Mariano Rajoy Brey o “El parto de los montes”
“Parturient montes, nascetur ridiculus mus”. Frase de Horacio, poeta romano nacido en el año 65 antes de Cristo (Parirán los montes, nacerá un ridículo ratón.) que tomó de la fábula escrita por Esopo (Tracia) 600 años antes de Cristo y en la que también se inspiró el español Félix Maria de Samaniego (Siglo XVIII)cuando escribió aquello de: “Hay autores que en voces misteriosas, estilo fanfarrón y campanudo, nos anuncian ideas portentosas, pero suele a menudo, ser el gran parto de su pensamiento, después de tanto ruido solo viento”, para hacer constar que una gran expectativa, sobreviene a veces un gran desencanto, al constatar que el resultado ha sido fútil o ridículo.
Tras esta digresión, volvamos a la España de 2016: después de una larga gestación, después de un periodo de gravidez que a algunos se le hacía interminable y que tenía visos de alargarse más allá de este año, se ha producido por fin el tan esperado parto anunciado con bombo y platillo, con enorme estruendo.
Aunque todavía está por ver si la criatura superará el periodo de lactancia y si ha venido a este mundo con un sistema inmunitario capaz de aguantar las acometidas que se le avecinan en la primera infancia. Tampoco está muy claro aún quién es el padre biológico, quién puso la semilla que fecundó el óvulo, y menos todavía en qué útero se implanto el óvulo (lo mismo nos sorprenden un día de estos, y nos cuentan que la gestación se produjo en un vientre de alquiler).
El caso es que finalmente, tal cual el parto de los montes, se acabó dando a luz a un ratoncillo.
¿Será tal vez un ratoncillo como el de la canción infantil aquella de “Susanita tiene un ratón, un ratón pequeñín, que come chocolate y turrón y bolitas de anís? ¿Dormirá cerca del radiador con la almohada en los pies y soñará que es un gran campeón, jugando al ajedrez? ¿O, dado que según dicen lee el periódico “MARCA”, y le gusta el fútbol, también empezará a tomarse interés por el cine, el teatro y el Rock`kd Roll?
Somos muchos los que pensamos, y tenemos motivos sobrados para ello (pues generalmente segundas partes nunca han sido buenas) que los montes han parido un ratón cobardón, un ratón acomplejado, que se achanta ante los separatistas y no solo se achanta, sino que los mima y subvenciona, y poco le falta para reírles las gracias.
Sí, somos muchos, demasiados, quienes pensamos que después de la enorme lista de traiciones e incumplimientos que ha caracterizado el “malgobierno” de Rajoy durante estos últimos cinco años, seguirá intentando en su actitud cobarde, asustadiza, refugiarse tal cual haría un ratoncillo en su madriguera y no haciendo nada de nada frente a los grandes retos que se avecinan, el primero el enorme riesgo de ruptura de la unidad de España.
Sí, somos muchos, demasiados los que tras observar como el PP acomplejado, renunciaba a su programa, traicionaba a sus ideas, a sus valores y a sus principios éticos o morales –a la vez que hacía lo mismo con quienes habían depositado su confianza en Mariano Rajoy y los suyos- cuando disponía de absoluta mayoría en el Congreso de los Diputados y en el Senado, albergamos pocas, por no decir ninguna esperanza de que cumpla alguna promesa de las cientos incumplidas en estos últimos cinco años. Somos muchos los que esperamos, aunque no sea deseable, que los tiempos que se avecinan sean aún de mayor frustración, de mayor decepción con Mariano Rajoy que volverá a esconderse como un ratón cobardón en su madriguera o se pondrá de perfil tal un don Tancredo cualquiera.
¿Qué cabe esperar de aquel PP que hace ya años dijo que emprendía “el camino hacia el centro” (que pensábamos que habría que denominarlo “camino hacia ninguna parte”) dejando huérfanos a los cristianos, a los liberales, a los conservadores y que acabó asumiendo que en cuestiones de moral, de ética, la izquierda tiene poco menos que la exclusiva, y lo que es mucho peor, ha acabado haciendo suyas las consignas, las máximas, la retórica vacía de la “progresía”…? Solo cabe esperar un mayor encogimiento, un mayor apocamiento, a pesar de haber ocupado el espacio de la socialdemocracia una vez destruido, o casi, el PSOE y asumido su discurso y sus políticas “sociales” por parte del Partido Popular.
Del Gobierno del PP solo cabe esperar que se rinda multitud de veces más, y que pacte con quien se le ponga a tiro para perpetuarse en el poder, o por el contrario, ser coherente e intentar gobernar, y emprender las reformas que en este momento necesita de manera urgente e inaplazable.
Frente al desatino, al delirio constante en el que ha caído la política española y la amenaza a la que se enfrenta España como Nación, e incluso, posiblemente su Constitución como salvaguarda de los derechos y las libertades, y lo poco que aún queda del Estado de Derecho, Mariano Rajoy prometió –hace cinco años- que iba a emprender una política a la manera del “cirujano de hierro” que proclamaba como necesario Joaquín Costa hace más de un siglo, en su libro “Oligarquía y Caciquismo como forma de Gobierno en España”.
Fueron muchos los que confiaron en Mariano Rajoy y creyeron que “tenía un proyecto para regenerar España”, y que lo iba a llevar a la práctica, sin aplazamientos, con seriedad y sin temores de clase alguna; un proyecto concreto y claro, y con visión de futuro y de durabilidad…
Fueron muchos, más de 10 millones de españoles a los que Mariano Rajoy convenció de que tenía un proyecto de regeneración perdurable, con valores diferenciados, de aquellos de la autodenominada izquierda, generalmente publicitados demagógicamente y con un bonito envoltorio; pero opuestos siempre a la auténtica libertad individual y al verdadero progreso.
Por ejemplo, fueron más de 10 millones de españoles los que pensaban que Mariano Rajoy iba a abordar las enésimas veces aplazada Reforma del Poder Judicial, acabar con el “desgobierno judicial” que actualmente sufrimos. Pensaban que el Gobierno de Rajoy iba a obligar a los jueces a someterse al imperio de la ley (y no al revés) y que en sus resoluciones respeten escrupulosamente la Constitución, y se acabe con la sensación general de arbitrariedad e inseguridad jurídicas que actualmente padecemos. Pues los españoles no merecemos la “injusta justicia” que padecemos, lenta, cara y arbitraria; fueron más de 10 millones de españoles los que pensaron (¡Qué ingenuidad!) que iba a hacer lo posible para acabar con la idea que tiene la mayoría de los españoles, tanto de la judicatura, como de la “clase política”, de que son dos castas privilegiadas que gozan de impunidad e inmunidad absolutas…
También fueron más de 10 millones de españoles los que pensaban que iba a emprender acciones para acabar de una vez por todas, con la situación de transitoriedad en la que España está instalada, en ámbitos en los que debería haberse ya alcanzado un acuerdo perdurable, un consenso nacional, un acuerdo de mayorías que asegure estabilidad y durabilidad. Pues, posiblemente somos el único país occidental que en cada legislatura se cuestionan el sistema de enseñanza, la política exterior, el sistema sanitario, el sistema tributario, el modelo de Estado.
¿Cuándo se dará por fracasado el llamado “estado de las autonomías”? ¿Lo verán nuestros nietos?) ¿Cuándo se abordará la supresión del Senado que carece de atribuciones y solo sirve para “cementerio de elefantes”? Para recochineo, el Gobierno de Mariano Rajoy ni siquiera ha hecho nada de nada para eliminar la estafa y el bochorno de los “pinganillos” y los traductores, a pesar de poseer mayoría absoluta durante cuatro años.
Otra cuestión que llevó a más de 10 millones de españoles a depositar su confianza en Mariano Rajoy era el convencimiento de que –tal cual había prometido en la campaña electoral de noviembre de 2011- en la que iba a actuar de forma clara y valiente, y sin tapujos, en lo concerniente a los enormes males que está ocasionando en España la llamada “perspectiva de género”, y su aplicación (con perversos y terribles resultados) en las diversas leyes llamadas eufemísticamente “de igualdad”: Ley del Aborto, Ley de divorcio, ley “integral contra la violencia de género”, ley de igualdad.
Son muchos millones de españoles los que tienen motivos de sobra para sentirse especialmente decepcionados.
A estas alturas son millones los españoles que, tal como decía Samaniego en su fábula, piensan que “con varios ademanes horrorosos los montes de parir dieron señales; consintieron los hombres temerosos ver nacer los abortos más fatales. Después que con bramidos espantosos infundieron pavor a los mortales, estos montes, que al mundo estremecieron, un ratoncillo fue lo que parieron”, un ratón cobardón y que éste, aunque lo haya hecho con voz solemne y misteriosa, estilo fanfarrón y campanudo, y nos haya anunciado ideas portentosas; como nos tiene acostumbrados, el parto de su pensamiento después de tanto ruido –y pocas nueces- acabe siendo solo viento.