Todavía no sé cuál era el problema [de Guardiola]. O, bueno … No creo que pueda manejar personalidades fuertes. Él quiere buenos chicos en la escuela. Y, lo peor, huye de sus problemas. No puede mirarte a los ojos y eso hace que todo sea mucho peor.

Así, se puso peor [en Barcelona] cuando llegó la nube de cenizas del volcán en Islandia. No había vuelos en toda Europa y tomamos el autobús hasta Milán. Alguna persona con muerte cerebral en el Barça pensó que era una buena idea. Era nuestro partido más importante en lo que iba de esa temporada, la semifinal de la Champions, y yo estaba preparado para abucheos y silbidos en mi antiguo estadio. Pero eso no fue un problema, lo fue otra situación. Y creo que Guardiola tenía una obsesión con Mourinho.

José Mourinho es una gran estrella. Había ganado la Liga de Campeones con Porto ya. Él fue mi entrenador en Inter y es genial. La primera vez que conoció a Helena le susurró: “Helena, solo tienes una misión: alimentar a Zlatan, dejarle dormir y mantenerlo feliz”. Es el líder de un ejército. Pero también se preocupa. Me enviaba mensajes de texto todo el tiempo en Inter preguntando cómo me sentía. Es lo contrario de Guardiola. Si Mourinho ilumina una habitación, Guardiola tira de las persianas. Creo que Guardiola estaba tratando de estar a su altura.

“No es a Mourinho a quien nos enfrentamos – es el Inter”, dijo. Y luego sacó su filosofía basura. Por fin se acercó a mí. Fue durante el calentamiento:

“¿Puedes jugar desde el principio?”, preguntó Guardiola.

“Sin duda,” respondí.

“Pero, ¿estás preparado?”

“Sin duda. Me encuentro bien.”

“Pero, ¿estás listo?”

Era como un loro y me dieron algunas vibraciones desagradables.

“Escucha, fue un viaje terrible, pero yo estoy en buena forma. Voy a dar lo mejor de mí”.

Finalmente, jugué de titular y empezamos ganando 0-1. Pero luego el partido cambió. Fui sustituido en el 60 y perdimos 3-1. Estaba enfadado pero ahora tengo a Helena y a los niños, me hacen afrontar las cosas de manera diferente. El partido de vuelta era capital y la presión crecía día a día. Ganamos 1-0 pero no fue suficiente, y Guardiola me miró a mí como si tuviera la culpa. Me sentí como una mierda, sentado en el vestuario con su mirada fija en mí, sin dar ninguna señal de vida, como un muro. Ya no era parte del equipo, y cuando jugamos con Villarreal me dejó jugar cinco minutos, ¡cinco minutos! No podía más, no por el hecho de no jugar, si no porque no me dijo nada.

Guardiola no dijo una sola palabra, nada. Tenía miedo. Después del partido, entré en el vestuario. No estaba contento para usar palabras suaves. Yaya Touré y algunos otros estaban allí. Di una patada a la caja de metal donde ponemos nuestra ropa. Creo que voló tres metros. Pero no había terminado todavía. “¡No tienes huevos! Te cagaste en frente de Mourinho, puedes irte a la mierda.”

Fui un loco y tal vez esperaría que Guardiola dijera algo, tal vez, “Cálmate”. Pero no es así. Es un cobarde débil. Sólo recogió la caja, como un utillero, y luego se fue y nunca habló de nuevo del tema. Nada en absoluto. Pero, por supuesto, se corrió la voz. En el autobús, todo el mundo se estaba volviendo loco: “¿Qué pasó ?! ¿Qué pasó ?!” Nada, pensé. Pero no tenía la energía ni las ganas para hablar de ello. Estaba molesto. Mi entrenador me había congelado semana tras semana sin explicar por qué. “Tengo 28 años. He marcado 22 goles y 15 asistencias aquí en el Barça, y todavía me tratan como si yo no existiera, como el aire. ¿Debería aceptar esto? ¡De ninguna manera! “.