El asesino de Pioz y las cárceles españolas
Decía el periodista de la cadena COPE, Angel Expósito, que el asesino de Pioz prefería una cárcel española a una brasileña, ya que las cárceles brasileñas son inhabitables para un ser humano, por muy criminal que éste sea.
Ante semejante comentario he de confesar que se me heló el corazón. Como se me heló el alma después de cada asesinato cometido por los terroristas etarras, y escuchar las homilías en los funerales de las víctimas inocentes, a las que se les daba sepultura casi en la clandestinidad. O peor aún, la impotencia que me produce todavía ver como los asesinos de las niñas Sandra Palo, Mariluz Cortés o Marta del Castillo, se cachondean de la justicia, se ríen del gobierno, y se descojonan de la sociedad y del sistema.
Que fácil resulta manifestarse en ese sentido y como un buen samaritano para con un criminal tan repugnante, cuando los cuatro inocentes degollados y descuartizados con saña diabólica, no son tus hijos, padres o hermanos. Me sorprende una vez más el buenismo que se exhibe desde un medio de la Iglesia católica, al referirse a un repugnante asesino como el de Pioz, llamándole con suma vehemencia ser humano, cuando de lo que se trata es de un monstruo que lo único que merece es ser ejecutado tras ser enjuiciado y declarado culpable, ante el peligro que puede suponer para la sociedad su salida de prisión dentro de quince o veinte años a lo sumo, gracias a las leyes tan blandas de la democracia española.
Según el último informe del Consejo de Europa, la población reclusa en España se situaba cerca de los 80.000 internos, de los cuales, casi un 34% extranjeros (en Rumanía el número de extranjeros presos es del 1%). Tenemos unos 150 presos por cada 100.000 habitantes, y cada recluso nos cuesta a los españoles 1.950 euros al mes, o sea, 65 euros diarios, cifra que contrasta con los 3 euros diarios que cuesta un preso en Ucrania, o con el sueldo mínimo interprofesional de un trabajador español, que es de 655 euros mensuales. Cerca del 16% de los encarcelados en nuestro país se encuentran en prisión preventiva o sin sentencia firme.
La edad media de los reclusos en España ronda los 36 años, y el porcentaje de mujeres encarceladas es del 8% de toda la población carcelaria. El número de delitos que se cometen en España, barajados, analizados y concretados en los despachos políticos, no son reales. En las cifras que se publican no se están contabilizando el total de hechos delictivos cometidos, hacen referencia únicamente a los delitos denunciados, lo que prueba una vez más que se está faltando a la verdad, o lo que es lo mismo, se está mintiendo. Hemos llegado a un punto en este país, en que el ciudadano solo denuncia cuando el delito es muy grave o cuando los objetos fruto del delito se tenían asegurados.
Las celdas de los centros penitenciarios suelen ser cuartos de unos diez metros cuadrados, donde los internos tienen que convivir de dos en dos, o incluso de tres en tres, lo que da lugar a complicar la convivencia con tensiones y roces continuos. No hay que olvidar que la Ley General Penitenciaria española, muy conocida por los delincuentes extrajeros, establece un preso por celda, destacándose que tal situación, llamémosle de centros desbordados, es una temeridad manifiesta, lo que está dando lugar a permitir que reclusos del tercer grado pernocten en sus domicilios.
Las comparaciones son odiosas, y máxime, cuando se publican frente a los poderosos “demócratas” de nuestro tiempo. Poderosos que nos arengan en calles y plazas. Políticos sin alma que se aferran a la lustrosa teta del Tesoro nacional, autonómico o local, y nos cuentan milongas y mentiras a través de sus medios que son casi todos. Pero, la fuerza de la verdad los deja con el culo al aire una y otra vez. En diciembre de 1975, para el que no lo sepa, el régimen de Franco dejaba en la totalidad de los centros penitenciarios de todo el territorio nacional, una población reclusa cercana a los 12.000 internos.
Hoy, la democracia española presume, entre otras muchas cosas, de albergar en sus cárceles a repugnantes criminales extranjeros como el de Pioz, ya que las prisiones de su país de origen no son habitables para un ser humano, por muy criminal que éste sea.
Su texto es patético, agresivo y vacio
Estos buenistas del perdón y de la otra mejilla, son los primeros que cuando ELLOS son víctimas de un delicado pisotón, apelan a la justicia, a los medios informativos y a la sociedad en general, para que se movilicen contra los agresores para que caiga sobre ellos TODO EL PESO DE LA LEY.