La mujer ‘creada’ y asesinada por su madre por no ser perfecta
Irene Ramírez De Arellano (R).- Aurora Rodríguez odiaba a todas las mujeres que la rodeaban, por eso decidió llevar a cabo su gran obra: engendrar a Hildegart Rodríguez, la libertadora del proletariado español, especialmente de la mujer. Pero la asesinó cuando ésta empezó a rebelarse.
Hildegart Rodríguez Carballeira fue una de las mujeres más influyentes y respetadas de la política en los inicios del siglo XX. Nacida en 1914, defendió los derechos del proletariado español y luchó por la liberación sexual de la mujer. Su fatídica y temprana muerte a manos de su madre, Aurora Rodríguez Carballeira, conmocionó a la sociedad española del momento e hizo que su gran aportación a la lucha social y feminista quedase en un segundo plano. La historia de Hildegart es inseparable de la de su madre.
Aurora tuvo una educación muy progresista, su infancia transcurrió en un ambiente liberal e intelectual, tuvo acceso desde muy pequeña a la biblioteca de su padre, político liberal y masón, donde se familiarizó con los textos de socialistas utópicos clásicos como Owen, Fourier, Saint-Simon, Bellamy o William Morris. Estas lecturas le hicieron creer en la posibilidad de concebir una nueva sociedad basada en la educación. Con 16 años realizó su primer “experimento”, quería convertir a su sobrino Pepito Arriola en un niño prodigio, éste resultó ser un virtuoso del piano, entonces la hermana de Aurora decidió hacerse cargo de su hijo y dirigir su carrera. Aurora sintió que le habían robado su proyecto, ella era la responsable de aquel éxito, pero esta experiencia le hizo ver su capacidad para educar a un ser intelectualmente superior, y se obsesionó con las teorías eugenésicas: mejorar la raza humana promoviendo únicamente la procreación de aquellos seres humanos que posean determinadas cualidades, es decir una natalidad selectiva.
Cuando quedó huérfana y con una buena herencia, decidió llevar a cabo su gran obra: engendrar a la libertadora del proletariado español, especialmente de la mujer, porque era una mujer muy misógina, detestaba a todas las mujeres que le rodeaban, por eso quería crear la mujer del futuro. Primero debía encontrar un hombre que cumpliese los requisitos físicos y psíquicos, tenía que comprender y apoyar su causa, solo debía ser un “colaborador fisiológico”, sin derechos de paternidad. Su candidato fue supuestamente un sacerdote de la Marina llamado Alberto Pallás, con el que se acostó de forma aséptica —el sexo le desagradaba lo consideraba un acto primitivo que esclaviza a la mujer en su papel de procreadora. Fue muy rigurosa desde el embarazo para asegurar el perfecto desarrollo del feto: se bañaba dos veces al día con agua caliente, no hacía esfuerzos físicos, se despertaba cada hora para cambiar de postura y que la posición del feto no se alterase, etc. El 9 de diciembre de 1914 nació la hija que tanto ansiaba: la llamó Hildegart (Jardín de Sabiduría), porque creía que los nombres predestinaban a las personas.
La educación de Hildegart fue exhaustiva desde su infancia, tenía juguetes especiales, trabajaba la estimulación psicomotriz y seguía una alimentación adecuada. Aurora no dejaba que nadie tocase o hablase a Hildegart, ella misma presumía de haberla acariciado en muy pocas ocasiones, tampoco podía jugar con otros niños, solo se relacionaba con adultos. Con apenas dos años Hildegart ya leía, y antes de cumplir los tres escribió una carta; con cuatro años tocaba el piano y escribía a máquina; con diez años estudió el bachillerato en alemán, ya entonces sabía francés, inglés, italiano, portugués y latín; con catorce años se matriculó en Derecho con un permiso especial, además ingresó en el Ateneo de Divulgación Social, en las Juventudes Socialistas y en la UGT. Con quince años, comenzó a escribir artículos para el periódico El Socialista y para otras publicaciones, además asistía a charlas, conferencias, participaba en congresos etc. Estaba completamente dirigida por Aurora, debía seguir sus directrices para llegar a ser una gran intelectual de la izquierda española, no la dejaba nunca sola, compartían incluso habitación, siempre iban juntas vestidas de negro para evitar la mirada lasciva de los hombres.
Hildegart se convirtió en una de las voces más progresistas del feminismo español con obras como: El problema sexual tratado por una mujer española (1931), Profilaxis Anticoncepcional (1931), o Métodos para evitar el embarazo (Maternidad voluntaria). El tema principal de sus escritos era la liberación sexual de la mujer, la cual solo se conseguiría si se separaba el deseo sexual de la procreación, por eso Hildegart defendía el uso de anticonceptivos, el aborto, ponía en duda la monogamia, etc. Pedía a las instituciones que se impartiese desde las escuelas una educación sexual, siempre desde un punto de vista científico. Le preocupaba especialmente el embarazo no deseado de la mujer de clase baja, porque le abocaba, sobre todo a la soltera, a aceptar cualquier trabajo sin importar las condiciones laborales. Hildegart quería educar a la clase obrera para que tuviese hijos con conciencia social, conseguir una natalidad acorde a los recursos económicos.
Sin embargo, Hildegart tenía un discurso basado únicamente en la teoría, no tenía ninguna experiencia propia. Vivía una gran represión sexual impuesta por su madre, tuvo una educación sexual completamente castradora, de hecho, fue virgen hasta el día de su muerte, de ahí el apodo de “La virgen roja” puesto por el sexólogo británico Havelock Ellis, quién aplaudía las aportaciones de Hildegart a la sexología. No se relacionaba con nadie y menos aún con hombres a los que su madre veía como una distracción de sus metas profesionales. Ella misma no vivía la sexualidad que proclamaba y pedía para las mujeres.
Al llegar la República, Hildegart comenzó a desencantarse del Partido Socialista. Según ella se estaba aburguesando, además mantenía una relación demasiado laxa con la Iglesia Católica, uno de los grandes enemigos de las mujeres. Cada vez se sentía más afín a las ideas del Partido Republicano Federal, incluso cuestionó públicamente al PSOE en el artículo ¿Se equivocó Marx? y en el libro ¿Fracasa el socialismo? con el que presentó su baja del partido en 1932. Recibió por ello muchas críticas, incluso le llegaron mensajes anónimos con amenazas de muerte. Su madre, aterrorizada por todo el revuelo, decidió comprar una pistola para proteger a su hija. La implicación política de Hildegart y el inicio de una supuesta relación con el escritor socialista Abel Velilla, disgustaron tan profundamente a Aurora que le pidió que se retirara de la escena política. Aurora no aceptaba que hubiese una tercera persona, sentía que perdía cada vez más la influencia sobre su hija. Hildegart comenzaba a reclamar su propio espacio, su propia vida, pero para Aurora eran síntomas del distanciamiento que estaba tomando de los objetivos para los que fue concebida, y eso no lo podía tolerar, Hildegart era de su propiedad, su creación. Culpó el despertar sexual de Hildegart a la herencia genética del padre, quien supuestamente resultó ser un perturbado que había violado a su sobrina, Aurora se culpó por no haber seleccionado correctamente al progenitor.
Hildegart tenía varias ofertas laborales en Londres donde gozaba de un gran prestigio como política y feminista. Sobre todo mantenía correspondencia con el escritor H.G. Wells, a quien asistió como guía en una visita a Madrid y quedó fascinado por la inteligencia de la joven, tanto que la requería como su colaboradora. Ir a Londres suponía, además de una gran oportunidad laboral, la oportunidad de huir de la dictadura materna. Cuando Hildegart comunicó a su madre la posibilidad de irse a vivir a Londres, Aurora comprendió la gravedad de la situación y desde el 27 mayo al 8 de junio de 1933 tomó una drástica decisión: recluir a su hija en casa, aislarla del exterior, incluso arrancó el teléfono. Aurora quiso convencer a Hildegart de que aquellos hombres solo querían utilizar su potencial intelectual para sus propios beneficios y apartarla de sus verdaderos propósitos socialistas. Fue una verdadera tortura psicológica con la que Hildegart supuestamente habría llegado a creer las teorías conspirativas de su madre.
Nunca sabremos que ocurrió realmente pero el desenlace fue fatídico. El amanecer del día 9 de junio Aurora disparó cuatro tiros a su amada hija mientras dormía. Seguidamente, con una gran frialdad y entereza, fue a casa de un amigo abogado para pedirle que se hiciese cargo de su defensa. Se personaron de inmediato en el Juzgado de Guardia para confesar su asesinato. En el juicio, muy mediático debido a la popularidad de Hildegart, la defensa presentó a Aurora como víctima de un delirio paranoico, basado en el secuestro de su hija por parte de alguna potencia extranjera. Aurora no quería aceptar una defensa basada en una locura para ella falsa, incluso alegaron trastornos psicológicos sexuales, celos homosexuales hacia su hija. Sin embargo, la acusación consideró que la exaltación de sus ideales de izquierdas la habían trastornado pero era completamente responsable de sus actos. Finalmente fue condenada a 26 años de cárcel, donde se peleaba con las presas y funcionarias, incluso quiso montar un sindicato de presas. En un principio, se creía que Aurora desapareció después de la apertura de las cárceles al estallar la Guerra Civil, pero en 1977 se encontró su historial médico y se supo que la mayor parte de su condena la pasó realmente en el manicomio de Ciempozuelos, donde fue trasladada por su mala conducta. Allí falleció en 1955 a causa de un cáncer.
El legado feminista de Hildegart, una obra conocida internacionalmente, de gran interés sociológico y político, no ha tenido todavía el análisis que merece porque quedó relegada por la prensa sensacionalista, los cotilleos, el morbo y la doble moral burguesa de la sociedad española de la época. Fue una mujer adulta sin infancia, una progresista defensora de los derechos de la mujer sin experiencia propia, que dedicó su corta pero intensa vida a la teorización de la liberación sexual de la mujer. Libertad, derecho fundamental que su enferma madre le coartó hasta el extremo de acabar con su vida.