En una final de los 400 metros estilos abducida por una extraterrestre de nombre Katinka Hosszu, Mireia Belmonte inauguró el medallero de la representación española en los Juegos de Río, como lo hiciera hace cuatro años. Pero esta vez sin dejarse rogar, a la primera ocasión. La nadadora española fue tercera en una prueba donde ‘Iron Lady’ batió el récord, ya de por sí asombroso, que dejó en Londres la china Shiwen Ye. Y lo hizo con una marca sideral, 4:26.36. Entre la ganadora y Mireia (4:32.39) se interpuso la estadounidense Maya Dirado (4:31.15).

Calificada para la final con el segundo mejor tiempo en las eliminatorias (3:32.75), Mireia hizo una carrera algo distinta, o quizá fueron sus rivales quienes le obligaron a ello. A su mitad era quinta, con Hosszu desbocada y Dirado nadando como los ángeles. No era una posición cómoda porque la había adelantado la británica Hanna Milley, buena bracista, que se despegó casi un cuerpo en este estilo.

Pero con Mireia en liza nunca hay que darla por amortizada. Inició un tramo de crol furioso, el más rápido de todas las finalistas (61.32). Aún le separaban ocho décimas de la británica en el último volteo, pero en esos 50 metros definitivos, que calificó como “agónicos”, Belmonte le remontó un segundo. Metió la cabeza, se olvido del estilo, braceó con furia y alcanzó a tocar tercera 15 centésimas por delante de Milley. Fue su segunda mejor marca de siempre.

“Me he sentido un poco rara, algo cansanda, pero he luchado hasta que no podía más, hasta que mi cuerpo no tenía más fuerzas”, resumió sus sensaciones Mireia aun con la respiración agitada por el esfuerzo. “A falta de 50 metros veía bastante lejos a la británica, pero nunca dejo de luchar. En los siete u ocho últimos metros no he respirado, que fuera lo que Dios quisiera, y he metido la mano por delante”.

Eso ocurría a las 23.00 horas de la noche, que se prolongó para Mireia con el control antidopaje, la entrega de medallas, la rueda de prensa oficial, la cena, el masaje recuperador. Y este domingo por la mañana afronta las eliminatorias de los 400 libre.

El mismo protocolo, las mismas servidumbres siguió la ganadora Katinka Hosszu, que rompió una barrera que parecía de otro planeta. La húngara se había quedado en las eliminatotrias a 15 centésimas del récord mundial. Tampoco tenía hasta ahora un título olímpico. Las dos cosas cayeron en su saco tras una carrera histórica, en la que puso en solfa muchas teorías asumidas como incuestionables.

Para superar el récord de Ye tenía que acumular la suficiente ventaja a los 300 metros como para que no se le escapase en el crol, porque el hectómetro final de la china, aquel milagro que nunca más se verá, fue tan rápido como el de Ryan Lochte en la final masculina de esta prueba en Londres.

Katinka se aplicó de lleno y fue acumulando ventaja, 1.28 en mariposa, 3.24 tras la espalda, hasta 5.25 terminada la braza. ¿Se le volvería a escapar? Esta vez no. Aunque acabó en 61.86, tres segundos largos más lenta que la china hace cuatro años, destrozó su récord y sacó casi cinco segundos a la medalla de plata.

Esta estajanovista, millonaria gracias a los premios que acumula en la Copa del Mundo, aprovechó su oportunidad. Era la primera de sus cinco pruebas individuales (puede llegar a nadar hasta 16 veces en Río, con el relevo de 4×200), estaba fresca y puso todo el empeño en un desafío formidable. El resultado fue mostruoso.