos cambia el rumbo en las dos próximas semanas o el escenario que acaricia Rajoy de presentarse en esa primera semana de agosto a la investidura se hace impensable. Solo cabe una posibilidad: que el presidente en funciones acepte, contra su actual posición, poner el reloj institucional en marcha –27 de noviembre, elecciones– con una investidura fracasada. Cuenta a su favor que una nueva convocatoria tendría consecuencias desastrosas, desde luego para Ciudadanos, pero también para el PSOE, sobre los que recaería la responsabilidad. Y no digamos el daño para la imagen de España.
Por tanto, atentos al terreno de juego porque Rivera y Sánchez van a jugar a la defensiva. En la maniobra de desgaste, ambos esperan que sea Rajoy el que pierda masa muscular, pero ellos se juegan una lesión que los mande a casa definitivamente. Y los españoles, su futuro.