Cientos de refugiados alojados en el campamento de la localidad griega de Kátsikas (norte del país) han dejado ese lugar y se han asentado en el parque del pueblo más cercano como protesta por el retraso de su traslado a instalaciones adecuadas.

Huyen supuestamente del caos que se vive en el Medio Oriente y al llegar a Europa cobra en ellos vigencia el verbo exigir. Lo exigen todo y se quejan por todo. Su insaciabilidad no conoce techo. En vez de aceptar sin rechistar la vida regalada que les ofrece el hombre blanco europeo, inimaginable en ningún país de obediencia islámica, lo que hacen al poco de asentarse es exigir el disfrute de bienes y servicios que no osarían reclamar en sus países de origen. Y lo hacen porque perciben el miedo paralizante de la casta política ante el desafío de sus crecientes exigencias, la deserción de las autoridades frente al compromiso de mantener erguida la briosa arquitectura de una Europa que levantamos a pulso desde la nada. Piense el lector que si estas cosas ocurren al poco de establecerse en los campamentos europeos, vestidos y alimentados con fondos públicos y con el recuerdo humeante de las presuntas penalidades del pasado, qué será lo que nos exijan cuando su presencia en Europa alcance a tener en ellos la categoría de derecho consuetidinario.

Cientos de refugiados abandonan un campamento griego

Cientos de refugiados alojados en el campamento de la localidad griega de Kátsikas (norte del país) han dejado ese lugar y se han asentado en el parque del pueblo más cercano como protesta por el retraso de su traslado a “instalaciones adecuadas”.

Según los refugiados, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) les habría prometido su traslado a apartamentos en los alrededores de Ioannina, una ciudad próxima a Kátsikas, antes de la llegada del invierno hace meses pero en la última reunión celebrada se les comunicó que los pisos que han sido adquiridos necesitan reformas que retrasarán su salida del campamento un par de meses.

En un comunicado que repartieron hoy entre los ciudadanos del pueblo los refugiados explican que han decidido abandonar el campo para presionar a ACNUR y que no regresarán por las “peligrosas condiciones”.

Beatriz de Torres, que lleva una semana como voluntaria en el campamento, confirmó ue las condiciones en el campamento no son buenas.

Como ejemplo citó el hecho de que las tiendas de campaña no están aisladas y lo único que las separa de la tierra son una base de piedra que el ejército colocó en el suelo para evitar que las habituales lluvias convirtieran el campo en un barrizal.

Los refugiados han colgado una pancarta en el parque del pueblo donde se puede leer la frase “Salvad a nuestros niños del frío invierno. 8 meses de promesas vacías. Queremos un alojamiento apropiado ahora. Las mentiras de ACNUR nos han traído aquí”.

Algo más de 8.000 personas viven a cargo de ACNUR en Grecia, de las cuales cerca de 4.500 viven en apartamentos alquilados por las Naciones Unidas, según los datos facilitados por el gobierno griego hoy.

Las protestas organizadas por grupos de refugiados se multiplican en diferentes puntos de la geografía griega a raíz de lo que consideran malas condiciones de los centros donde viven desde hace meses.

Anoche un grupo de refugiados acampó frente al consulado alemán en Salónica, la segunda ciudad de Grecia, alrededor de la cual se han levantado mucho campos para refugiados en los últimos meses.

Ayer tarde, frente a la estatua de Leónidas en las Termópilas, a 500 metros de otro centro de acogida, se convocaron dos manifestaciones, una en solidaridad con los refugiados convocada por colectivos ultraizquierdistas y otra convocada por Amanecer Dorado, algo que ha puesto en alerta a la Policía de la zona.