El oscuro pozo de la droga (5)
En artículos anteriores me refería a los llamados “narcóticos”. La palabra narcótico es un vocablo griego que significa “capaz de adormecer y sedar”. Esta palabra, narcótico, se usa con frecuencia en la calle para referirse a todo tipo de drogas. Los narcóticos se dividen en:
Neurolépticos o tranquilizantes mayores; ansiolíticos o tranquilizantes menores; somníferos o barbitúricos; grandes narcóticos o anestésicos generales; opio, opiáceos y sucedáneos sintéticos. Aunque las composiciones y orígenes de estos narcóticos sean distintos, tienen en común su efecto en el organismo aunque se manifiesten de manera y grado diferentes.
Neurolépticos o tranquilizantes mayores:
Se utilizan para tratar la depresión, las manías y las psicosis, y se venden sin prescripción médica en la mayoría de farmacias. Entre estos están la fenotiazina, el haloperidol y la reserpina.
Estas drogas producen un estado de indiferencia emocional, sin alterar la percepción ni las funciones intelectuales. Son sumamente tóxicas, y poseen efectos secundarios tales como parkinsonismo, destrucción de células de la sangre, arritmia cardiaca, anemia y vértigos, entre otros.
Ansiolíticos o tranquilizantes menores:
Habitualmente usados para tratar las neurosis, estas drogas constituyen la mitad de todos los psicofármacos consumidos en el mundo, a pesar de que producen un síndrome de abstinencia muy grave. En dosis mayores funcionan como hipnóticos o inductores del sueño. Algunos se usan como relajantes musculares. Producen letárgica, estupor y coma, con relativa facilidad. Al abandonar su consumo pueden aparecer episodios depresivos, desasosiego o insomnio.
Somníferos o barbitúricos:
Su uso puede provocar lesiones en el hígado o en los riñones, producir erupciones cutáneas, dolores articulares, neuralgias, hipotensión, estreñimiento y tendencia al colapso circulatorio. La intoxicación aguda puede llegar a provocar la muerte. La dependencia física se genera entre las cuatro o las seis semanas.
Grandes narcóticos:
Existen varias sustancias usadas en anestesia general que merecen estar incluidas en este grupo por su capacidad de producir sopor y estupefacción, mayor que la de cualquier estupefaciente en sentido estricto. En dosis pequeñas produce una primera fase de excitación como el alcohol, y luego sedación y sopor. También generan tolerancia y, en consecuencia, adicción, pudiendo ocasionar intoxicaciones agudas e incluso la muerte.
Opio y sus derivados:
Con el nombre popular de adormidera o amapola, se conoce el fruto del cual se obtiene el opio y sus derivados. Es un polvo de color tostado que se extrae de los granos que contiene el fruto. Entre sus usos medicinales se encuentran la supresión del dolor, el control de los espasmos, y el uso como antitusígeno. Entre sus derivados se encuentra la morfina, la heroína, la metadona y la codeína, todos ellos pueden brindar extraordinarios beneficios terapéuticos si son recetados y controlados por un médico.
Los opiáceos se presentan como polvo para fumar o solución inyectable. Este narcótico produce un estado de euforia y ensoñación; una sensación de éxtasis que se acorta rápidamente a causa de la tolerancia, y cuyos efectos físicos son:
Epidermis enrojecida; pupilas contraídas; náuseas; decaimiento de la función respiratoria; pérdida de reflejos; falta de respuesta a los estímulos; hipotensión; desaceleración cardiaca; convulsiones; y riesgo de muerte.
En la década de 1980, el número de heroinómanos en España entre la población más joven, aumentó considerablemente. Hay quien sostiene, y creo que con muy buen criterio, que hubo una conspiración en torno a la heroína; una maniobra criminal para anular y “zombificar” a la gente joven a través de esta droga. Se dice que las conspiraciones se ocultan bajo problemas sociales, de ahí que ésta tuviese un objetivo claro: “desactivar” a los chavales anulando a su vez el control de su mente, para matar su capacidad de reacción y su libertad primero, y el derecho a disfrutar plenamente lo que les restase de vida, mucho más tarde. Las muertes de estos jóvenes durante aquella década y la siguiente, se cuentan por miles. Los que operaban detrás de aquella conspiración sabían, que quien entraba en ese juego, si lograba sobrevivir, no volvería a ser jamás un ciudadano de mente clara y totalmente libre.
En aquella fatídica década (1980), Madrid o Barcelona por ejemplo, tenían más heroinómanos que Londres o Nueva York. España ocupaba el primer lugar en el mundo en atracos a entidades bancarias, perpetrados la mayoría de ellos por jóvenes de familias sin recursos, que buscaban procurarse con el fruto de esos delitos su dosis diaria. El hacinamiento de los centros penitenciarios, que no estaban preparados para albergar a tantos detenidos, desbordó cualquier expectativa del recién estrenado régimen constitucional. Los cadáveres de jóvenes con la jeringuilla aún clavada en el brazo en cualquier rincón de un parque, formaban parte del paisaje urbano.
Hoy, en pleno siglo XXI, la heroína vuelve a correr por las calles de España. Esta droga está enganchando a nuevos consumidores; no va de retirada como se creía. Se calcula que desde 2010, unos 6.000 españoles se han enganchado a la heroína. Pero, no lo hacen como los 90.000 que ya había, y que se la inyectaban mediante jeringuilla y aguja, no. Los nuevos no se pinchan, la esnifan o fuman mezclada con cocaína (mezcla denominada “el azúcar moreno”). Sus edades oscilan entre los 30 y los 50 años de edad, nada que ver con el yonqui de los ochenta, desaliñado y demacrado que buscaba meterse el “pico” en cualquier retrete. Los de hoy son abogados, profesores, gente del espectáculo…, que por un motivo u otro la vida se les ha torcido. Prefieren esnifarla o fumarla (lo que en el argot se llama chino).
El renacer de la heroína lo marca el aumento de incautaciones. En 2011 por ejemplo, fueron aprehendidos 412 kilos, un 76% más que el año anterior (233 kg.). En diciembre de 2013 se desmantelaba el primer laboratorio de heroína en España; 20 kilos incautados en un chalé de Fuensaldaña, población de apenas 1.500 habitantes de la provincia de Valladolid.
El nuevo retrato del heroinómano español, más allá de que ahora huye del pinchazo, viene marcado porque arrastra un historial de policonsumidor de drogas, sobre todo de cocaína.
Aquella siniestra conspiración contra España perfectamente calculada y a la que hacía referencia, cumplió con creces su objetivo. Hoy, ya es un problema endémico cuyo lastre seguimos arrastrando y al que se van uniendo cada día otros tipos de droga.
(Continuará)
Existe la creencia de que los florecientes EEUU se extendieron hacia el oeste partiendo de las trece colonias sometiendo a las tribus nativas mediante el uso de las armas y la fuerza. Y en parte es cierto, evidentemente. Tuvieron lugar desencuentros y masacres de todos conocidas contra la población india, pero no fueron ni mucho menos el elemento determinante para que los jóvenes EEUU se alzaran en tan poco tiempo con la victoria final, consiguiendo que un insignificante número de blancos ocuparan y dominaran unos gigantescos territorios de millones de km2. El elemento determinante para la victoria no lo proporcionaron… Leer más »