La Bescansa y los del tambor
La que, además de manar lechecilla glandular, en sede parlamentaria -que no es para esos menesteres, por si no lo sabía o no se lo avisara el presidente Pachi- ahora se despacha, con el pasmo facial y aburrido que la caracteriza, con amenazas, sin velar, a las personas de su S.M. la Reina de España, su Alteza Real, Doña Leonor, princesa de Asturias y la infanta de España, Doña Sofía, como si nada. ¡Cuánto les gusta amenazar a estas gentecicas! ¡Cuánto dolor de endometrio y cuanto meconio ingerido! ¡Qué jeta, la fantasma de la ópera, ésta! que va de revolucionaria de Cornejo, destilando amargura e ignorancia, everywhere, cual una pasionaria passiflora! Asquillo, es la palabra, y alipori, que no es muy llevadero y no justifica los emolumentos que se embolsa. Andan en la basura y en la carroña, enredando –como los mapaches y las zarigüeyas- y eso puede llevarles al chancro y a la carbuncosis y luego se erigen bífidas, como las cobras, amenazando. Yo la prescribiría –respetuoso con el medio ambiente, claro está- laxante Bescansa-Normal, a la Cassia angustiflora, en grandes dosis, eso sí. Pero ya mismo, que el gesto es de apremio y los evacuados preocupantes.
Y el majadero de la banderita, primer tambor de granaderos –que seguro no ha jurado ninguna- debe saber que esa bandera jamás apareció en las trincheras que defendían a la II república durante los 986 días, sino que era la roja, la del partido extranjero, que decía Degaulle, la comunista, del “padrecito” Stalin, la única que ondeaba y se exhibía en ellas. De ahí lo de rojos. Ni estuvieron, ni han leído, ni escuchan. No se recataban: Rusia, sí, España, no. Esa era la hoja de ruta –tan legítima y sin recuento de votos- y el porvenir que solicitaban. ¿Dónde le cogió a este gañán el nueve de noviembre de 1989, el día del derribo del Berliner Mauer, o Schand Mauer? El parrús –el pan ruso- no les llegaba nunca a Valencia, pasaban gazuza y se comían lo que fuese. Vaya dieta. De ahí el odio que destilan a los colores nacionales, porque sus yayos, que no estaban por la labor, los tuvieron enfrente, impertérritos y cada vez más cerca, como al santo nombre de España. No hay otra explicación sociológica, salvo que se le ocurra alguna retorcida memez al Echenique de guardia, como eso de que somos los hijos de los obreros que no pudisteis matar. ¿Porque no quedaban balas? ¿Porque se hizo tarde?¿Porque se escabulleron a Francia? Hay que matizar esas razzias. En Paracuellos, v.g. tuvo que ser un anarquista, Melchor Rodríguez, el que pusiese fin a esa barbaridad, que se cometió contra cinco mil civiles. No hablemos de las 266 chekas en producción, del Madrid rojo, que eliminaron a cerca de 16.000 ciudadanos. ¿Lo saben esto esos hijos de los obreros supervivientes?
¡Ah, si levantara la cabeza san Isidoro, desde aquel siglo VI, en el que ya festejaba –quince siglos, nada menos- la existencia de Hispania!
Las elecciones de abril de 1931, eran municipales, sr. Rodríguez -el orate responsable de lo peor que nos pasa, sí- sr. Sánchez, sr. Iglesias, y tantos otros obnubilados, que pían que se matan, en la osadía de la ignorancia vencible, buscando el pecho fraterno donde morir abrazados. Arbitrariamente, sí, se dieron por plebiscitarias, como si hubiesen sido, al menos, generales. Todos ustedes, vosotros, saben muy bien que en unas municipales se vota una cosa, en unas generales otra y así, hasta decir basta. Fue algo tan ilegal y coyuntural, como lo es una tropelía en algarada asamblearia, que en nada instituía una república como Dios manda, sino un proceso bolchevique y revolucionario, calcado del 17 ruso, en el fragor electoral y atizado por los comunistas. Así le fue. Escasa legitimidad esta, la de entrada. Atropello de Estado o golpe de régimen. Poco más se puede decir. Si a eso añadimos, la quema de iglesias en cantidad pavorosa, los asesinatos selectivos impunes por parte del gobierno, que volvía la mirada, el genocidio de Paracuellos y el martirio de cerca de ocho mil religiosos, más el pisoteo, al margen de la ley, de los derechos de las personas, contando con la vista gorda de las llamadas autoridades legítimas, mejor ya, verdad, olvidarnos de una puta vez, cómo se consiguió en la transición y no andar ahí, en las pelotas (sic).
Mamá, yo quiero saber,
de donde son los cantantes,
que los encuentro galantes
y los quiero conocer.
Con su trova fascinante,
que me la quiero aprender.
¿Serán de la Habana?
¿Serán de Santiago, tierra soberana?
Serán de la Loma o simples matanceros.
¡Vete a saber!
Y el miliciano inerme –Deo gratias- el de las camisetas, el payaso tonto y segundo tambor, que no ha votado a la monarquía, como sí hicimos en el 78 la gran mayoría de los españoles -88,54% de los votantes, que fuimos más de un 67% del censo- de forma, pues, aplastante, e inteligente, necesitaría una sábana, para informarnos, de todo aquello que no ha hecho en su vida, cuando debió hacerlo, que es mucho y encima, copiarlo cien veces, para memorizarlo. Debería apuntarse a un curso de capacitación y enterarse de lo que va la vaina.
Respétenos a los demás, de una vez, señor de la camiseta. A los representados en las cortes, que somos muchos y nos sale usted por un pico. Su desencanto es su problema. La mala educación, la vulgaridad, la inepcia, y querer saltarse la cola del súper, no van a ningún sitio. Señor Cañamero, aproveche ahora y matricúlese en algún curso nocturno. No nos hace gracia ese espectáculo. Demuestre buena voluntad de aprender. Tiene medios para redimirse. Desde 1956, que nació, ya casi en la estabilización, con los planes de desarrollo y López Rodó y López-Bravo de Castro, en marcha, no nos cuente más historias de posguerra. Mire el ejemplo de Miguel Hernández, cabrero él y estudioso. Es muy fácil dejarse la barba y hacer el badana, repitiendo mantras pasados de fecha. Lo que usted hace ahora, a costa de los españoles, le vale para los primeros días de legislatura. ¿Va a continuar por ese camino de mangancia? ¿Qué piensa arreglar con esos conocimientos, esa inmundicia y esas tolerancias? Se le ha pasado la edad y la época, amigo. La ignorancia vencible, no merece ningún respeto. Da risa, pero en la republicana calle, no cobrando. ¿Su sueldo de tribuno, cree usted ganarlo con esas gilipolleces? Le llaman señoría. ¿Para mayor escarnio?. Renuncie, ande, hágalo y márquese un mutis en condiciones.
Señora Pastor, la del bombo legüero, hay que tenerlos bien puestos y si no se vale pastorear con esa gentecica de circo astroso, si le viene grande el cargo y permite que se profanen las instituciones -y prefiere el rigodón y los juegos florales, de lo que no me cabe duda- no trate de justificar su cagamiento y su poquedad. Dimita, pero no nos avergüence a los contribuyentes con explicaciones de monjita pazguata. ¡Que somos españoles, coño!
El guateque, este de los 350 de la fama, nos cuesta cada mes, dos millones de euros. Que con doce pagas –mas dos, en memoria histórica de Franco- alcanza los 28 millones anuales, casi cinco mil millones de pesetas, coño. No digo que acudan con chistera, pero casi. Los cachondeítos con sus madres de ellos. Somos el pueblo soberano, oiga, el que sufraga y les estamos mirando.
Ya puede exigirse seriedad y rigor, porque no es ninguna broma, digo.