Apartando al fiscal Fungairiño, el camino quedaba despejado
Muchas serían las razones y motivos para repudiar a todos los que conforman la clase política española, pero como la larga lista de despropósitos y comportamientos inmorales y deleznables nos llevaría a una publicación por entregas, citaré la felonía más reciente para justificar con argumentos, no solo ese repudio al que hacía referencia, sino la animadversión que provocan en cientos de miles de ciudadanos aquellos que por su condición ocupan un cargo público de la mano de un partido político.
Un argumento irrefutable sería la tan repetida traición a la Patria y a los buenos españoles, con la puesta en libertad de criminales, violadores, asesinos en serie y narcotraficantes que, el gobierno de Rajoy, con el silencio cómplice de los demás partidos con representación parlamentaria, llevaron a efecto sin rechistar acatando una sentencia-comparsa del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, donde tuvo un papel primordial y relevante el magistrado español Luis López Guerra.
Y como esta bajada de pantalones no supuso un escarnio lo suficientemente dañino para tanta víctima inocente, hoy se permiten también sin tan siquiera sonrojarse, conceder unas vacaciones a la multiple asesina Idoia López Riaño, alias “La Tigresa”. Uno de los historiales más sanguinarios de ETA; miembro de la banda terrorista desde que contaba con 18 años de edad; activista del “Comando Madrid” durante los tiempos más sangrientos de la banda. Junto a Urrusolo Sistiaga y Narváez Goñi, esta bestia formó parte del “comando Ekaitz” o “comando Levante”, responsable de brutales atentados en Barcelona, Zaragoza, Valencia, Alicante y Murcia. Acusada de 23 asesinatos y condenada a 2.111 años de cárcel tras su extradición desde Francia en mayo de 2001. En 2010 el Ministerio del Interior ordenó su traslado a la prisión alavesa de Nanclares de Oca después de que firmara un salvoconducto denominado “carta de arrepentimiento”, que el departamento del “Faisán” comandado por Rubalcaba exigía a los terroristas que solicitaran ser acercados a Vascongadas.
Cuando a una sanguinaria criminal como esta tipeja, se le concede un permiso penitenciario a pesar de cargar con una condena de más de dos mil años de prisión, debemos decirle en la cara a toda esta caterva de políticos traidores e impresentables, que los acribillados por esta hija de la grandísima puta han sido dos veces asesinados, una, con responsabilidad directa sobre los autores materiales de las muertes, y la otra, por el vergonzoso comportamiento y la traición de quienes ostentando cargos políticos y judiciales, se burlan de los españoles de bien, se ciscan en las víctimas y se cachondean de sus familias.
Permítanme, y con esto termino, que traiga a colación a un hombre que no le tembló el pulso para enfrentarse a los criminales, me estoy refiriendo al que fuera fiscal jefe de la Audiencia Nacional, don Eduardo Fungairiño. Durante el periodo que ostentó el cargo siempre actuó con rigor y firmeza, como corresponde al Ministerio Público, pero claro, eso no formaba parte de las reglas del juego ni sentaba nada bien a los que, como se ha demostrado más tarde, estaban dispuestos a manchar sus togas con el polvo del camino. Había que insultarle, vituperarle y difamarle, en definitiva, quitarlo de en medio. Una vez apartado de la escena político-judicial, el camino para los traidores y farsantes quedó totalmente despejado.
Con lo que dice usted queda todo muy claro. No hace falta proferir ningún tipo de insulto a nuestras “instituciones” y sobre todo a la “justicia”. Con lo que denuncia es más que suficiente para quien tenga un mínimo de vergüenza o dignidad o lo quiera ver. No hace falta decir nada más.
Felicidades por el artículo.
Quienes trabajan para la verdadera justicia, mas pronto que tarde molestan al sistema y el sistema se los quita de encima. Un recuerdo para Sus Señorías Mercedes Alaya, Marino Barbero y otros muchos honrados a los que borran del mapa para sustituirlos por lameculos. Siempre es un placer leer sus excelentes artículos, señor Román.
Gracias una vez más señor Román por su magistral exposición, y por ir siempre con la verdad por delante llamando a las cosas por su nombre. La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.