Crápula.- ¿Recuerdan ustedes la anexión de Austria por Alemania en los años treinta? Fue totalmente una voluntad del pueblo austriaco. Fue así porque aquella Alemania ofrecía algo superior y grandiosamente magnífico. Aunque en menor medida dada una mayor diferencia cultural, lo mismo se puede decir de algunos países del norte europeo. Todos querían sumarse a la imponente Alemania. Aquella que pasó en seis años del tercer mundo a ser la primera potencia mundial.

En España ocurre justo lo contrario. ¿Quién quiere formar parte de un país como el que nos ha tocado en suerte? Un país sin futuro, sin dignidad, sin vergüenza, hipotecado por siglos, donde parasitan a su antojo la escoria de todo el mundo, donde se premia la estupidez y la vagancia y se penaliza el trabajo, la inteligencia y el esfuerzo. Donde al autóctono le son negadas las ayudas que le son dadas a moros, pandilleros latinos y negros. Donde el 90% de sus políticos son corruptos y el resto traidores declarados. Donde la presión fiscal es demencial. Donde los sueldos son miserables. Donde pagamos la energía más cara del planeta. Donde…

Realmente lo extraordinario es que quede todavía alguien que quiera ser español. Al menos de esta España estúpida y suicida del 78. Y lo dice alguien que se siente Español hasta la médula. Pero desde luego NO de esta España mediocre, ruinosa y mezquina. De la España que un día fuera la punta de lanza de la civilización cristiana.

Así que NO. El problema catalán NO tiene solución. Porque el problema no es de la región catalana. Es un problema de España entera. Recuperemos una España grande y libre y los problemas no sólo se acabarán sino que todos querrán voluntariamente formar parte de ese proyecto grande y con futuro. Esa es la solución. Cualquier otra no será más que un parche sobre una rueda tan deteriorada que tarde o temprano reventará llevándonos a todos, catalanes incluidos, al desastre más descomunal desde la invasión árabe de 711.