El oscuro pozo de la droga (8)
En este artículo lo quiero dedicar a una droga muy extendida en España entre nuestros jóvenes, y de cuya distribución y consumo dan sobrada cuenta los ambientes nocturnos durante los fines de semana con la celebración de las llamadas “movidas” y “botellones”, donde, la música estridente y el alcohol, sirven de acompañamiento para ingerir estas sustancias. Me estoy refiriendo a las anfetaminas.
Cuando hablamos de las “anfetaminas” es necesario apuntar que fueron sintetizadas por primera vez entre la última década del siglo XIX y la primera del XX. Los primeros experimentos clínicos se iniciaron hacía 1930, y desde 1935 se comercializó con gran difusión en Reino Unido, Francia y Alemania. Durante la segunda guerra mundial fue utilizada indiscriminadamente por todos los bandos, dado el carácter euforizante y agresivo que contiene la sustancia.
Las anfetaminas fueron utilizadas como estimulantes; luego en forma de inhalaciones para el tratamiento de catarros y congestiones nasales; más tarde como píldoras contra el mareo y para disminuir el apetito en el tratamiento de la obesidad; y, finalmente, como antidepresivo. Presentan una elevada tolerancia que provocan la necesidad de dosis progresivamente más elevadas.
El consumo de este excitante está ampliamente extendido y distribuido por todas las clases sociales. A diferencia de lo que sucede con la cocaína, que la consumen preferentemente los sectores medios y altos, las anfetaminas son consumidas tanto por ejecutivos que buscan una sobreexcitación, como por amas de casa que buscan un anoréxico para sus dietas, o por estudiantes que preparan exámenes y oposiciones.
La acción principal de las anfetaminas se realiza en el cerebro; la persona tiene la sensación de encontrarse más alerta, es capaz de realizar mejor el ejercicio físico, incluso se ha descrito un aumento del rendimiento intelectual. Incluso se han publicado estudios en los que se obtiene un aumento del cociente intelectual de 8 puntos de media.
En dosis normales sus efectos varían de acuerdo al individuo y las condiciones de la ingesta. Pueden producir efectos placenteros, hiperactividad y sensación desbordante de energía, pero también causan temblor, ansiedad, irritabilidad, ira inmotivada y repentina, y trastornos amnésicos e incoherentes. En la última fase se describe depresión, cuadros paranoides y delirios, alucinaciones y trastornos de conducta. Tales situaciones se producen cuando las dosis suministradas generalmente por vía intravenosa superan los dos gramos. Tomadas en dosis importantes son causantes de confusión, tensión, ansiedad aguda y miedo.
La ingesta de estas sustancias acelera el ritmo cardiaco y pulmonar; dilata las pupilas; reduce el apetito; produce sequedad en la boca; sudores; dolores de cabeza; pérdida de visión; mareos; insomnio; y ansiedad. A largo plazo, y usadas en dosis muy elevadas: temblores; pérdida de coordinación; colapso físico; daño de riñones y tejidos; malnutrición; un aumento repentino de la presión sanguínea que puede provocar la muerte; fiebre muy alta; e insuficiencia cardiaca.
Según el doctor Arthur Westover, profesor de psiquiatría de la UT Southwestern con sede en Dallas (EE.UU), y principal autor del estudio publicado en “Archives of General Psychiatry”, “tomar anfetaminas y cocaína incrementa significativamente el riesgo individual de un ictus. Si logramos disminuir el número de personas que consumen estas sustancias, reduciríamos el número de ataques cerebrovasculares entre los jóvenes”.
Por otra parte, el doctor Robert Haley, jefe de epidemiología de la misma Universidad, y también colaborador del mismo trabajo, explica que “básicamente, las anfetaminas matan”.
El estudio muestra que más del 14% de las hemorragias cerebrales y de los accidentes cerebrovasculares de origen isquémico fueron causados por abuso de drogas, incluidas las anfetaminas, cocaína, cannabis y tabaco.
En cuanto al análisis de mortalidad, se observó que el riesgo de muerte por consumo de anfetaminas fue mayor que el peligro derivado por defectos en la coagulación de la sangre y tres veces mayor que el ocasionado por hipertensión.
La explicación a esta relación entre drogas y accidente cerebrovascular podría encontrarse, según comentan los autores del trabajo, en el efecto que tienen las anfetaminas sobre la circulación de la sangre. Según se ha observado en estudios con animales, las anfetaminas contribuyen a formar microhemorragias, trombosis, infartos, llenado vascular muy pobre, y rotura de las pequeñas arterias y capilares.
Finalmente, los investigadores señalan la gran importancia de estos resultados, que pueden contribuir a concienciar a la sociedad en general sobre el peligro para la salud pública, dado el elevado consumo de anfetaminas entre los jóvenes.
(Continuará)
Buen artículo como los siete anteriores.
El tema de las anfetaminas llama a la reflexión, sobre todo, por el aumento de fallecidos por muerte súbita entre deportistas. Muy lamentable.