Por José L. Román.- Basta dar un repaso a la prensa de los últimos meses, para darse cuenta de que esa imparable degradación moral que todo lo contamina y todo lo destruye, se ha incrustado hasta en el último resquicio de lo que debería ser –y hasta ahora siempre lo ha sido-, símbolo de honorabilidad y espíritu de servicio y sacrificio de la nación española: la Guardia Civil.

“Garbanzos negros”, integrantes de esta sociedad nuestra, han logrado burlar los controles de selección para colarse dentro de una Institución respetada y admirada mundialmente, para seguir siendo lo que ya eran, delincuentes, pero ahora vestidos de uniforme. Cada vez son más los individuos pertenecientes al Cuerpo, que ocupan las portadas y editoriales de medios informativos, prensa, radio y televisión, y no como sobresalientes por los servicios prestados a la sociedad que les otorgó su confianza, sino como despreciables chorizos, rufianes, delincuentes y criminales.

Traeré a colación solo unos ejemplos porque alargar la lista de despropósitos de gentuza como ésta, no solo provocan desprecio, rabia y dolor, sino que me producen asco.

El 3 de junio de 2016 aparecía el siguiente titular: Juzgan en Alicante a dos guardias civiles por narcotráfico y planear un secuestro.

El 8 de junio de 2016 aparecía este otro: El juzgado de guardia de Villajoyosa, acordó el ingreso en prisión de un brigada de la Guardia Civil detenido por sus propios compañeros acusado de entrar en la casa de una pareja de agentes que vive con su hijo de 3 años y echar un líquido de origen desconocido en la comida de esta familia. Al parecer, estaba obsesionado con la guardia civil, y también llegó a robar ropa íntima de ella del interior del domicilio. Se le intervinieron al detenido unos botes con los líquidos que echaba en la comida del matrimonio de guardias. Por ahora, se le acusa de los delitos de allanamiento de morada, contra la intimidad y contra la salud pública. Los hechos fueron denunciados por la pareja después de que notaran que la comida sabía rara, como si fuera matarratas. Al final colocaron una cámara oculta en su cocina y grabaron al detenido echando unos líquidos en la comida que dejaban preparada normalmente a diario, por lo que presentaron una denuncia.

Un guardia civil, puño en alto.

Este hecho pone de manifiesto que hay guardias civiles que ya no respetan ningún código de honor entre compañeros, entre ellos, el que sin necesidad de escrito fue establecido durante más de un siglo y medio respecto a esposas e hijas de guardias civiles.

El día 16 de junio de 2016 otro titular: Detenido el capitán jefe de la compañía de la Guardia Civil de Coín, por presuntas actividades criminales.

Pues bien, un hecho como éste hubiese sido impensable hace apenas treinta años. Pero, díganme, ¿cómo puede llegar a caer tan bajo como persona, alguien que ostenta el rango de oficial de la Guardia Civil y al que se le confían, no solo el mando de un equipo de personas a las que se les exige una férrea disciplina, sino que debería ser un vivo ejemplo de integridad y honestidad?

El 15 de septiembre de 2016 pudimos leer: La Policía Nacional en La Rioja y La Coruña han detenido a siete personas, entre ellas dos guardias civiles en activo y otros dos en la reserva, como presuntos autores de un robo de droga a traficantes de origen magrebí.

La lista como digo es cada vez más larga, sobre hechos delictivos tan graves como el que tuvo lugar en Pamplona durante los pasados sanfermines ¿Acaso no es preocupante que haya podido ingresar en la Guardia Civil un individuo, que recién salido de la academia forme parte de una cuadrilla de borrachos fornicadores? Los hechos sobre una presunta violación están en fase de instrucción para ser juzgados, y tendrán que ser los Tribunales de Justicia los que lo diluciden, pero bajo ningún concepto se puede ni debe intentar justificar el comportamiento de este grupo de jóvenes -del que formaban parte un militar y un guardia civil-, apelando alegremente a si hubo consentimiento o no por parte de la muchacha. Ningún individuo, con un mínimo de conciencia y sentido común, en un país política y socialmente sano, debería dedicarse a fornicar en cuadrilla en el portal de un edificio, para después difundir los hechos por las Redes sociales como si se tratara de una machada digna de diploma y premio. Grave y repugnante es, como digo, que lo haga cualquier individuo independientemente de su nivel o estrato social, pero resulta mucho más intolerable, que lo protagonice un guardia civil a quien se le supone, como supremas y sagradas normas de conducta, una integridad moral y un comportamiento sin mácula alguna.

El duque de Ahumada, fundador de la Guardia Civil en 1844.

Si el fundador de la Guardia Civil levantara la cabeza, si ello fuera posible, aplaudiría sin dudarlo la eficacia, la modernización y también la profesionalidad del Cuerpo, pero también me imagino su indignada reacción ante toda la mugre, la basura y la escoria humana, que ha logrado infiltrarse en este benemérito Instituto en los últimos años. El daño que estos delincuentes vestidos de uniforme están haciendo a la Guardia Civil, no se circunscribe únicamente a la imagen de deterioro que poco a poco va calando en la conciencia de los ciudadanos honrados de este país, sino que pone en entredicho las pruebas de selección en cada convocatoria, cuando no se garantizan junto a las aptitudes físicas y culturales, la integridad y los valores morales de aquellos que aspiran a vestir tan honroso uniforme.

Estos comportamientos tan reprobables, son la consecuencia de la putrefacción del propio sistema, porque, si cualquier individuo, al margen de su conducta y conocimientos, tiene derecho a depositar su voto en la urna para elegir a los que han de dirigir la nación y gestionar su riqueza, y entre los candidatos pueden resultar elegidos incluso terroristas, ¿cómo quieren ustedes que estos gobernantes velen por unas normas y pruebas de selección que incluyan, además de las físicas, culturales y psicológicas, pruebas de integridad moral, conducta intachable, y las de responsabilidad y comportamiento en el ámbito social, para poder llevar a efecto una estricta y rigurosa selección entre los aspirantes a ser guardias civiles?

Todo ello justificaría por sí solo, la reacción del duque de Ahumada como fundador de la Benemérita, que tanto y tantos servicios ha prestado a la sociedad española. El duque podría formular, con ira santa, alegaciones muy fundadas contra unas ineficaces pruebas de selección que permiten, autorizan y consideran un derecho, que ciertos individuos puedan ingresar en la Guardia Civil.

Es duro y lamentable que guardias civiles caigan asesinados o sufran gravísimas mutilaciones, víctimas de los terroristas. Pero estos caídos dignifican y dan prestigio a la Guardia Civil, a la que de un modo expreso o tácito todos los buenos españoles rendimos un homenaje de profunda gratitud. Pero es infinitamente peor el agravio moral al que se somete a la Benemérita, cuando se le obliga a dar cobertura a quienes cumpliendo con los requisitos de una estatura, y una pruebas físicas y culturales, ingresan en este Cuerpo sin que se incluya en su expediente una detallada información acerca de su honestidad, integridad moral, y buena conducta en todos los órdenes.

Con estos métodos de selección tan “democráticos” pero probadamente ineficaces y fracasados, se ha inyectado, a sabiendas, y con una celeridad que parece incluso necesario, un virus degenerante en la red arterial de la Guardia Civil, que puede a la larga reducirla, con tan malos ejemplos, a un desprestigio progresivo que la lleve a su total desaparición.

Alguno pensará, e incluso dirá, que garbanzos negros hay en todas partes. Eso está muy bien cuando se trata de casos aislados y muy puntuales en empresas o colectivos de los más comunes, pero, cuando la lista de hechos que han tenido lugar en tan corto periodo de tiempo, lo han sido en el seno de una Institución como la Guardia Civil, no es cuestión de banalizar ni de aplicar cualquier refrán o dicho castellano, más bien es un signo claro de degradación moral de una institución, a la que le hemos otorgado durante más de siglo y medio la confianza de velar por nuestra seguridad.