El referéndum del pescaíto
Antonio Burgos.- Perdone, oh respetado lector, que le tome por psiquiatra argentino, y le pegue el mangazo de diván para desahogarme. A alguien se lo tenía que contar. Si me viene concediendo la merced de leerme, me sabrá español de Andalucía y andaluz de Sevilla. Y cuando España está desde diciembre bloqueada por un guapito con un ego que no le cabe en el Bernabéu… Y cuando Andalucía está en boca de la gente, porque tiene a los expresidentes de su Junta y a los exconsejeros, altos cargos y demás jerarcas del Régimen Sociata camino del banquillo de tres en fondo, de los muchos millones que les han distraído a los parados con el montaje de los ERE… Y cuando Sevilla sigue siendo la capital del paro; y tiene a pique de un repique a la que era el buque-insignia de sus pocas grandes empresas, Abengoa, y con las instalaciones de otra, Ybarra, destruidas por el fuego; y la ciudad degradada y llena de veladores, envilecidos los encantos y misterios que nombre universal le dieron, en aras de un turismo zarrapastroso de bocata, mochila y chancla… Y cuando este es el panorama de España, de Andalucía y de Sevilla, y cuando la palabra «referéndum» es el lagarto, lagarto que nos hace pensar en la destrucción de España como nación a manos de los separatistas catalanes y de la que tronar pronto puede con los vascongados, va el alcalde de mi ciudad y ¿saben sobre qué hace una consulta? ¿Sobre las prioridades en la inversión de dinero público para crear empleo? No, padre. ¿Sobre si merece la pena estropear el embrujo de Sevilla para entregarlo a un turismo chancletoso? No, padre. ¿Sobre el modelo de ciudad? Frío, frío como al agua del río Guadalquivir, que va entre naranjos y olivos. El alcalde de Sevilla, de cuyo nombre no me da la gana de acordarme sin hacerlo al mismo tiempo de sus castas todas, va el tío y convoca un referéndum… ¡para alargar la Feria! Ea, otra vez la imagen tópica y sandunguera del «arsa, pilili» de los andaluces y de los sevillanos.
Ea, otra vez «la España de charanga y pandereta» del hermano de Manuel Machado. A los sevillanos no nos preguntan si queremos meter el hombro para levantar España, no, sino si queremos seis días de Feria o los alargamos a una semanita entera, total… Si «Lunes de Pescaíto» o «Viernes de Pescaíto». Si queremos Feria de martes a domingo o de sábado a sábado, de modo que coja dos fines de semana.
Por eso siento bochorno, señor psiquiatra, digo, estimado lector. ¿Es grave lo mío? ¿O debo hacer como el resto de mis conciudadanos hispalenses, tocar las palmas, decir «que no farte de ná», proclamar que «Sevilla tiene un color especial» y que «no se pué aguantá», pedir otra jarra de rebujito y votar otra vez al PSOE de los ERE, para que a mi niña, que está colocada en la Junta, no le vayan a peligrar las habichuelas? Esto debe de ir en el ADN de Sevilla. En la España de la Guerra de la Independencia, cuando Cádiz hace su Constitución, Sevilla grita «vivan las caenas» al absolutista Fernando VII. Cuando en toda España se hace la revolución industrial, en Sevilla se inventa la Feria. Y tienen que venir a inventárnosla un catalán, Narciso Bonaplata, y un vasco, José María Ybarra. ¡Ay, qué tiempos aquellos en que en vez de hacer separatismo vascos y catalanes inventaban ferias! Por cierto, no sabe el alcalde que con este referéndum está dándoles todos los argumentos a los separatistas catalanes. Sólo votamos los sevillanos. Así que el honorable de la fregona en la cabeza podrá decirnos lo que nosotros a ellos: ¿y por qué no votan sobre la Feria los madrileños, que la ponen empetada el fin de semana? ¿Y por qué no votan en Jerez, que nos trae los caballos, los enganches y el encaste Domecq? Y Sanlúcar, que nos da el rebujito, ¿no tiene nada que decir? España hundiéndose y nosotros con el Referéndum del Pescaíto… ¿Es grave lo mío, avergonzarme de ser la risión de España, oh lector al que tomé por psiquiatra argentino?
Muy buen artículo, D. Antonio, como siempre.