Una campaña de escándalo: de la guerra de hackers al enfado de los “deplorables” hombres blancos
F. J. Calero.- «Toda la gente que conozco está horrorizada con la situación», comenta a ABC Michael, un joven informático de Vermont (EE.UU) que ha votado desde Madrid. «Las opciones para elegir al próximo presidente de Estados Unidos son una desgracia», denuncia Katie, californiana de mediana edad. «Esta campaña ha sido un circo, mucho más que otras en el pasado. He visto entrevistas y seguido la actualidad en YouTube porque era tan entretenido como triste al mismo tiempo», apostilla Scott, de unos cuarenta y procedente de Ohio.
Los debates entre Trump y Clinton han sido los más vistos de la historia de la televisión y los primeros en retransmitirse en directo por Facebook o Twitter. La innovación tecnológica ha ido de la mano de la campaña más cruda que se recuerda. Ataques personales, acusaciones, incitación al odio… «Cárcel para Clinton», ha pedido en directo el magnate estadounidense. «Trump es una marioneta de Putin», se defendió Hillary en ese mismo cara a cara. Sin embargo, dicen que pese a la tecnología de streaming, esta ha vuelto a ser la campaña de la televisión después de que Obama se subiera a la ola de las redes sociales en 2008. Lo anecdótico de esta campaña es que aunque el gasto de Trump en publicidad televisiva ha sido claramente inferior al de su rival demócrata, cuando Trump hablaba subía la audiencia, todo lo contrario con Hillary, según Michael Rosenblum, experto en medios.
La sombra de Putin
La economía y el terrorismo representan las principales preocupaciones del votante, según el instituto Pew. Trump lo sabe. Con el muro y el veto a la entrada de mexicanos y musulmanes, el magnate fijó su discurso de «strong man» a lo Vladimir Putin en Rusia para proteger a los suyos de amenazas externos. Haciendo un guiño a la Asociación Nacional del Rifle, que ha apoyado y financiado su campaña, insistió tras los atentados de París y Bruselas en que la prohibición a llevar armas era un problema para hacer frente a los «matones» terroristas, ya que de poder contar con ellas las balas «habrían salido también en sentido opuesto» y no solo contra las víctimas.
La figura de Putin ha traspasado la simple inspiración del republicano con la polémica del espionaje en campaña electoral. Se desató en mayo, cuando el Comité Nacional Demócrata (DNC) reparó en el comportamiento sospechoso de su red informática y llamó a la empresa de seguridad CrowdStrike para echar un vistazo. Encontraron a dos grupos de hackers en el sistema, uno que acababa de entrar y otro que había estado allí por casi un año.
«A los gobiernos les gusta saber lo que realmente piensan los líderes de los países rivales. Para responder a estas preguntas, pueden recurrir a sus agencias de espionaje, para escarbar entre las políticas y estrategias que otros países preferirían mantener en secreto», comentan desde Secureworks, la firma de ciberseguridad que ha rastreado los ataques de grupos rusos a la campaña de Hillary Clinton. Es más, desde la Administración Obama apuntan que estos ataques forman parte de una campaña orquestada para sembrar dudas y caos en el sistema político estadounidense, mientras que Trump desconfía de las elecciones y sus resultados. Los investigadores de SecureWorks CTU han monitorizado las actividades de Threat Group-4127), que apunta a gobiernos, militares y organizaciones no gubernamentales internacionales. Señalan además que este grupo está operando desde la Federación Rusa y está recopilando información en nombre del gobierno ruso. Algo que ha negado el presidente ruso, Vladimir Putin.
Trump ha prometido en campaña mejorar la relación entre los Estados Unidos y Rusia, y que como presidente se acercará a Putin para este objetivo. «No creo que el presidente ruso esté detrás del candidato republicano, pero sí que hay una conexión populista entre ambos, con discursos contra la casta a nivel global. Lo que está de fondo es una especie de revancha contra las elites globalizadoras», apunta José María Marco, profesor de Relaciones Internacionales de Comillas Icai-Icade.
Wikileaks ha publicado cientos de correos electrónicos hackeados del jefe de campaña de Clinton, John Podesta, quien recibió un email de phishing el pasado 19 de marzo. Por estos soplos salieron a la luz e-mails embarazosos de Clinton que incluían el contenido de conversaciones que la relacionaban a Wall Street, pasto para la campaña anti-establishment de Trump. Según describe SecureWorks, la fuente del correo potencialmente peligroso es Google, pero muestra una cuenta desconocida o falsa: «[email protected]». El asunto advierte que «alguien tiene su contraseña» y el cuerpo del mensaje dice que ese “alguien” procedía de Ucrania, como recoge CNN. “Debe cambiar su contraseña inmediatamente”, le advertía, con las palabras en mayúsculas de “Cambiar contraseña”, acompañadas de un hipervínculo para que Podesta accediera, y que no conducía a una web segura de Google, sino a otra a través de bit.ly, un servicio utilizado para acortar u ocultar las direcciones web. Podesta, según CNN, no fue el único miembro de la campaña de Clinton en el punto de mira.
Acoso sexual
Donald Trump ha pivotado su guerra contra Hillary Clinton sobre el escándalo de los emails desde su servidor privado. De hecho, cuando todo llevaba a una clara victoria de Hillary, siempre según el marasmo de sondeos en EE.UU., el FBI «rescató» la polémica de los correos. La media de sondeos de Real Clear Politics concede apenas un punto y siete décimas y ocho votos electorales de ventaja para Hillary. Todo muy apretado.
En una campaña con los sondeos tan cambiantes, las filtraciones y subidas de tono han decantado hacia un lado u otro los porcentajes de cada semana. A la recuperación en los sondeos de Trump en estados clave como Florida, en septiembre, le siguió el vídeo «obsceno» de Trump, donde dice al presentador de televisión Billy Bush: «Puedes hacerles lo que quieras (a las mujeres) cuando eres una estrella».
Trump ha sostenido que los comentarios no pasaban de «bromas de vestuario» y que sus palabras lascivas no estaban atadas a acciones inapropiadas. Cuando el moderador le preguntó a Trump en el segundo debate presidencial si alguna vez había tocado a una mujer sexualmente sin su consentimiento, Trump respondió: «No, no lo he hecho». Pero varias mujeres acusaron a Trump que las acosaba, las tocaba o las besaba sin su consentimiento. Él contraatacó recordando el dudoso pasado de Bill Clinton con las mujeres y los casos de mujeres que han denunciado acoso del expresidente y marido de la candidata demócrata.
«Blancos enfadados y deplorables»
Todos los debates los ganó Hillary, según buena parte de los sondeos de la prensa norteamericana. Destacó especialmente en el primero. «Mientras que ella lo tenía muy preparado, con respuestas ágiles y con ironía y esas frases hechas preparadas para que los medios las repitieran, él trató de parecer más espontáneo, como parte de su campaña anti-establishment», comentó a ABC tras el primer cara cara Jordi Rodríguez Virgili, profesor de Comunicación Política de la Universidad de Navarra y experto en política estadounidense. Para la élite periodística significó una derrota clara del magnate, pero para sus votantes no tanto. El magnate dirigió su mensaje a los «deplorables», como los llamó la ex secretaria de Estado, es decir, a «los racistas, sexistas, homófobos, xenófobos e islamófobos». Luego ella pidió perdón.
Este voto del cabreo llevó meses antes al Brexit. Muchos de los que votaron salir de la UE provenían del laborismo, pero que, con la crisis y la globalización, se sentían apartados y buscaban una catarsis con soluciones simples a problemas comunes. En los días previos, Salvador Llaudes, investigador del Real Instituto Elcano, avisó que este fenómeno se daba en todo el mundo. «Hoy en día piensan que han perdido contra la globalización porque creen que sus hijos vivirán peor que ellos, que ya no tendrán la seguridad de cuando vivían en el pueblo, cuando podían comprarse una casa».