El oscuro pozo de la droga (9)
Recuerdo que hace algunos años, fui en busca de un vecino del mismo barrio donde yo residía para entregarle una carta que por error, el empleado de correos había colocado en mi buzón. Cuando llamé al timbre de la puerta abrió un muchacho de unos quince años de edad, y al explicarle el motivo de la visita y preguntarle si su padre se encontraba en casa, el chico me contestó:
-Sí, sí que está, pero como si no estuviera porque está borracho.
Me quedé sin palabras. Le hice entrega del sobre y me marché. He de confesar que me envolvió tal tristeza, angustia y rabia, que por muchos años que pasen jamás olvidaré la cara y la respuesta de aquel joven muchacho.
Desde aquellos años (década de 1980), los españoles hemos ido mucho más allá. Ahora somos más demócratas, mucho más europeos, y ya no nos conoce –como predijo el socialista Alfonso Guerra-, ni la madre que nos parió.
Pues bien, por poner solo un ejemplo de ese cambio, y como preámbulo a lo que les explicaré a continuación, citaré que hace escasamente unos días –concretamente el pasado viernes 9 de septiembre de 2016-, en las fiestas de Churriana de la Vega (Granada), cinco menores de edad se dieron cita en un “botellón” improvisado, que terminó con estos chavales siendo trasladados al hospital con un coma etílico.
El alcohol es una de las drogas más antiguas conocidas por el hombre, y cuyo consumo está ampliamente aceptado. Es un depresor del sistema nervioso que altera las percepciones, las emociones y los sentidos, por lo que también puede crear una fuerte dependencia.
Primero, como un estimulante que crea una fuerte euforia, pero después, conforme transcurre el tiempo, su efecto cambia haciéndonos sentir relajados y un poco adormecidos. Con dosis elevadas comienzan los problemas de coordinación, dificultades en el habla (arrastrar las palabras al hablar), confusión, depresión, pérdida de la memoria a corto plazo, y tiempos de reacción más lentos. Superada la dosis máxima, se produce una intoxicación etílica que puede producir un estado comatoso e incluso la muerte.
La adicción al alcohol es como una dependencia psicológica, que nos aporta una falsa sensación de seguridad para afrontar el estrés, relajarnos ante los problemas o envalentonarnos frente a los desafíos. Poco a poco su consumo y tolerancia aumentan, creando una fuerte dependencia que termina por dañar nuestro hígado y nuestras funciones neuronales.
La abstinencia de esta droga puede ser dolorosa, e incluso puede poner en riesgo la vida. Los síntomas pueden ser: temblores, sudoración, náuseas, ansiedad y depresión, alucinaciones, fiebre y convulsiones.
Una de las características más trágicas del alcoholismo es el largo período de tiempo que pasa entre el momento que surge el problema, su reconocimiento, y la decisión del enfermo de someterse a tratamiento.
Según un informe elaborado en 1973 por una comisión de trabajo del gobierno español, los hábitos en el consumo de alcohol en nuestro país nada tenían que ver con los de hoy. Por aquel entonces, el tipo de bebida alcohólica más extendida era el vino, aunque la cerveza empezaba ya a incrementar su presencia. El resto de bebidas se consumían ocasionalmente y, en ningún caso, de un modo generalizado.
La cantidad consumida variaba enormemente en función del sexo: frente a cerca de dos tercios de varones consumidores habituales de alcohol, había tan sólo un tercio de mujeres. La mayor parte del consumo tenía lugar en las comidas. Durante los fines de semana, la embriaguez era la norma habitual para sólo un 2% de los varones y menos de un 1% de las mujeres.
Una vez se establece la democracia, con los socialistas en el poder y con mayoría absoluta, un estudio de la FAO nos habla de que los hábitos de consumo de alcohol en España habían cambiado por completo. El vino, que había sido la bebida favorita de los españoles, dejó de serlo entre 1982 y 1990; el consumo de cerveza creció casi en un 50%, un crecimiento que fue casi paralelo al descenso del vino. En 1986, el sociólogo Francisco Alvira Martín, hoy catedrático de la Universidad Complutense, explicaba en su estudio “Cambios en el consumo de bebidas alcohólicas”, que se estaban produciendo tres revoluciones decisivas en las pautas de consumo de alcohol:
-Se estaba reduciendo la edad en la que se comenzaba a beber bebidas alcohólicas de un modo habitual.
-Habían cambiado las motivaciones para el consumo, primando cada vez más la búsqueda de los propios efectos del alcohol.
-Estaba aumentando el consumo de bebidas alcohólicas en días festivos y fines de semana y, como consecuencia del cambio de motivaciones, estaba aumentando la frecuencia y número de “borracheras”.
Como había previsto de forma casi premonitoria don Francisco Alvira Martín, el alcohol está afectando hoy de forma especial a uno de los colectivos más vulnerables: los jóvenes. Según una encuesta escolar sobre uso de drogas en estudiantes de Enseñanzas Secundarias realizada sobre 2012-2013, el 20% de los estudiantes de 14 años, y el 51% de los de 16, reconocen haber tenido un atracón de alcohol (beber 5 o más copas seguidas) alguna vez, tomando como referencia el último mes anterior al día de la encuesta.
Este dato no es baladí, pues el cerebro no termina de madurar hasta los 22 o 24 años, por lo que cualquier acción neurotóxica interrumpe el desarrollo neuronal. Las borracheras de fin de semana dejan una huella en los jóvenes que puede rastrearse, incluso, en el ADN.
Según un estudio realizado por la OMS en 2014, en España se consumen algo más de 11 litros de alcohol por persona al año, lo que nos coloca por encima de la media europea (10,9 litros al año) y muy por delante de las tasas mundiales, con 6,2 litros por persona y año. La OMS elaboró este informe -financiado por el gobierno noruego- alertada por las consecuencias del consumo de alcohol en todo el mundo, un hábito al que atribuye nada menos que 3,3 millones de muertes cada año.
El alcohol no está sólo implicado en la cirrosis o en accidentes de tráfico, sino que se considera un factor clave en más de doscientas enfermedades, entre ellas, un gran número de tumores o mayor susceptibilidad a infecciones como la tuberculosis y la neumonía.
Según un amplio informe sobre el alcohol publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en 2015, los españoles consumimos una media de 9,8 litros de alcohol por persona, una cifra que se sitúa por encima de los países de esa organización, con un promedio de 9 litros de alcohol per cápita.
El estudio indica que existen grandes diferencias en cuanto al consumo por nivel social o sexo y muestra que en España los hombres con un nivel bajo socioeconómico o educativo corren un mayor riesgo por la ingesta de alcohol. Algo que en el caso de las mujeres ocurre a la inversa: cuanto más formadas están o disponen de más medios socioeconómicos, tienen más posibilidades de encontrarse en situaciones de abuso de esta droga.
Asimismo, el consumo de alcohol en nuestro país está fuertemente concentrado y el 20% de la población que más bebe ingiere el 58% del total de alcohol. El mismo organismo alerta de los graves riesgos para la salud que entraña un consumo abusivo de bebidas alcohólicas y lo asocia a mayores tasas de accidentes de tráfico, violencia o al padecimiento de enfermedades crónicas.
El mismo estudio recoge que el alcohol produce más muertes que el VIH y la tuberculosis, y entre 1990 y 2010 pasó de ser la octava a la quinta causa de muerte y discapacidad en el mundo.
Solo en Europa, el costo de la delincuencia vinculada al alcohol es de 33.000 millones de euros, mientras que los accidentes de tráfico provocados por esta droga tienen un impacto económico directo de 10.000 millones de euros.
El informe calcula que el consumo de alcohol es responsable de una pérdida de productividad del orden del 1% en la mayor parte de sus países.
El consumo de alcohol en el conjunto de los países de la OCDE a principios de esta década, se incrementó en menores de 15 años de edad que asiduamente beben y se emborrachan. La proporción de niños y adolescentes de menos de 15 años que no habían probado el alcohol se redujo del 44% al 30% entre los chicos y del 50 % al 31 % entre las chicas. Además, los chicos por debajo de esa edad que se habían emborrachado, subieron del 30% en el año 2000, al 43 % en 2010 y las chicas del 26% al 41%.
Tristemente, los adolescentes y menores españoles, tanto hombres como mujeres, beben ya cantidades máximas de alcohol similares a las que consumen los universitarios, durante sus cada vez más sistemáticos y habituales “botellones” y “fiestas de san canuto”. Sin embargo, han empleado menos tiempo en alcanzar estos niveles de consumo, lo que les hace más propensos a tener problemas de memoria, aprendizaje o planificación y eleva su riesgo de desarrollar alcoholismo, según una investigación realizada en 6.000 jóvenes de la Comunidad Valenciana por Socidrogalcohol sobre el botellón, financiada por el Plan Nacional sobre Drogas (PNSD).
(Continuará)
Recuerdo perfectamente cuando, con cuatro años de edad, descubrí que mi padre bebía más que los otros hombres. Esto me marcó toda la niñez, la adolescencia y la primera madurez. Me costó años asumirlo. Si todo el mundo fuera conciente de lo que supone para un hijo ver a su padre borracho, algunos se rehabilitarían.
He leído toda la serie completa, y la tengo guardada como oro en paño ¡Gracias y enhorabuena!
Se echaba de menos en esta serie un articulo sobre la droga mas peligrosa de todas, que lo es debido a lo aceptada que esta socialmente en nuestra cultura. Bravo.